Extra: San Valentín de Drake y Sophie

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SOPHIE

Una de las cosas que más me gustaban de Drake era que él no sabía mentir y mucho menos actuar. Por supuesto que me di cuenta de que aún seguía en el restaurante y de que no le gustaba para nada saber que yo estaba con Félix.

—Entiendo por qué cualquier hombre tendría celos conmigo en su presencia —dijo Félix mientras limpiaba el tarro de nutella con un trozo de pan—. Puedo generar inseguridades.

Rodé los ojos y raspé los restos de la tapa del tarro con mi cuchara. Félix y yo estábamos sentados en la mesa de la cocina, con un tarro de nutella que terminamos en sólo un par de horas y las cartas del UNO esparcidas en toda la mesa.

Papá y Nora estaban en el piso de arriba viendo películas. Se suponía que Drake iba a llegar hace tiempo. Los dos teníamos planes para resolver un juego de misterio esa noche y papá le había permitido dormir en casa con la condición de que lo hiciera en la sala de estar.

Pero Drake tenía que ser un metiche y entrometerse en la cita de Macy y Galia. Sabía que si le pedía quedarse, iba a hacerlo, nervioso y todo. Pero mi corazón era blando. Así que le pedí que fuera a comprar esos bombones helados que servían en el restaurante de Erik y pasara a ver qué tal lenestaba yendo.

Me estaba resignando a pasar todo San Valentín sola cuando llegó Félix, a quien apenas conocía de vista y un par de conversaciones, y me preguntó si estaba aburrida. Luego procedió a contarme que Thea lo había dejado, que estaba tan triste que podría tirarse de un puente y que tenía ganas de jugar Mario Kart. Demasiadas cosas en menos de un minuto.

Creí que tal vez necesitaría con quien desahogarse, así que le abrí la puerta y lo dejé entrar. Al final, Félix no se desahogó nada. De hecho, cuando le pregunté por Thea mientras jugábamos, respondió sin darle importancia.

Le gané en nueve de las doce carreras que jugamos, usando a Canelita, así que insistió en que jugáramos otra cosa. Probamos el UNO, damas, anagrama y batalla naval. Jugar con Félix era como jugar con un primo o hermano pequeño: me acusaba de hacer trampa cuando ganaba, me preguntaba, sorprendido, cómo hacía para ganar, y me echaba en cara sus victorias. Creí que eso me molestaría, pero fue lo contrario. Me divertía aún más sabiendo que se tomaba en serio cada partida y lo molestaba.

Al final llegué a la conclusión de que él no necesitaba desahogarse ni que lo escucharan. Sólo estaba aburrido y no sabía cómo pedirme ser mi amigo.

—Mira. Primero, límpiate el bigote de chocolate.

Félix se apresuró a limpiarse con una servilleta para descubrir que en realidad su chocolate caliente no le había dejado ningún bigote, así que me lanzó la servilleta hecha una pelota. Yo me levanté de la meta y se la metí por el cuello de la camiseta. Él dio un brinco e intentó impedirlo, pero sólo consiguió caerse al suelo con silla y todo. Le ofrecí la mano para ayudarlo a levantarse, pero me estaba riendo tanto que acabé arrodillada en el suelo, sin poder respirar, mientras él se quejaba adolorido.

—Te haré pagar las facturas del hospital.

—Inténtalo —lo amenacé sin dejar de reír.

Un par de minutos después, ya recuperada de mi risa, lo ayudé a levantarse y le ofrecí la tapa del tarro de nutella como ofrenda de paz. Él la aceptó, ofendido, y comió en silencio unos segundos antes de preguntarme si quería jugar al overcooked.

Acabábamos de terminar nuestra segunda partida en la sala de estar cuando Drake regresó. Le había prestado mis llaves, por lo que ni siquiera llamó a la puerta. Entró con prisa y cruzó la sala hacia nosotros con la bolsa de helado colgando de un brazo y el casco colgando del otro. No llevaba puesta su chaqueta, pero sí su delantal del restaurante y su camisa del uniforme. Su cabello rubio y rizado estaba alborotado, como si hubiera quedado atrapado en un tornado de camino aquí.

