capítulo 16.

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Si quieres saber algo sobre Xander Nolan, esto es lo que he descubierto yo esta noche: la atención le proporciona más subidón que un chute de heroína. Tras su número musical, acompañamos a los otros dos al exterior para despedirnos de ellos. Mi único amigo se espera a que se hayan alejado en el taxi para partirse de la risa y chillar.

—¿Has visto cómo me han aplaudido?

—Ya lo creo.

—Has pillado la referencia, ¿no? La boda de mi mejor amigo.

—Sí, Xander, la he pillado. —En realidad, tengo que admitir que ha sido muy bueno—. Da gracias a que Mac y Jake no lo hayan cogido. Menuda vergüenza he pasado.

Él ríe con ganas, y suspira antes de decir:

—Lo sé.

Yo pongo los ojos en blanco. Asiento lentamente.

—Vale, me lo merecía. Pero no te preocupes, tu talento no ha eclipsado la lección. Sé que crees que no tengo morales o yo qué sé, pero soy consciente de que no debería haberte puesto en esa situación. Reconozco que Mac es algo así como mi kriptonita. Cuando se trata de él, puedo llegar a perder la cabeza.

—Y vaya si la has perdido —comenta, y lo fulmino con la mirada.

—Sí, sí. Tranquilo, no vas a tener que interpretar el rol de West North nunca más. Le contaré la verdad a Mac. Además, Jake ha resultado ser un tío... bastante legal, ¿verdad? Realmente fui una zorra juzgona.

Él me da un codazo.

—Esa es mi empleada.

Nos despedimos con un saludo de tipos duros. No es hasta entonces que veo la foto que me ha mandado Charli hace un rato: sale riendo junto a Sasha en Benihana. Supongo que la habrá sacado Steve. Sonrío. Todavía en la salida del bar, visualizo a la persona menos esperada en el de al lado. Justo cuando creía que encontrarme a Taylor Martin era lo más surrealista que iba a ocurrirme hoy.

—¿Delaney?

La entrenadora Coleman deja de reír cuando me ve. Está con unas cuantas amigas, a punto de entrar en el local. Les hace un gesto como para que esperen y se pone a andar en mi dirección, las manos en los bolsillos de su abrigo.

—Hola, Nova. No esperaba verte por aquí.

—Yo tampoco —reconozco. Siento que me quedo sin energías de pronto.

—Estoy en la despedida de soltera de una amiga —me explica, aunque no se lo haya preguntado—. Tienes buen aspecto. Me contaron que entraste en el equipo de LeBlanc. Enhorabuena. Tal vez me equivoqué pensando que estabas perdida.

Sonrío apenas.

—Tal vez.

—Me alegra verte mejor. Centrada. Parece ser que no necesitabas mi ayuda después de todo.

Nos quedamos en silencio, ella con una mirada amable, mientras que unas inmensas ganas de llorar se apoderan de mí. Por primera vez desde que llegué, siento que hay muchas cosas que me gustaría decirle. Cosas que no estén destinadas a hacerla sentir mal. Cosas que no sean crueles. Con todo, mantengo el tipo.

La entrenadora Coleman hace un gesto hacia el local.

—Bueno, debería volver con mis amigas.

Sacudo la cabeza.

—Claro, claro. Disfruta de la noche, y felicidades a tu amiga de mi parte.

—Se lo diré. Y tú dale recuerdos a tu familia. Que vaya bien, Nova.


—Aquí la tienes —me dice Sasha, literalmente entregándome a Charli en el porche de su casa—. De una pieza.

—Nunca podré agradecértelo.

—Probablemente.

Suelto una risa, y Charli se gira hacia mí con los ojos muy abiertos.

—Esta noche ha sido una pasada. No sabía que a Sasha también le gustaba el béisbol. Oye, Nova, ¿estás segura de que no podéis dar el cambiazo? Ya sabes, hacer un Tú a Londres y yo a California.

La miro divertida aunque ofendida al mismo tiempo, y Sasha se ríe.

—No te creas, Charlotte. Yo nunca he sido hermana mayor, algo me dice que a Nova se le da mucho mejor que a mí.

Me giro hacia Sasha con el ceño fruncido, ocultando una sonrisa. ¿Acaba de hacerme un cumplido? Sé que si intento que lo reconozca arruinaré el momento así que, por una vez, simplemente me callo.

—Gracias por todo, Sasha.

Tras decirle esto, le pongo las manos sobre los hombros a Charli y nos disponemos a volver a casa. Tenemos tiempo, aún queda como un cuarto de hora hasta las once. Me sorprendo al oír la voz de Sasha de nuevo.

—Oye, Nova. —Me doy la vuelta. Ella habla con tonillo—. ¿Qué tal ha ido esa cosa tan importante que merecía llegar al acoso?

Arrugo la nariz, y le contesto:

—No como esperaba.

Para cuando papá y Jennifer abren la puerta de casa, Charli y yo ya estamos en pijama y ella se ha quedado dormida en el sofá, pero de verdad. Yo estoy escuchando música, sentada en la punta de este, pero me saco los cascos cuando veo que me hablan.

—Nova —dice Jennifer, sorprendida hasta la médula—. Estás... Aquí.

Asiento lentamente.

—Así es, madre.

—Nos has hecho caso. Me has hecho caso. —Alza las cejas, impresionada. Yo me levanto del sofá.

—No te emociones tanto —le digo—, mañana volveré a hacer lo que yo quiera.

Sé que es en base a una mentira, pero Jennifer me mira de esa forma que rara vez ocurre, como dándome las gracias, o con la intención de hacerme saber que no cree que yo sea un fracaso total. Sigue habiendo demasiada mala sangre en nuestra relación, pero, supongo que es agradable no estar siempre a cuchillo. Aunque nunca dure.

—Siento que te hayas perdido el plan con tus amigos —me dice papá, mientras coge a Charli para dejarla durmiendo en su cuarto.

Me encojo de hombros.

—Seguro que no me he perdido nada interesante.

Al ver mi cara, juraría que papá se da cuenta de que no he estado aquí toda la noche. No obstante, si es así, no dice nada. Sólo me sonríe de lado antes de subir por las escaleras. Estoy a punto de reanudar la canción cuando oigo la voz de mi madre, desde la cocina.

—He traído saba y azúcar moreno, para hacer turón. Ariel me pidió que se los preparara. Quiere llevárselos a sus amigas de la orquesta, pero te puedo guardar unos cuantos si quieres.

Me giro hacia ella, como si no estuviera muy interesada.

—¿Les vas a echar coco?

Entonces levanta la mirada. Frunce el ceño y me parece que está sonriendo.

—Pues claro. No soy un animal.

InfameWhere stories live. Discover now