Nuevos personajes. Nuevas locuras. Nuevas amistades. Nuevo chico. La secuela de She is one of the boys está aquí.
Dylan Carter logró sobrevivir a un cambio radical en su apariencia, a su caótico penúltimo año de secundaria y a un montón de alocadas...
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Llegamos rápido al hospital, Hunter se había tomado en serio lo del término «emergencia» y se tragó un par de luces rojas en los semáforos. Gracias a los Dioses del Destino, ningún policía estaba alrededor.
Porque, o nos hubiesen detenido por exceso de velocidad, o por intentar sobrevivir mientras mensajeaba. A pesar de las quejas de McLaggen, uno; el pánico del momento no me dejó preguntarle a Sawyer en qué hospital se encontraba, y dos; necesitaba avisarle a Matthew de la situación.
Una parte de mí se sintió mal por arruinarle la noche en Mikey's cuando respondió que iba en camino al hospital también.
—¡Gracias por tu ayuda, McLaggen! —le agradecí rápidamente mientras me bajaba de la moto y le lanzaba el casco a su pecho. Para este punto, el latido de mi corazón lo podía escuchar hasta en mis oídos.
Caminé hacia la entrada sin esperar respuesta de su parte. Cada clase de abrumadoras cosas se cruzaban en mi mente, haciéndome preocupar todavía más. No había tiempo para despedidas largas.
—¡Lanie! —Escuché que me llamó, pero estaba demasiado lejos como para volver.
Entré al edificio y enseguida me acerqué a la recepción a preguntar sobre los Brown. Unas cinco personas se encontraban delante de mí, esperando ser atendidas por la evidente lenta mujer tras el escritorio.
El tic de mi pierna hizo una aparición estelar.
Joder, cómo odiaba los hospitales.
—Dylan —La cercana voz de Sawyer hizo que volteara.
Mi corazón se apretó. Estaba pálido, muy pálido. La preocupación desbordaba de sus ojos verdes, ojos que ahora se estaban llenando de lágrimas que no tenían hacía un segundo atrás. Su padre lo acompañaba, el señor Samuel, quien, a decir verdad, tenía peor pinta que su hijo. No lo culpaba tampoco.
Avanzó hacia mí en cuatro grandes zancadas y tuve que morderme el labio para no echarme a llorar cuando hundió su cara en el hueco de mi cuello y me abrazó con tanta fuerza que mis pies dejaron de tocar el suelo.
—Hola —los saludé con un hilo de voz.
—Hola. —Él permaneció así durante unos cortos segundos más, inmóvil, como si estuviese reuniendo fuerzas en mi abrazo.
Me regresó del suelo en un suspiro y dio un paso atrás para mirarme a la cara. Aunque dadas las circunstancias no era apropiado pensarlo, había extrañado la presencia de cualquiera de mis tres chicos.
—Gracias por venir, Dylan —terció el Sr. Brown, dándome un intento de sonrisa.
—No fue problema, Sr. Brown, en absoluto —me apresuré a decir.
—Es bueno verte —comentó Sawyer—. Chase manda sus saludos.
—¿Por qué no te ha acompañado? —pregunté, sintiendo que la nostalgia daba otro paso fuera de la jaula.