Dejé el control en y me levanté.

—¿Qué tal les fue en la…?

No pude terminar la pregunta, porque Drake tomó mi rostro entre sus manos, se inclinó sobre mí y me dio un beso largo. No me soltó por un largo rato y sosteniéndome de sus brazos, porque él me empujaba sin darse cuenta hacia atrás. Cuando se separó, sentí que  finalmente pude respirar bien.

Él se relamió y me dedicó una mirada curiosa.

—Sabes a cacao.

—Sí. —Yo también me relamí mientras intentaba recordar cómo se respiraba con normalidad—. Estuve comiendo nutella con Félix.

—¡Ah, Félix! Hola. —Drake miró a mi invitado por primera vez, quien aún estaba sentado en el sofá, con el control entre sus manos y visiblemente incómodo—. No te había visto. —Estaba bastante segura de que sí lo había visto, pero no iba a ser quien lo delatara—. ¿Qué haces aquí?

Drake descansó su mano en la parte baja de mi espalda. No creí que lo vería celoso de verdad jamás. Incluso con Dylan, no eran celos lo que hacía que lo detestara, sino el saber lo mal que me había tratado.

Pero ahora, esto era puro celo infantil.

—Félix vino a hacerme compañía —dije—. Jugamos Mario Kart y Overcooked.

—Ah, qué considerado de tu parte, Félix. —La mano de Drake subió y bajó por mi espalda. Era un gesto cariñoso que él hacía a veces, sin darse cuenta—. Gracias por hacerle compañía a mi novia mientras yo no estaba. Por suerte, ya estoy aquí.

Tenía que admitir que admiraba a Félix por permanecer impasible. Él simplemente se cruzó de piernas, levantó su joystick y le sonrió con los ojos entrecerrados. Yo lo había visto correr por su vida de Erik en otra ocasión, pero vivir con Drake debía de hacerlo inmune. O a lo mejor él estaba disfrutando tanto esta escena como yo.

—Cuando sea que Sophie me necesite.

—Ella no te va a necesitar más hoy.

Él se levantó del sofá y dejó el control sobre la mesa.

—Los veo mañana, supongo.

Comencé a asentir con la cabeza.

—Sí, hasta mañ…

—No supongas tanto. —Dejó mi espalda y avanzó hacia la entrada—. Ven, te acompaño a la puerta.

Félix lo acompañó, risueño.

—Ah, ya sé dónde está la puerta.

—Así no te pierdes.

Los perdí de vista cuando salieron de la sala, pero aún así pude escuchar sus voces.

—Siempre eres tan bueno conmigo, como un hermano. ¿Puedo llamarte así? Después de todo, mientras esté aquí, somos familia. ¿No? Ya veo a Sophie como a una hermana.

—Y que siga así.

Se abrió la puerta.

—Adiós, hermano.

Hubo un momento de silencio. Luego, Drake respondió, pero casi a la fuerza.

—Linda noche.

Cuando finalmente la cerró, él no regresó de inmediato, así que fui a verlo a la entrada. Drake miraba la puerta con la frente arrugada, aún sosteniendo la bolsa con los bombones y el casco.

—No tienes que ponerte celoso de Félix —le dije.

Drake infló el pecho.

—¿Yo? ¿Celoso? Para nada.

Ahora que no había ninguna visita, me sonrió con sinceridad, contento de verme. Volvió a tomar mi rostro entre sus manos, pero no me dio un sólo beso, sino que dejó varios por todo mi rostro. Tuve que cerrar uno de los ojos.

—Puedo oler esos celos.

—Lo que hueles es jabón, porque estuve lavando trastes. —Dejó de besarme un momento para mirarme—. No hicieron el juego de crímenes sin resolver. ¿Verdad?

—Claro que no.

Drake bajó los hombros, visiblemente aliviado, como si sólo necesitara eso para sabe que Félix no tenía ni una sola posibilidad conmigo.

—Bien. —Besó mi mejilla y comenzó a empujarme con su cuerpo hacia el sofá—. Vamos a jugarlo ahora. Traje helado para toda la noche.

Enredos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora