Capítulo 3

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Dylan

¿Quién dice que no puedo estar enojado? Damián está demostrando que quiere estar únicamente con nosotros para conseguir a alguien que nos cuide y eso está más que claro. Sigo recuperándome de la gripe y no estoy de lo mejor sin embargo ya no le dirijo la palabra, no tiene la obligación de hacerlo, pero ¿por qué nos habla bonito y tenemos que encariñarnos? Su personalidad provoca que cualquiera lo quiera en su vida. Tiene un don.

—¿Qué piensas tanto? Toma la pelota —Noah me habló desde la cancha de Basquetbol - Mas tarde estará congelado, no podremos disfrutar. Que genial se siente jugar, no seas un amargado.

—No estoy de humor —arrugué las cejas y cerré los ojos feliz de tener una chaqueta abrigadora conmigo.

—Que aburrido eres —bufé.

—Estoy resfriado ¿recuerdas? Además, me dejaron salir solo porque querías compañía. Yo debería tener la libertad de elegir.

—¿Te enoja que Damián te dé algunas reglas? Estamos en su casa...

—Lo sé, pero no fue como que lo obligáramos —pateé unas piedras.

—Es raro obedecerlas, pero la verdad a mí no me molesta —se encogió de hombros—. Espera un poco si te quieres ir ¿vale? Es lindo que estén con nosotros. Piensa positivo Dylan.

Siguió en lo suyo y yo me senté en un banquito

—¡Te quedan tres minutos!

—¿Me estas jodiendo? Noah, no te pongas del lado del cascarrabias ese, me quedaré fuera el tiempo que se me dé la gana.

—Colocó el cronómetro, aquí está —me mostró un celular que seguramente es de Damián y me acerqué hasta arrebatárselo—, ¿Qué demonios?

—Que se meta los minutos que me quedan por donde le caiga —escupí mis palabras.

—Eres pesado, solo intenta ayudar.

—No quiero su ayuda.

—Gruñón —se volteó y suspiré.

—Perdón, es solo que no quiero acostumbrarme a todo esto Noah, entiéndeme —caminó a pasos agigantados para abrazarme—. Uy me ahorcas.

—Estaremos siempre juntos, por favor... por favor no cometamos el error de irnos.

—Si, si ya dijimos que aceptaríamos esa propuesta.

—Ahora juega.

—¡Se acabó el tiempo! —oí su voz desde la puerta.

Genial. Pensar que se le iba a olvidar era una fantasía, es que no se le escapa ninguna, me impresiona lo organizado que es en ese sentido. Me hace sentir como un crío, los horarios no existían hace una semana, ¿por qué ahora sí?

—Me quedo —dije muy orgulloso porque me defendí sin embargo no contaba con la cara de pocos amigos que puso Damián.

—A beber líquidos vas a ir y a descansar.

—Me recuperé —levanté una ceja y me crucé de brazos—. Déjame en paz.

—¿Quién se levantó con el pie izquierdo el día de hoy? —preguntó a la nada como si yo no estuviera presente—. Te recomiendo que entres.

—Pues aquí estoy perfecto.

—De acuerdo, si no te recuperas no será porque yo no te lo advertí, todo lo contrario —caminó hacia la entrada y me sentí pésimo.

Tiene razón, más allá de que esté molesto por algo absurdo debo cuidar de mi salud. Apreté mis nudillos y entré detrás de él, pude ver como sonreía.

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