La última carta qué lloré. #1

29 4 1
                                    

¿Sabes?...

Mi vida no a cambiado tanto desde tu partida, por lo menos no tanto como hubiese querido o incluso siquiera como lo había imaginado.

Muchas cosas han pasado, sí, no te lo puedo negar, pero por mucho que te hayas marchado, yo todavía sigo sintiendo este vacío qué se consume en mi pecho y que tanto me oprime, haciéndome llorar algunas veces.

En realidad, no se que tan desesperada estoy justo ahora como para pensarlo siquiera como una opción de consuelo a lo que estoy sintiendo, pero he de confesarte, querido marinero, que me haces mucha falta en éste avión, no pienses que porque he decidido visitar los cielos me he olvidado de donde vengo o a quién he amado en ese lugar del qué provengo, que se ha vuelto tan sagrado para mí.

Permitirme hacer honores a mi cordura impúdica, es confesarte también, que lo que más extraño de ti y todo lo que se ocultaba en aquel baúl interminable con tu nombre, eran tus brazos, los mismos que alguna vez me aprisionaron con suma pertenencia, y a los que yo también me aferré.

Te diré también, ya estando en lectura del desglose de todas estas confesiones escondidas, tan prohibidas por mi razón para conservar un poquito de amor propio, que ahora más que nunca, extraño aquel monopolio impetuoso que sometías sobre mí, haciéndome sentir tan importante. Tan necesitada. Como si alguna vez lo hubiese sido para ti.

Todos terminamos usando a otros para complacernos, para tomar de ellos las oportunidades que hagan germinar nuestros deseos, pero que doloroso resulta cuando estas nubes dejan de bañar nuestras tierras porque se han dado cuenta de que no están donde deberían o que no alimentan tierra fértil.

Pues ya vez, querido extraño mío, a quien pude conocerle su pasado, ahora que te guardo en el suspenso de un anonimato hiriente a tu recuerdo, aunque todos sepan ya tu nombre, me confieso perdida en éstas islas qué dejaste bautizadas con un tal vez que llevaba nuestras iniciales.

Tal vez no lo sepas, mi querido prisionero, pero yo guardaba estrellas por las noches cuando tocaba tu cabello y te besaba con su luz.

Y ahora que nadie me necesita en el cobijo de sus brazos, ni en el chistar imponente de un beso apasionado, noto la demanda de tu amor recluso.

Ese qué muchas veces me resultaba tan asfixiante, al punto decisivo de querer huir como lo hice, aún así, ahora lo veo preferible en contraste de algunos balances, medido a la soledad implacable que ahora me amenaza con matarme al compás de una locura que no conocía fuera posible.

Y te lo diré yo, querido amigo, que de entre todas las dementes me han graduado con honores en el manicomio de mi casa.

Confío en que mi sobria abstinencia de ansiedades y conspiraciones abnegadas llenas de casualidad, aquellas que me gustaba llamar con tu nombre por amor, llenen el espacio muerto qué ha quedado con tu ausencia, con ella y con este suspiro abnegado qué se ha resistido a irse de mi cuerpo con tu aliento consecuente.

Algunas veces mucho me temo que así sea, que se vaya y no me diga, que me despierte un buen día y aparte de estar sola, me haya olvidado de tu calor.

Me siento perder mi muchosidad inestable y torpe, con la que solo puedo ser capaz de hacerle frente al mundo de estos días, no lo malentiendas por favor, nuestro tiempo ya fue y no es que quiera volver contigo, no es así,solo busco desahogarme.

Tan solo digo, querida ilusión de humo, que tan distorsionado se encuentra mi mundo justo ahora, que de entre todos los revoltijos de mudanzas, pensamientos y tormentas que arriban a mi puerto en estos días, tú nombre termina haciéndose lugar en este inestable subconsciente como alguna clase de alivio, cómo si tu desastre no hubiera dejado secuelas mortales qué me ha costado tanto cicatrizar con fuego.

Un pequeño diario de amores frustradosWhere stories live. Discover now