Capítulo 20

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Dylan

Le dije papá.

Joder, mis mejillas se tornaron de un color rojo intenso y su sonrisa era inmensa. Fue adorable verlo con esa emoción interna. Que lo quería era la completa verdad, es el mejor y no dudaré en decírselo la próxima vez. Si fue un momento incómodo en el que lo solté, pero vamos, me sentía en confianza, él me da confianza.

Carraspeé separándome un poquito y me volvió a abrazar para darme muchos besos en la cabeza. Me tenía mimado en ese cuarto, salimos riendo a carcajadas.

—Y yo que creía que te vería llorando —dijo Noah divertido.

—Ja, ja, muy gracioso —le saqué la lengua.

—Ustedes no pierden momento para pelear ¿no es así? —nos molestó sonriendo—. Vamos, al auto pequeños renacuajos. Tenemos que llegar al campamento.

—¿Puedo ir esta vez en el asiento...?

—Si Noah, te lo cedo, para que veas que soy buen hermano —Damián me dio dos palmaditas en la espalda.

—Que hermanables niños tengo.

—Papi ¿nos quedaremos solo un día? ¿Pueden ser dos?

—No mi vida, solo uno porque hay cosas por hacer —le contestó a mi hermano—. Además, el domingo deben preparar la mochila para ir a la escuela ¿o no?

—Ay, no quiero —me quejé.

—Pobrecitos, pero hay responsabilidades, chiquitos. Andando. Que se nos hace tarde y su tío Caleb nos cortará la cabeza —fue en busca de las llaves del auto.

Nuevamente cerramos toda la casa y esta vez no hubo ningún inconveniente, nos reíamos en el camino por la más mínima cosa, colocamos música y por primera vez tuve una canción favorita que escuché en la radio. Damián por supuesto no dio más de la alegría y la apuntó en su teléfono para recordarla siempre. Me enseñó que en el celular podía buscarla, no estaba acostumbrado a tanta tecnología ya que es un poco complicado a comparación de mi celular anterior el cuál servía solo para llamadas. Aunque aprendo rápido.

—El móvil un par de horitas ¿eh? Porque los veo muy concentrados ahí —nos observó por el retrovisor—. Aprovechen de desconectarse, sentir la naturaleza, correr, hacer amigos.

—¿Los chicos que estarán son hijos de tus amigos, pa? —pregunté despreocupado y Noah se quedó con la boca abierta.

—¿Le dijiste...? ¿Tú? —el menor se abalanzó sobre mi dándome un abrazo y Damián sonrió.

—Uhm, si...

—¡No me lo quites! —abrí los ojos sorprendido y Noah se abrazó a si mismo—, yo también le digo papá...

—Niños por dios, pueden llamarme como ustedes quieran. A los dos les digo "hijo" y no por eso prefiero a uno más que al otro —dejó claro—. Ya habíamos conversado de esto ¿o me equivoco, jovencitos?

—No papá —susurramos al mismo tiempo y me causó un revoltijo en el estómago decirle así.

También es mi primera vez con un papá, siempre veía que todos los chicos a mi alrededor lo tenían menos yo. Aunque intenté ser fuerte a pesar de las burlas constantes de los demás. Decía que era huérfano porque en parte era verdad, no tenía a ninguno de los dos y mi tía no contaba como mi propia familia. Lo bueno de todo esto es que el abuelito de la otra cuadra me enseñó a que debía creer en algo, para que me aferrara a eso y me diera fuerzas para seguir ayudando a Noah. Me dijo que me acercara a Dios o al universo, que me pusiera a rezar o pedir y se me aliviaría la pena que sentía a diario. Y así fue, le seguí sus consejos, rogué por alguien como Damián. Lo fantástico de todo esto es que me escuchó.

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