Capítulo 6

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El jardín botánico era asombroso, había oído que estaba en el listado de los más bonitos de Europa. Bastian relató que en 1670, cuando fue construido, se dispuso para el cultivo de plantas medicinales. La ciudad no me resultaba del todo desconocida, pero el tiempo pasado en esta durante algunos veranos era escaso, por lo que además de la casa de mis abuelos y algunos sitios a los que ellos me llevaron no había explorado mucho.

Paseamos por el jardín de brezos, donde abundaban las especies de Erica, Daboecia y Calluna. Aspiré los distintos aromas que se combinaban en una embriagadora fragancia herbal con notas florales.

—Mañana es la fiesta de Blair —me recordó, sin dejar de apreciar la vegetación que nos rodeaba—. ¿Tienes ganas? Sé honesta.

—¡Sí!, de que pase. —La confesión me hizo sentir liberada—. Mi ansiedad se dispara al pensar en ello, ya sabes: interactuar con gente que ni conozco, llegar con un vestuario renovado al más puro estilo de película juvenil estadounidense. Sinceramente, no creo que encaje.

—Seguro que no.

—Vaya, gracias, Señor Sinceridad.

Le di un golpecito con el hombro.

—Destacarás. Sé que tampoco te atrae la idea. —Rio y me uní a él, aunque ya podía notar el rubor en mis mejillas.

—Bueno, así Blair pasará página y cambiará de tema. Sus interminables monólogos sobre la celebración han colapsado mi cerebro asocial.

—Eso no sucederá, seguro que ya está planeando la siguiente fiesta y la que seguirá a esa.

—Estarás de broma. ¿Nunca se cansa?

—Desde que la conozco no. Y de eso hace mucho. —Volvió a abstraerse mientras observaba una conífera—. Disculpa, quería preguntarte algo. —Carraspeó y se volvió hacia mí con su mano derecha extendida y la palma hacia arriba—. ¿Aceptarías acompañarme a la fiesta de mañana?

Tanto su postura como el tono que empleó se me antojaron ceremoniosos. De verdad me sentí como la protagonista de una ficción histórica repleta de estrechos corpiños pegados a voluminosas faldas, tocados obscenamente llamativos, música de violín y besos furtivos a la luz de la luna.

—Será un placer.

Alcé una mano dispuesta a colocarla sobre la suya y sellar el trato. Mi corazón latía frenético y el pálpito ascendió hasta instalarse en mis sienes. Comencé a sentirme desorientada y mareada. La voz de Bastian llegaba a mis oídos difusa. Segundos después, todo se oscureció otra vez.

La chica de ojos verdes estaba parada frente a mí. Su cabello ondeaba al viento como un estandarte de la más fina seda. Agarró mi mano y su tacto me provocó un escalofrío.

—Recuerda. Solo debes recordar.

—Lucía, despierta, por favor. —Bastian me sujetaba entre sus brazos, arrodillado junto a un banco. Aquellos ojos ámbar fueron lo primero que vi, seguidos de una sonrisa que denotaba alivio. Por un momento, unos iris azules y unas facciones más angulosas se impusieron. La escena se entremezclaba con la vivida horas antes, cuando Donovan Lombard me sostuvo de forma similar en los pasillos del Royal. Cerré los párpados y cuando volví a abrirlos el efecto cesó.

—L-lo siento. Hoy ha sido un día muy intenso.

Froté los párpados y empleé todo mi esfuerzo en recomponerme. ¿Qué había pasado?

—Nuestra próxima parada es la cafetería, debes tomar algo. —Retiró con suavidad el pelo de mi cara—. No admito discusión.

—No pensaba contradecirte.

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