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El bar-cafetería resultó estar fatal comunicado y bastante lejos del centro. Cuando Violeta llegó por fin al sitio, parecía vacío. Miró a través del cristal y aún se desconcertó más al ver a la pelinegra dentro, haciéndole señas para que abriera la puerta.

- ¿Kiki? - entró la pelirroja al bar-. Esto está cerrado, ¿no?

- No. No te preocupes. Es el bar de unos amigos. No es muy conocido, por eso no hay mucha gente. Pero me gusta venir aquí.

Chiara iba de negro y llevaba una gorra también oscura.

- ¿Vas de incógnito otra vez? - comentó Violeta.

- ¿De incógnito? ¡No! Es mi outfit de tomar algo. ¿No me queda bien la gorra? - preguntó, posando.

- Me gustaban más las gafas rojas, la verdad - admitió Violeta.

- Ya, pero son más de discoteca. Por eso no las he traído.

Manu, el dueño del bar, se acercó a tomarles nota. Poco después volvió a la mesa con un par de botellines de cerveza.

- Tenía ganas de verte ¿sabes? Lo pasé muy bien ayer - confesó Kiki.

- Yo también. Aunque fue corto - se quejó Violeta.

- Sí, fue corto. Pero hoy tenemos todo el tiempo del mundo, okey? I am not going anywhere - prometió-. Además, para compensar lo de ayer, te he traído un regalo.

- ¿Un regalo? - sonrió la pelirroja y aún más cuando Kiki sacó un libro de su bolso y se lo tendió-. ¿Es para mí?

- Uno de mis poemarios favoritos de Emily Dickinson. For you, Violeta.

- ¿En serio? Muchísimas gracias. Es chulísimo - repasó con los dedos la portada y los brodes. Era una edición realmente preciosa-. No tenías por qué, Kiki.

- Simplemente me apetecía - se encogió de hombros la inglesa, restándole importancia-. It's almost a crime que te guste la poesía y todavía no hayas leído a Emily.

- Mañana lo empiezo - decidió Violeta-. Bueno, cuando acabe el que me estoy leyendo ahora...

Las chicas se bebieron la cerveza entre recomendaciones literarias y pidieron otra. Hablaron también del concepto del amor, de la sensibilidad, y de un montón de cosas más que parecían tener en común.

De cada tema que sacaban, había algo en lo que coincidían. A Chiara le estaba fascinando la manera de expresarse de la otra, sentía que podría hablarle de cualquier cosa y seguir teniendo toda su atención.

Violeta, por su parte, estaba rendida al mundo interior que parecía tener la inglesa. Le sorprendía cómo explicaba aquello que le gustaba. Cómo se le iluminaban los ojos verdes cada vez que contaba cualquier anécdota.

Pidieron algo de cena para seguir charlando. Violeta le corregía los errores en español a Kiki, que se picaba de manera adorable.

Tan enfrascadas estaban la una en la otra, que Violeta ni siquiera se había parado a pensar en lo extraño que era que, en las más de tres horas que llevaban en esa mesa, nadie más hubiera entrado al bar.

- Me encantaría dedicarme a escribir. O ser crítica literaria, editora. No sé. Algo así - fantaseó Kiki.

- ¿Y por qué no lo haces? ¿A qué te dedicas?

- Bueno, hago un poco de todo - generalizó, evitando mojarse-. ¿Y tú?

- Soy periodista.

La inglesa se atragantó con la cerveza que estaba bebiendo. Se quedó blanca y sólo atinó a decir una palabra.

Royal Rainbow | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora