Capitulo 24. Adòpteme, por favor.

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Ambos se miraron, la propuesta los tomó de sorpresa. La chica hablaba en serio.

—¿Estás segura de lo que nos propones? Una adopción en vida no es fácil, aunque ellos hayan renunciado a lo que ganaste dentro del comando, sigues siendo su hija.

—A ellos no les importa mi suerte, si renunciaron a lo que les envié significa que no me quieren en sus vidas. —Dijo con angustia —¡Adóptenme, por favor! Ya no tengo nada que perder.

—Miodrag logró saber algo sobre los padres de Magdalena. Posiblemente con eso se nos facilite hacer lo que ella nos pide. — Manifestó Edghill, que sabía algo sobre ese asunto. Solo toca buscar los archivos que tiene.

—Eso posiblemente esté en poder de Stuart. Lo llamaré esta noche. —se levantó de la silla y acercándose a ella le dijo con cariño —No te preocupes, le encontraremos una solución a lo que nos pides.

—Quiero pertenecer definitivamente al clan Ainsworth. Ustedes me dieron las alas para volar en mi propio cielo, cuando dudaba que pudiera conquistarlo. Es justo que corresponda con gratitud y lealtad.

Maryland la abrazó. Desde un principio tuvo dudas sobre su adaptación al comando, el sobrepeso y la falta de autoestima hacían que dudara. Contrario a sus temores ella no solo cumplió con las expectativas sino que entregó más de lo que se le pidió. Dejarla a su suerte ahora que ella pedia formar parte de ese clan era como echar atrás todo el progreso que se logró.

—No te angusties, hija. Alguna solución hallaremos para esto. No puedo negarte nada, has sacrificado muchas cosas para llegar hasta aquí. No te dejaré sola.

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Terminada la decoración de la sala, colocado el pesebre y los adornos, ésta parecía como una foto sacada de una revista de decoración de interiores. Ellos al ver la decoración sonrieron.

—Parece un paisaje de nieve. No era para menos. No están para colores en estos instantes.

Callum se acercó a María que miraba el pesebre. Un Jesús niño, angelical, la miraba con ternura, como si adivinase los sentimientos que había en su corazón.

—¿Qué le estas pidiendo? —murmuro al acercarse a ella por detrás y rodearla con sus brazos.

—Que Magdalena pueda levantarse de esta dura prueba. No logro entender por qué paso semejante desgracia.

—Varios de los que estábamos secuestrados seriamos sometidos a esa tortura, Stuart se resistió y al final lo ataron al caballete ese, de segundo venia yo a Miodrag lo tenían de tercero. Querían que viera morir a su hermano para quebrar su resistencia, aun no me explico cómo fue que quedó amarrado a ese potro de tortura. Y el operado ese lo ensartó como se hace cuando se asa un pavo de Navidad. Le perforó las entrañas.

—Ella no sabe esto, ¿verdad? —murmuró María, horrorizada ante lo que escuchó. —De saberlo, se volverá loca de dolor. Y no es para menos.

–No, todos los que estuvimos ahí, hicimos voto de silencio. —explicó. —Ella ha pasado por cosas horrendas, para decirle una más. Y menos con lo que amaba a ese vikingo con suerte. Lástima que no pudo salir ileso de semejante crueldad.

—¿Antes de él, hubo otro que sufrió lo mismo? —interrogó María. Quería saberlo todo, nadie le contaba nada de aquellos momentos angustiosos antes del alarido.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKWhere stories live. Discover now