CAPITULO 40

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Camila soltó una risita.

- Ven... - la llamó ahora, acariciándole la espalda. Ella accedió, acercándose suavemente, mientras su mirada iba volviendo cada vez más oscura e iba perdiéndose en el eco de sus palabras. – bésame, mi amor.

Tragó saliva y miró su rostro de arriba hacia abajo antes de poder besarla. Sus ojos cambiaron de matiz y todos sus músculos se tensaron al poder tocar sus labios con los suyos. Los abrió con cuidado, dejando pasar su lengua con delicadeza dentro de la boca de Camila.

Esta le correspondió, mientras sus dedos se pasaban deleitándose sobre la espalda de Laurem. La apretó contra ella, moviendo su boca al mismo ritmo que Lauren. Apretando. Chupando. Acariciando. Mordiendo. Esto era tan malditamente bueno...

De pronto Camila se detuvo, abriendo los ojos y separándose de la boca de Lauren.

- ¿Qué sucede? - preguntó Lauren, un tanto preocupada.

Ella se quedó todavía callada, bastante expectante. En ese momento, el llanto de una niña se escuchó desde la habitación siguiente.

Como dije, siempre tenía los cinco sentidos puestos en su hija.

- Es Elisabeth. – le dijo y de inmediato se escabulló para poder ponerse de pie. Corrió hasta el otro extremo de la cama para llegar a la mesita de noche y tomar la camiseta ancha que Lauren se había quitado hace unos minutos.

Levantó ambos brazos y meneó el cuerpo para que la tela se acoplara a su anatomía, aunque verdaderamente le quedaba bastante ancha. Y de pronto ya no estaba. Había desaparecido de la habitación en menos de un minuto.

Y Lauren se quedó estirada sobre la cama.

Camila nunca dejaría de sorprenderle. Pero... joder... tenía que ser sincera. Estaba bastante excitada. Con muchísimas ganas de estar con ella. De abrazarla. De tocarla. De juguetear un buen rato. De hablarle. Ahora mismo tenía una erección considerable en sus pantalones que no sabía cómo desaparecer. Bajó la mirada y observó el bulto. Mierda... tenía que acostumbrarse a esto, se repitió una vez más. Podía lograrlo. Es que jamás se vio metida en este tipo de situaciones, en donde el llanto de un bebe diera por terminada su momento junto a su chica.

Se pasó las manos por la cara y soltó aire a medida que iba apaciguándose. Seguramente Eli se dormiría de nuevo y ellas podrían volver a intentarlo...

Segundos después, escuchó a Camila caminar en dirección a su habitación. Pero no la vio aparecer sola. Traía en brazos a Elisabeth, que tenía los ojos pequeños de haber llorado con ganas hace minutos y también por recibir la luz después de dormir en oscuridad. Su cabello estaba alborotado y en la mano derecha traía una manta rosada. Miró a Lauren de inmediato, y  ella la miro.

- Tiene miedo. - Camila hizo puchero y Eli se escabulló en su cuello, abrazándole. – ha estado viendo esas caricaturas de monstruos o cosas así.- Lauren tragó saliva.

- Que duerma con nosotras. – dijo sin pensárselo.

O tal vez sí lo había pensado... estaba eligiendo a su... a su hija en vez de poder pasar un buen momento con Camila.

- ¿En serio? – los ojos de esta brillaron.

- Sí. – volvió a afirmar. Quitó las sábanas que cubrían su lado. Camila dio varios pasos hacia ella, acercándosele. – ven aquí. – le dijo estirando los brazos y recibiendo a Elisabeth que de inmediato intercedió a estar junto a ella. Lauren la acomodó a su lado, subiendo las sábanas hacia ambas y tapándola hasta el cuello y Lauren hasta su estómago. Y ella se movió para estar pegada a Lauren. Dentro de su razonamiento no podía caber la idea de que con Lauren se sentía tan segura. Desde que la conocía, le fascinaba que la mantuviera en brazos, cargándola o haciéndola jugar, volar, reírse. Quizá todavía no podía entender por qué sentía esa química tan tierna. Quizá todavía no podía asimilar que era gracias a que se trataba de su madre. Pero para ser honestas, ambas solo necesitaban tiempo para reconocerse.

Camila apagó las luces de la habitación, haciendo que Elisabeth susurrara un: "Mami...", bastante asustada por no poder divisar nada y por no tenerla con ella.

- Aquí estoy. – le avisó su madre, que pronto también se acomodó a su lado. Eli quedó entre los dos. – duerme, mi amor. – le dijo besándole la frente. Atrajo las sábanas y se tapó de la misma forma.

- ¿No hay un beso para mí? – preguntó Laurenn. Dentro de ella se sintió como una niña. Y probablemente muchas veces se comportaba como tal.

Camila sonrió.

- Sí. – le dijo y se inclinó para poder besarle una mejilla. Trató de divisar su rostro, que estaba iluminado por la luz que entraba a medias desde la ventana, se agachó y estiró los labios. Cuando esperaba tocar su piel, fue con sus labios con los que se encontró. – hey. – le dijo separándosele de inmediato, con una sonrisa inquieta.

Lauren relamió sus labios. Arriba y abajo, muy lentamente.

- Ya duerme. – le dijo ella, acomodándose en el otro extremo.

- Tenemos un asunto pendiente, gatita.

- Lo resolveremos mañana. – respondió Camila, acurrucándose.

Lauren sonrió. Segundos después notó la respiración de Elisabeth contra su brazo derecho. Un impulso dentro de ella se encendió, llevándola a quitar suavemente el brazo de ahí y abrazar a Elisabeth, con cuidado y sin despertarla. Ambas pieles hicieron contacto. Lauren abrió un poco más los ojos al sentirla más cerca y notar que su brazo derecho le quedaba grande. Podía rodearla con toda ella. Era tan pequeña. Pequeña y preciosa. Asimilar que le pertenecía no había sido una faena dura. Es más, cada día se sentía más cercana a ella y muchas veces hasta le proporcionaba celos o molestias que Elisabeth hiciera cosas que no debía. Propio de una madre como ella. Celosa y demasiado protectora.

Parte de esos días que había experimentado viviendo con ella y con Camila, le habían hecho entender definitivamente que acostumbrarse a esta nueva vida no iba a ser tan malo. Podía hacerlo. Y en realidad, deseaba hacerlo hasta el último minuto. Horas después ambas cayeron dormidas.

El pecho de Lauren subía y bajaba suavemente envuelta en un sueño profundo. Todavía tenía a Elisabeth abrazada con el brazo derecho y graciosamente ella también había intercedido a posicionar su brazo sobre su madre. Lástima que ninguna de las dos podía notarlo por lo dormidas que se encontraban. Era tan digno de una fotografía.

Camila las observaba desde el otro extremo de la cama. Sus ojos estaban humedecidos, pero se había prometido no llorar más. ¿Por qué hacerlo? Era ahora donde su vida estaba empezando a tomar mucho más sentido y donde todas las cosas por las que había luchado por fin estaban saliendo a la luz. Definitivamente había valido la pena esperar tanto por este momento. Por tenerlos a los dos junto a ella. No había otra cosa que anhelara más que lo que estaba viviendo. Y nadie podría quitársela.

Por ahora... sus días de lucha habían terminado, se dedicaría a descansar y disfrutar de lo que le estaba tocando experimentar. De Lauren. De Elisabeth. Su vida. Empezar a preocuparse por ella un poco más. Darse un tiempo. Vivir... sí... eso exactamente, vivir.

TENTATION 3 CAMREN G!PWhere stories live. Discover now