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Estaba bastante acostumbrado a los cambios, pues nunca nada se había quedado en su vida demasiado tiempo como para que llegase a echarlo de menos.

—Ya deberías irte a descansar —escuchó la voz de su jefe por encima de su hombro. Se giró ligeramente sin dejar de trabajar en lo que estaba haciendo. Un motor de 9 cilindros que llevaba mucho tiempo dándoles problemas a todos en el taller.

—Aún no termina mi turno —respondió— si me quedo un par de horas más estoy seguro de que puedo terminar con todos los pendientes que quedan.

—Ese es el problema, muchacho, ya no quedan más pendientes —dijo quitándole cuidadosamente la llave que tenía en las manos— arreglaste todos los encargos que teníamos así que, a menos que vuelvas a tus días de delincuente y comiences a destartalar autos en la calle, no tenemos nada hasta mañana.

Draken suspiró. Sabía que este momento llegaría, aunque esperaba que tardara un poco más. Había estado ocupando su mente con todo lo que pudo encontrar, estudiaba hasta que sus ojos dolían, trabajaba hasta que se le entumecían las manos y hasta se había encargado de solucionar todos los desperfectos de su casa porque sabía que en cuanto se quedara solo con sus pensamientos, su mente iría a parar irremediablemente a Mikey.

Sufría aquel infierno por las noches, cuando ponía la cabeza en la almohada y esperaba a que amaneciera para levantarse e ir a la escuela. No sabía cuánto podría durar si también tenía que pasar por eso durante el día.

—¿Está seguro? No me molesta quedarme un poco más.

—Ya vete a descansar —le dijo una vez más, pero esta vez le dio un amigable coscorrón en la cabeza y añadió— a descansar de verdad. No sé qué es lo que te tiene tan deprimido, pero si sigues reparando autos así, vas a hacer que todos tus compañeros pierdan su empleo.

El rubio asintió con la cabeza y se limpió las manos antes de quitarse el overol. Lo que más quería era evitar causarle problemas a los demás, o al menos así había sido hace un par de meses atrás. De un momento a otro, sus prioridades habían cambiado y si era sincero consigo mismo, lo que más quería ahora era ver al enano malcriado.

Eso, y una noche de sueño como correspondía.

Se subió el cierre de la chaqueta hasta el cuello y guardó las manos en los bolsillos antes de emprender el camino de vuelta. Las calles estaban húmedas por la nieve que se había derretido hace poco, aunque nunca duraban en ese estado mucho tiempo antes de que se pusiera a nevar otra vez. Aquel había sido el invierno más duro de sus 18 años y sospechaba que no se debía únicamente al clima. Los últimos aires del otoño habían desaparecido para darle paso al frío y a la oscuridad, una oscuridad que reinaba en las calles y que parecía impenetrable.



Nunca nada se había quedado en su vida el tiempo suficiente como para que llegase a echarlo de menos, pensó antes de suspirar; y, sin embargo, ahí estaba una vez más junto al videoclub.

—Demonios —dijo en un susurro al darse cuenta de que sin querer había terminado en aquel lugar otra vez.

Draken no se explicaba por qué una tienda de renta de películas seguía funcionando en esos tiempos, cuando todo el contenido del mundo estaba casi a un clic de distancia. Tal vez era por el deseo de no dejar morir las cosas, lo que resultaba poético y tan melancólico que dolía. No se explicaba tampoco, como era que Mikey había entrado a su vida y desaparecido de ella sin más, sin dejar ni un rastro, como si se lo hubiera llevado el viento. Para esas alturas, ya ni siquiera estaba seguro de si lo que habían vivido juntos había sido real o simplemente producto de su imaginación trastornada.

Como atrapar un fantasma y no enamorarse en el intento (Drakey)Where stories live. Discover now