10. Confesiones de medianoche.

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Capítulo diez: Confesiones de medianoche.

"Y entonces ella se fue, llevándose consigo un pedazo de mi corazón."

Cerré el libro de golpe desconcertada, lo reabrí, volví a mirar la última página, con esas últimas palabras.

No, no podía ser. ¡El maldito libro no podía terminar así, simplemente no podía!

Debía faltarle una página... Sí, eso debía ser.

Claro, se le iba a caer una página en un librero que cuidas más que a tu propia vida. Me reproché internamente.

En ese instante, tocaron el timbre de mi casa. Me levanté consternada y abrí la puerta.

Calvin me miró con una ceja enarcada y, sin esperar a que me apartase y lo invitara a pasar, me hizo a un lado y se adentró en mi casa.

—¿Otro final abierto? —preguntó mirando el libro abierto sobre el sofá.

Reaccioné y cerré la puerta para mirar a mi mejor amigo que ya había tomado asiento.

—Creo que voy a demandar a la editorial —me quejé, volviendo a mi asiento de hace unos segundos y mirando el libro con los labios fruncidos.

Calvin rodó los ojos.

—Sí, claro, claro —dijo con sarcasmo—. "Oh, Calvin, es uno de los mejores libros que he leído en mi vida", "Calvin, tienes que leerlo, te lo prestaré en cuanto lo termine", "Calvin, si no lo lees tu cerebro no funcionará correctamente" —Se burló, imitando mi voz y citando las frases que le había dicho hace unos días en el instituto.

Lo fulminé con la mirada.

—Cállate, y para que lo sepas, sí fue un buen libro —repliqué levantando la barbilla con orgullo—. Si quieres te lo puedes llevar a tu casa hoy y lo lees.

—Lo haría, pero aún no he terminado el último libro que me prestaste —contestó. Lo miré desconcertada—. ¡No me mires así, apenas me lo diste hace dos meses! —exclamó.

Solté un suspiro. Típico de chicos, dos meses eran más que suficientes para leerse ocho libros o más, pero bueno, sabía que discutir con él de eso sería inútil y no me entendería.

—Y bueno —habló nuevamente al ver que yo no decía nada—, cuéntame qué es lo que te ha pasado esta semana.

Comencé a relatarle los hechos desde la charla aclaratoria con David, hasta la sorpresa de Robert. Todo con lujo de detalles; la broma, la confesión de mi hermano, la cena familiar con las madres de los respectivos casados... Todo.

Ya era domingo por la tarde, Zack e Isabel se habían regresado hoy a Londres en un vuelo mañanero. Nuestras madres se habían tomado bien la noticia, aunque la mía estaba al borde de un ataque de pánico, pero finalmente habían acordado hacerle una ceremonia matrimonial como se debe a finales de año; en diciembre. Después del jueves (el día de la dramatización de casa espectral), David y yo nos habíamos unido más, aunque no tocamos nunca el tema del casi beso en la cocina, ni tampoco tuvimos escenas de ese tipo. Por otro lado, Robert y yo habíamos estado poniéndonos al día respecto a nuestras vidas y, a pesar de que no se sentía igual y no estaba la misma confianza de antes, era relajante hablar con él y creo que ahora que ya no lo miro de manera especial, puedo ver que tiene un mejor potencial como amigo que como algo más.

Alice y Nathalia estaban de infarto, pero cuando les expliqué mi punto de vista y todo lo que él había hecho me entendieron y aceptaron mi decisión. Theo, que era el más relajado y tranquilo de mis amigos, me dijo incluso que estaba bien que lo hubiese perdonado porque, conociendo como es Robert, tener que disculparse y dejar de lado su orgullo no es tarea fácil.

Inaccesible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora