20. Acabando con la tortura.

8.9K 766 219
                                    

Capítulo veinte: Acabando con la tortura.

"Decidí concentrarme en el beso. Los suaves labios de David se movían con seguridad sobre los míos, sus movimientos eran dulces pero decididos, nos movíamos al mismo son, siguiendo un baile que sólo nosotros conocíamos. La sensación de mi pecho se intensificó, pero poco me importó: sólo éramos David y yo en este momento y nada más importaba..."

Con la llegada del recuerdo de mi primer beso con David, me separé bruscamente de Robert antes de que el beso durara más de dos segundos. No podía hacerlo, simplemente no podía hacerlo.

Me senté nuevamente.

—¿Qué ocurre? —preguntó Robert, sentándose también junto a mí. En sus ojos, la confusión y el dolor eran visibles.

Tomé aire forzosamente para evitar que las lágrimas salieran a la luz. Ya sé que me estaba comportando como una estúpida ante los ojos de los demás, que David me había dejado claro que nuestra relación era sólo algo temporal y efímero... Y sin embargo no podía evitar seguirlo amando, seguir pensando en sus besos, el tacto de sus labios sobre los míos, nuestros movimientos al mismo son.

Maldición, me había enamorado como una completa idiota y era más que obvio que no seguía sintiendo nada por Robert, más que el cariño de una amistad de muchos años.

—Robert, perdóname, yo no debí. Yo no puedo, yo... —dije ahogándome con mis propias palabras.

Robert me sonrió con tristeza y deslizó su mano por mi mejilla donde se encontraba una lágrima en la que no había reparado antes.

—Ya es demasiado tarde, ¿no es así? Ahora tu corazón le pertenece a él y no a mí...

Demonios, ahora me sentía aún peor sabiendo que había lastimado a Robert. ¡Malditos sean mis impulsos y mi error en intentar escuchar a mis amigos!

—Lo siento, Robert, no fue mi intención hacer esto —Me disculpé.

Robert se encogió de hombros.

—No puedo reclamarte nada, sé lo difícil que debe ser para ti todo esto y también que en todo lo referente al corazón, no existen razones —dijo él.

Lo abracé fuertemente.

—Gracias, Robert —dije con la cabeza sobre su hombro.

—No tienes por qué darme las gracias, Claire —aseguró él—. Sólo digo la verdad.

No sé por qué, pero sentía una sensación extraña recorriéndome el cuerpo. Quería estar en mi casa, ahora mismo.

—No quiero ser maleducada pero, ¿podrías llevarme a casa, por favor? —pregunté en voz baja, separándome de él.

Robert asintió sin decir nada.

El camino a casa fue silencioso y había comenzado nevar repentinamente. No era uno de esos silencios incómodos, sino uno tranquilo y analítico, uno de esos que te sirven para darte cuenta de lo cegada que estabas al pensar que ya habías superado a alguien.

Cuando habíamos llegado y estaba a punto de bajar del auto, Robert me tomó la mano deteniéndome.

—Sólo quiero que sepas que, pase lo que pase, seguirás contando conmigo como tu amigo, confidente, pañuelo de lágrimas o simple compañero de maratones de películas de terror —explicó, sonriendo con lo último.

Yo no pude evitar reír ligeramente.

—Gracias, de nuevo, por todo Robert —Me despedí.

Me guiñó un ojo, como solía hacer siempre que le daba las gracias, a modo de respuesta.

Inaccesible ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon