CAPITULO 12 QUINCE AÑOS DESPUÉS.

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El regreso a la base de Alas Delta, se hizo en silencio. La mirada intensa de Ian Carlton Mc Allister iba dirigida a la única mujer que hacia reaccionar todo su cuerpo de varón. Rhiannon Carolyn Ainsworth , cuyo físico no parecia de origen celta ni britano, sin temor a equivocarse su rostro, cabello y figura era mas mediterráneo o latino que europeo. Y era la tercera de las valerosas hermanas Ainsworth.

—Cruce de bengalas, hermana. —comentó Maryland. —Has torturado emocionalmente a ese hombre que lo único que ha hecho es adorarte en silencio.

—Tengo mis razones para ello, Mary. —replicó. —No puedo dejar entrar en mi corazón otro amor si aun no expulso el antiguo. No es justo, para él y tampoco para mí.

—Sigo sin comprenderte. Si es por el "mafioso" que mataron en Pine Haven, hace quince años, yo hace tiempo hubiera sacado esa alimaña de mi alma. Además era un tipo casado. Ahí no había nada que hacer.

—Lo siento, yo no puedo. No hubo palabras, bastó para que yo no pudiera mirar a nadie mas. Y para colmos, Ian se le parece como a una gota de agua. —la desesperación en su voz era evidente. —Hasta en la sonrisa. Nunca creí aquello de que en cualquier parte del mundo hay un gemelo tuyo, hasta ahora.

—Rhia, eres una de mis hermanas favoritas, la única que no tuvo miedo de saltar el charco para ayudarme con las chicas. Por eso quiero que al menos, le des una oportunidad de acercarse a ti.

Maryland se paso al puesto al lado del almirante, dejando sola a su hermana. Ian se levanto de su asiento y fue a ocupar el que estaba libre al lado de Rhiannon.

—Una vez más, como hace quince años. —y rodeo los hombros de la mujer con la confianza de quien sabe el territorio que pisa. Y se acercó algo más para que ella sintiera el calor de su piel y el aroma de su colonia. Aspirando con placer el perfume del splash que llevaba puesto aunque disimulado con el olor a engrudo del camuflaje.

—Por favor, Ian, no me provoques. —replicó intentando dominar el temblor de su cuerpo cada vez que éste se acercaba. Este hombre la hacía perder el dominio sobre si misma. Lo único que sacó fue una risa sensual y grave.

—Estás temblando, Rhiannon. —murmuró casi cerca de su oído. —Es maravilloso saber que hay cosas que no cambian.

—No estoy temblando. Solo tengo algo de frío. —se acercó más para que lo sintiera. Aun tenía buen cuerpo, los musculos se marcaban en los sitios justos. Obviamente era un hombre que se cuidaba.

Aquel trayecto fue una tortura, el hablándole suavemente al oído y ella intentando controlar una catarata de emociones que venía resistiendo desde hacia quince años, en que se vieron en una sala de baile en Hong Kong, que llamaban "El Barco".

Alli los presentaron sus respectivas familias. El era de los pocos solteros que existía en el clan Mc Allister. Ella tenia veintinueve años y el treinta y cinco. Estaba de permiso por que era parte del Marine Corps, mejor conocido como SEALS. Con una sonrisa deslumbrante y los ojos azules mas hermosos que habia visto en su vida.

Solo esa noche bastó para que a ritmo de música latina y copas de vino tinto, única bebida que tomaban las chicas Ainsworth, su corazón quedara prendido de unos ojos chocolates con fuego latino en su interior.

Llegaron. Magdalena al ver que sus compañeras llegaban, bajo a recibirlas, luego de dormir por casi siete horas.

—¿Te encuentras bien, Yadira?

—Nada roto, prima, hubo bajas por parte de la gente que estaba en la sesión fotográfica. Marceline Mercier y tres colaboradores más. —informó —Ellos están bien, gracias a Dios. Me hubiera gustado que todos salieran ilesos.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora