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A pesar de las cosas que la gente solía pensar, la familia de Draken no era muy distinta a la de cualquier otro. Puede que ninguna de las personas que estaban sentadas a la mesa en ese momento tuvieran parentesco sanguineo, pero siempre se reunían a la hora de la cena, la hora que tenían libre después de media jornada de trabajo. Draken no tenía una madre o una hermana mayor, tenía una docena de mujeres pendientes de su salud, de si estaba durmiendo lo suficiente, de si estaba estudiando demasiado. Algunas veces era lindo, otras, le habría gustado que simplemente lo dejaran en paz.

—Kenny, no has dicho ni una palabra en todo este rato —dijo una de ellas recargándose sobre su hombro. A nadie le parecía extraño que estuviera en ropa interior.

—¿Para qué voy a hablar?, ¿No les basta con Hana, que no cierra la boca?

Hana, la joven que había estado hablando durante toda la cena sobre el novio que la había dejado injustamente, se calló de golpe y lo miró con furia.

—Qué cruel eres ¡Yo lo amaba!

—Fui comprensivo las primeras diez veces que contaste esa historia —respondió poniéndose de pie.

—¿A dónde vas? —le preguntó otra de las mujeres recargando los codos y el busto sobre la mesa mientras Draken echaba varias cosas en su plato.

—Tengo mucho que estudiar, pensaba llevarme un bocadillo para media noche —contestó y cuando tuvo un pequeño cerro de comida apilado hizo una leve reverencia para dar las gracias y dio media vuelta para caminar hacia su habitación.

—Ken está comiendo más, ¿no creen? —preguntó la mujer de antes. Su nombre era Suzu.

—Debe estar creciendo —contestó otra— el pobre estudia demasiado.

Todas asintieron menos Hana, quien aún tenía el orgullo dolido

Eso fue todo lo que Draken alcanzó a escuchar, pues en cuanto dobló por el pasillo, las voces se convirtieron en murmullos. La puerta de su habitación estaba completamente cerrada y por una buena razón. Habían pasado dos días desde que Mikey había llegado y había sido imposible hacerlo volver al videoclub. No porque Draken tuviera un corazón de abuelita, sino por el hecho de que Mikey llevaba dos días furioso y se negaba a intercambiar una palabra con el más alto. De hecho, la última vez que le había hablado había sido para decirle que era un patán, un mentiroso y que había jugado con sus sentimientos. A pesar de todo seguía ahí, durmiendo en su cama, usando su ropa que le quedaba grande y comiendose su comida.

Cuando Draken abrió la puerta lo encontró recostado en la cama, leyendo una revista. Al verlo, Mikey infló los cachetes, frunció el ceño y desvió la mirada, todo como un acto reflejo.

—Te dije que se escondieras si escuchabas ruido cerca de la puerta —lo regañó, pero Mikey no se dio por aludido. Lo único que hizo fue cruzarse de brazos— vamos, no puedes estar enojado toda la vida, te traje comida.

El más bajo le dio un vistazo al gran plato con su cena y refunfuñó.

—Olvidaste el postre —dijo ceñudo, aunque Draken lo consideró como un avance. Eran sus primeras palabras en mucho tiempo. En eso sacó una barra de chocolate del bolsillo interior de su chaqueta y se lo tendió a Mikey. Este lo aceptó a regañadientes al igual que el plato y comenzó a comer en silencio y con voracidad.

—Ni siquiera sé por qué estás enojado —dijo Draken sentándose en la silla del escritorio dispuesto a comenzar a estudiar.

—Dijiste que no estabas saliendo con Emma.

—No estamos saliendo —contestó— además, no sé por qué te enoja eso, no es como si tú y yo fuéramos novios..

Mikey enrojeció hasta las orejas de pura ira. Tan enojado estaba que hasta dejó de comerse las migitas que habían quedado y le habría lanzado el plato por la cabeza a Draken de no ser porque escucharon pasos acercarse a la habitación.

Como atrapar un fantasma y no enamorarse en el intento (Drakey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora