Capitulo 17. Un trabajo sucio.

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Viena Briceño llegó temprano al bufete en su flamante BMW, hasta hacia unos meses tenía un modesto Mazda3, hoy llegaba en un auto digno de su condición aristocrática, sin percatarse que le darían una de las peores noticias de su vida.

-¿Y esas caras de velorio?- rió nerviosa al ver a su personal reunido y comentando en baja voz.

-Pasa, que acabamos de recibir dos paquetes parecidos a los de la semana pasada. -comentó Franco, pálido como una vela de cera. -Se trata del corazón de Noris Lao y su cabeza.

-¿Qué? -inquirió incrédula al escuchar a Franco decirle lo que halló en el paquete. -No estarás hablando en serio.

Por toda respuesta, Franco le mostro el paquete mortal. En el estaba en una cama de algodón el sangriento despojo que fuera la cabeza de la mujer y en otro el corazón, que parecía palpitar todavía, fuera del cuerpo de su dueña. Pálida del terror, salió corriendo del despacho.

-¡Malditos asesinos! ¡Esto lo hacen para volverme loca! -gritò frente al espejo del lujoso baño.

Y lo que le esperaba, su hija querida, Atenas también venia en otro paquete, que nadie se atrevió a abrir. Ella abrió con mano temblorosa el paquete, y lo que vio la hizo desmayarse.

En el no solo estaba la cabeza y el corazón sino que también sus partes íntimas, a manera de advertencia y de que supiera que sabían lo que fueron a hacer al cuartel de las Alas Delta la madrugada del día siguiente a las elecciones.

Franco salió del despacho a tomar aire, asqueado de lo que vio. La gente que tenía a Magdalena no jugaba. Si seguían con la necedad de investigar donde estaba para llevársela, no garantizaban quien seria el siguiente en la sangrìa.

-Mi mujer y mi hijo corren peligro, ahora como están las cosas no puedo pedirle a Carito que vaya a pasar unos días con su familia y el nene, mientras esto se calma, perdería la entrada al país nuevamente. -pensó. -Y ese obcecado todavía creyendo que puede encontrarla y hacerle pagar su traición, suena como un corrido mexicano de los de antes, sin saber que está en manos de gente que si descuartizó a Noris, a su marido, a Atenas, a Capriles y quien sabe a quién más.

Y para completar, unos días antes, recibieron la visita de agentes del FBI norteamericano y de la Drug Enforcement Association. Pese a que no hallaron nada, advirtieron que estarían monitoreándola estrechamente.

La tensión en el pasillo podía cortarse con un cuchillo y sobraban rebanadas. Ya nadie osaba burlarse ni recordar a Magdalena con odio. Los tres escritorios vacíos eran la prueba que el que quisiera hacerle daño a ella, lo pagaría con la vida.

Yalena, una de las mensajeras, se acercó a Franco. Esta chica estaba a punto de renunciar. Se uniría al grupo Alas Delta dentro de unos días, solo que no deseaba que se supiera la razón de su renuncia.

-Esto ya se está pasando, licenciado. Y yo soy pobre, pero de apellido honrado, no quiero tener que ver nada con asesinatos ni con plata sucia.

-Te comprendo, Yalena. -Replicó -Yo si supiera que voy a hallar empleo mañana, me iría hoy mismo, pero la situación está fea, y dejar el empleo que se tiene para quedar con las manos vacías, no me parece.

-En mi caso, no quedo con las manos vacías completamente. Ya lo verà.

Ese día, Viena recibió cinco renuncias, dos mensajeros y tres auditores forenses que se lavaron las manos al ver todo aquello. Habían ayudado mucho en la firma, pero ahora sus vidas peligraban de continuar con ella. De una plana de casi cincuenta empleados, solo le quedaban treinta. Y el número amenazaba con bajar todavía más.

LA EMPERATRIZ DE NUEVA YORKWhere stories live. Discover now