Capítulo Uno

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Lunes

 

Creo que no es necesario presentarme, porque mi amiga Mariana ya lo hizo.


Sí, soy yo.


Amanda. Amanda Harrison.


Mariana Rodríguez nunca dijo mi nombre completo, así que no le veo un justificativo perfecto el que lo complete yo. Espero que se conformen con mi primer nombre y mi apellido.


Lo voy a hacer rápido. En estos momentos estoy llegando tarde a la clase de canto con el Sr. Lopalkis y eso no va a ser de su agrado, ya que soy su soprano más importante, y no lo digo por presumir. Bueno, más importante en estos momentos porque estamos cerca del Baile de Primavera para los que se gradúan.


Gracias a Dios que todavía no me toca a mí.


Abrí la puerta del auditorio y el Sr. Lopalkis me miró ceñudo mientras le tomaba el timbre de voz a un chico de espaldas a mí. Le hizo una seña al muchacho para que se detuviera, cuando levantó del piano en el que tocaba. El muchacho se... ¡Oh, por la Santa Madre del Niño Jesús! Era Erick. Ese Erick.


—Amanda —dijo con un deje de tristeza el profesor.


—Disculpe mi tardanza, Sr. Lopalkis. Es que... —saqué mis ojos de Erick, para mirar a Lopalkis. El profesor me detuvo con una mano en alto.


—Deja de hablar Amanda, te perdono por esta vez —no sé por qué sentí una extraña sensación de encontrarme en alguna película de la saga El Señor de los Anillos—. Ven aquí, de todas formas, no ha empezado la clase todavía. Estaba tomándole la nota a Erick.


Una pregunta se formuló en mí cabeza. ¿Qué hacía Erick allí? No sabía que le gustara cantar o siquiera hacer música. Me acerqué a las sillas plegables que tenía el teatro, junto con mis compañeros, a esperar que terminara de tomarle el timbre de voz a Erick.


Y resultó ser un hermoso tenor uno.


Lo que más nos faltaba.


—Bueno, que empiece la clase. Comenzaremos con los ejercicios de relajación —comentó furtivo.


El Sr. Lopalkis se paró del piano y se mantuvo erguido. Giró su cabeza de izquierda a derecha, en un tiempo de cinco segundos. Y todos imitamos su movimiento. Luego, comenzó a mover en círculos los hombros, para atrás y para adelante. Nuevamente, imitamos su movimiento. Y por último, exhalamos subiendo los hombros manteniendo el aire en un tiempo de más de veinte segundos.


Luego de que termináramos, el profesor hizo la señal para que rodeáramos el piano, así hacíamos la acostumbrada escala de notas.


—Quiero a las sopranos de un lado y a las contralto del otro. Tenores, barítonos y bajos, a mi derecha, por favor —siempre odié, odio y adiaré su forma tan amable de tratarnos. No me agradaba para nada. Parecía un inglés de pura sangre. Refinado, regio y bueno para nada.

2. Cómo convencerlo de enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora