Capítulo 25

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Abrí los párpados. Seguía tumbada cerca de la puerta. Me incorporé con lentitud y emití un quejido que se convirtió en bostezo; el suelo no era buen sitio para descansar.

—¡Buenos días, dormilona! —saludó Brannagh desde mi cama. Estaba bocabajo y con las piernas cruzadas en alto. Leía el diario de mi cofre mientras jugueteaba con su pelo.

—Qué haces. ¡Es privado!

—No te creas, viví la mayor parte de lo que relata y me contaste el resto. Bueno, casi todo. —Pasó la página y movió sus pies arriba y abajo.

Me estiré y froté mi cara con ambas manos. No estaba preparada para enfrentarme a ella.

—¿Cómo has entrado aquí? —pregunté con recelo.

—Tonta, soy un vampiro, atravesamos paredes —respondió con voz alegre—. Es broma. ¡Deberías ver la mueca que has puesto! —Se levantó con agilidad, dejó caer el diario sobre la colcha y se acercó a mí.

—Me da igual cómo lo hayas hecho, sal de aquí, quiero estar sola —dije con hastío.

—Simplemente he abierto un poquito la puerta. No hay misterio.

—En serio, ahora no me importa. Vete.

Caminé hacia el baño, pero Brannagh me cortó el paso. Intenté esquivarla sin éxito.

—¡Bu! —Pegué un respingo—. ¿Por qué tienes miedo, hermana?, hace mucho que espero este reencuentro, incluso me comunicaba contigo. Intenté advertirte de los humanos ataviados de cuero e hiciste caso omiso, acudiste y pusiste tu vida en juego.

Volvió a sentarse en el mullido colchón.

—Así que no estaba loca, solo eras tú usando tus... —Me sentía estúpida a punto de decir esa palabra.

—Poderes. Llámalos por su nombre. El de la proyección es uno de los que tengo más desarrollados —alardeó.

—Sabías lo que iba a ocurrir. —Esperaba una confirmación.

—No, pero lo intuía. —Enredó uno de sus largos mechones rubios en el dedo y sonrió divertida—. Si lo que quieres saber es si hay vampiros videntes, te diré que sí.

—Fascinante, pero ahora deberías irte, voy a ducharme. Y no te proyectes o lo que sea en mi bañera, ¿de acuerdo? —La fui empujando fuera de mi cuarto—. Por cierto, demasiado dramatismo en tus apariciones, ¿no crees? —Le di con la puerta en las narices.

—¡Pues lo del histrionismo viene de familia, hermanita! —se escuchó desde el otro lado.

Me tomé mi tiempo para el baño y pensé en todo lo que había sucedido en pocas semanas. Tenía miedo, pero la curiosidad prevalecía sobre él. Además estaba Bastian, ¿y si no sentía algo por mí sino por Evelyn?, ¿cómo podría yo ser ella a la vez? Todo resultaba demasiado complicado, parecido a esos problemas matemáticos de X es igual a..., da igual, nunca supe contestar en los exámenes, ¿qué puede ser igual a una maldita X? A no ser que hablemos de cine adulto.

Sabía que tarde o temprano necesitaría escuchar a mi familia si quería salir de dudas. Podía oír las voces en el piso inferior. Me puse el uniforme colocado a los pies de la cama y bajé las escaleras. Los murmullos cesaron en cuanto llegué al salón. Todos estaban en la misma posición que la noche anterior, con tazas en las manos y la preocupación impresa en sus rostros. Brannagh se acercó y me estrechó en un abrazo de esos que cortan la respiración.

—¡Por fin de regreso! —celebró, y me dio un beso en la mejilla—. Espero que de mejor humor.

—Hija, siéntate, por favor —rogó mi madre con gesto sereno pero inquietud en su voz.

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