Capítulo Seis

948 121 1
                                    

Sábado


El Sr. Lopalkis había citado a toda la clase de canto, el sábado, para que ensayáramos en el escenario. Yo me había sentado en una de las mesas de los estudiantes de décimo grado, tratando de aclarar mi mente y estar dispuesta a cantar frente a un público muy despreciativo y poco agradecido. Miré a mí alrededor, tratando de divisar a mi compañero, el cual, estaba al lado de la mesa principal de comidas hablando con Cindy, la mezzo mejor entonada de la clase.


Lo ignoré por completo, recordando el beso que tuvo con Marie hacia dos días y la pequeña-e-importante discusión que habíamos tenido ayer. Saqué forzadamente de mi mente aquel asqueroso y baboso beso francés y me propuse a seguir acordándome de las notas y letras que tendría que cantar.


Sin previo aviso, el Sr. Lopalkis nos llamó a ambos, para que subiéramos al escenario.


Erick se retrasó, mientras yo acomodaba ambos micrófonos. Tomé cinco respiraciones, aguantándolas por un tiempo de diez segundos, pero me quedé en la tercera respiración. ¡Porque Erick estaba haciendo un escándalo en el escenario! Mierda. Bueno, no estaba haciendo un escándalo, sólo estaba tratando de hablar coherentemente con el Sr. Lopalkis, tratando de explicarle que no habíamos decidido por ninguna tercera canción para el Baile.


Los ignoré por quince minutos, hasta que me harté.


—¿Pueden parar ya? —vociferé.


Ambos me miraron aturdidos e impresionados.


—Tenemos que practicar —dije, de pronto, sintiéndome cobarde ante ser el centro de atención de todos.


—Es cierto. Erick, después lo hablamos mejor con Amanda, ¿sí? Ahora... sube, por favor.


Erick subió con paso decidido, mientras me preguntaba si la tierra podría tragarme o no. Él se posó al lado mío y sólo me miró de reojo, con una media sonrisa coquetona. Me incliné hacia adelante, mostrándome nerviosa por la improvisación y el acto que hizo el amor de mi vida. Creo. Respiré pesadamente por última vez, al tanto en que esperaba que apareciera Mercy como música de fondo.


—¡Empieza, Nathan! —el Sr. Lopalkis gritó al DJ.


Y empezó la música.


Yeah, ouh. You got me working on your love, It keeps me up in the night.


Mis manos empezaron a sudar, con lentitud, tratando de comprender que sucedía a mí alrededor. Volví a contar hasta diez, como me había dicho mi médico de cabecera, y traté de relajarme. ¡AHORA NO ERA UN BUEN MOMENTO PARA UN ATAQUE DE NERVIOS, CARAJO!


Tell, tell me baby, tell me if you love me so. If you don't want me baby, release me, let me go!


Mí entrada.


Mercy, mercy, your loving is the sweetest thing. Crazy, crazy, you got me hanging on a string. Save me, save me, loving you like this is the sweetest thing. Sweetest thing, sweetest thing, oh yeah


Sonó el intervalo de instrumentos, durante unos segundos. No salió tan mal como pensé que iba a salir. Sólo tenía que tenerme fe en mí misma, nada más. Saqué todo el aire de mí cuerpo, para después almacenar una gran cantidad para mi segunda entrada, la cual, no tardaba en aproximarse...


I play the part, show my cards. Now there ain't nothing left, no, no


Erick me ayudó con ese no, no. La verdad, él, si se lo propone, es un verdadero amor. ¿Qué estoy haciendo? ¿Divagando? Lo más seguro, si hace tan sólo instante quería que un piano cayera por su cabeza. Uff.


Whoa, tell me baby, tell me baby, if you love me so. If you don't want me baby, release me, let me go!


Tomé una gran bocanada de aire, y esperé... a la entrada que dábamos juntos. ¡Que emoción, canejo!


Mercy, mercy, your loving is the sweetest thing. Crazy, crazy, you got me hanging on a string. Save me, save me, loving you like this is the sweetest thing. Sweetest thing, sweetest thing, oh yeah

 

Y seguimos así hasta que terminamos la canción. Cuando ya habíamos practicado ambas, el Sr. Lopalkis nos llevó hacia un costado y nos dijo que no era de gran importancia la tercera canción, debido a que de seguro no tendríamos mucho tiempo como para hacerla. Me relajé aún más al enterarme de eso. Menos que estudiar, menos tiempo con Erick. Lo miré de reojo, parecía atento a lo que decía Lopalkis, pero... me importó. Si, caramba, lo hizo.


—Estuviste espectacular —me dijo, después de que el Sr. Lopalkis saliera gritando hacia Henry.


—Ouh, gracias, supongo —sonreí.


—¿Tienes cita para mañana? —soltó de sopetón. ¿¡QUÉ!?, quise gritar, pero nada salió.


—Nop —sentencié.


—Yo tampoco —rió—. Así que... somos dos estudiantes en busca de una pareja. ¿Y si unimos fuerzas, mademoiselle? —miré hacia otro lado, tratando de ocultar mi expresión, pero me fue imposible, ya que él me agarró de mi mentón y me hizo voltear en su dirección. —¿Qué dices?


—Me encantaría —y, también, seguir hundiéndome en tus ojos verde-limón.


—Entonces, es una cita —se arrodilló, tomó mi mano, y besó el dorso de ella. Muy formal para mí gusto, pero no quitaba que era él el que me lo hacía. Aghjksgh, pensé.


—Entonces, es una cita —repetí, perdida.


—Nos veremos mañana, Amanda —y se fue.


Cierto que mañana tendríamos que venir tres horas antes, para volver a practicar y hacer la prueba de sonido con bastante gente, pero eso no me importaba mucho en ese momento. Apreté los puños y cerré los ojos, analizando la situación frente a mí. Y sin previo aviso... grité. Mierda, y sí que lo hice. Y como nunca, mientras todos posaban la mirada en mí, como si estuvieran tratando con una loca. Pero no me importó. No cuando el chico de mi vida, sueños y vida -creo que ya lo había repetido- me estaba invitando al Baile de Primavera, como una cita.


—¡Sí! —grité a lo último.

2. Cómo convencerlo de enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora