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Oriana

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Oriana

En cuanto la reunión se dio por terminada, salí corriendo de aquél lugar.
Si ignoraba la presencia de Enzo, el resto de mis compañeros parecían ser buenos. Parecían, porque la realidad era que ni siquiera había prestado atención en la reunión. Ni al comienzo cuando todos se presentaron, ni muchísimo menos después de que Gaston empezara a nombrar que personaje interpretaría cada uno, y que de sus labios se escapará el nombre de Enzo al nombrar a Marcos Sánchez.
Marcos Sánchez, pareja de Giulia Zanetti, personaje principal. Personaje del cuál yo me encontraba a cargo de darle vida.

Saludé al guardia y salí del lugar, sintiendo la agradable brisa en mi rostro. Mientras encendía un cigarro en el camino hacia mi auto, admiré el cielo con colores hermosos y el sol poniéndose. Al ver mi reflejo en la puerta del auto, noté una versión de mi completamente diferente a la de unas horas atrás.
Lejos de la positividad de unas horas antes, ahora solo estaba llena de bronca.

Busqué las llaves del auto en mi cartera, estresandome aún más al no encontrarlas con facilidad.
En busca de comodidad, me acerque al capo y apoye mi celular y cartera ahí para buscar con más facilidad. No podía quejarme, aunque quería, porque quien ponía miles de cosas en la cartera era yo.
Suspire tranquila al sentir mis dedos tocando las llaves, y y un poco más tranquila, las agarré y empecé sacarlas.

— Tenemos que hablar.

Como reacción ante su repentina presencia, mi cuerpo pegó un pequeño salto. Ignorando sus palabras, saque las llaves y volví a cerrar la cartera.
Tenía todas las intenciones de abrir la puerta de mi auto, subirme y acelerar, chocandolo si era necesario con tal de poder irme de aquel lugar.

— Ori, escúchame.

— No te quiero escuchar, Enzo. — Giré mi rostro hacía él, mirándolo con indiferencia, claramente fingida. Sus ojos me miraban reflejando con claridad su arrepentimiento. Quiso hablar, pero me encargue de interrumpirlo. — Y no insistas, porque cuando vos no quisiste hablar más conmigo y me bloqueaste de la nada, yo no insistí.

Ante la ausencia de palabras, Enzo me miró sin decir una palabra mientras subía al auto y me alejaba velozmente de aquel lugar. A medida que la distancia crecía, mi cuerpo experimentaba un alivio palpable, generado por la música que fluía en el auto y la suave brisa que acariciaba mi rostro a través de la ventanilla entreabierta.

Aunque la música y la brisa contribuían a calmar los ánimos, el enojo persistía en lo más profundo de mi ser. Una mezcla de emociones encontradas se agitaba en mi interior, ansiosa por encontrar su liberación una vez que llegara a mi hogar.

 Una mezcla de emociones encontradas se agitaba en mi interior, ansiosa por encontrar su liberación una vez que llegara a mi hogar

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Al abrir la puerta de mi departamento, noté que todas las luces estaban encendidas. Una sonrisa instantánea iluminó mi rostro al darme cuenta de que Camila ya estaba en casa.
Al adentrarme por completo, vi a la colorada sentada mientras cebaba unos mates, concentrada en su celular.
Al escuchar el ruido de las llaves cerrando la puerta, la vi girarse hacia a mí, sonriendo. Sin embargo, al notar la expresión que adornaba mi cara, su sonrisa se desvaneció y me miro con preocupación.

— ¿Y esa cara? ¿Que paso?

Escuchándola hablar, dejé mi cartera en el piso y me tiré al sillón, deshaciéndome de mi enojo miéntras acariciaba a la bola de pelos rubios que se encontraba durmiendo.
Lo escuche ronronear antes mis caricias, y no pude evitar sonreír. Esto era lo que necesitaba.

Camila, al no recibir respuesta, se puso de pie y, con el termo, el mate y un plato con frutas cortadas, se acercó y sentó en el sillon a solo unos metros de mi.
Mientras cebaba el mate para dármelo a mi, podia verla mirarme llena de intriga e incluso ansiosa.

Agarre el mate, y antes de acercar la bombilla a mis labios, hablé. — Te vas a caer de orto cuándo te cuente. — Reí al verla agarrarse del sillón con fuerzas, mientras su rostro era adornado por una sonrisa divertida, esperando a que siguiera hablando.

Escuché mi celular sonar, pero al recordar que estaba en la cartera y no tenía ganas de levantarme para agarralo, lo ignoré y volví a centrar mi atención en mi amiga.
Mi mano se extendió, devolviendole el mate y sin más empecé a hablar.

— ¿Viste que hoy conocía a mis compañeros? — La colorada asintió, mientras se llevaba una pedazo de manzana a la boca. Yo, que estaba apunto de morir de hambre, agarre una frutilla y la comí con rapidez. — Bueno, estaba Enzo. Interpretará a mi pareja en la película.

Vi a Camila fruncir el ceño, claramente confundida. La observé pensar por unos segundos, hasta que abrió la boca sorprendida al comprender de quién estaba hablando. Hacía años que no hablábamos de él.

— ¿Me estas jodiendo? — Preguntó, y asentí. Sus ojos se abrieron más de lo normal mientras tomaba su mate. — Ah no, pero tenés una mala leche vos, amiga. ¿Qué hace acá? Me parece raro que Agustín no me haya dicho nada.

— No se. — Conteste sin dejar de acariciar a Ragnar, quien se encontraba demasiado cómodo sobre mis piernas. — Hace casi tres años que no lo veo ¡y viene aparecer justo ahora!

— ¿Y que paso cuando se encontraron? ¿Te habló? — El mate volvió a estar en mis manos, y mientras tomaba asentí.

— Fingí demencia toda la reunión. — Volví a comerme otra frutilla, mientras observaba el mate lavado de mi amiga.— Cuándo terminó la reunión me fui a la mierda al toque, y me siguió hasta mi auto.

Sus ojos se abrieron de manera exagerada nuevamente, y sin dejar de mirarme, esperó a que siguiera hablando. Lo expresiva que era, seguía impresionandome.

— Me dijo que necesitábamos hablar. Lo ignoré, y me volvió a pedir que hablaramos. Ahí le contesté y le dije que no insistiera, porque cuando él me bloqueó de la nada porque no quería hablar más conmigo, yo no le insistí a él.

Camila aplaudió con una sonrisa cuando terminé de hablar, soltó un gritito de emoción, y yo no pude evitar reir ante su exagerada pero contagiosa reacción.

— Perfecto, amiga — Me felicitó con una gran sonrisa, haciendo que también sonriera. — ¿Qué se piensa, que él solo puede elegir cuándo hablar o cuando no?

𝗢𝗻𝗲 𝗱𝗮𝘆 (un día) | Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora