Capítulo 44 (Parte 2)

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Una vez mi madre me dijo que lo más complicado de equivocarse, además de asumir las consecuencias, era pedir perdón

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Una vez mi madre me dijo que lo más complicado de equivocarse, además de asumir las consecuencias, era pedir perdón. Esa noche tuve que enfrentarme a las dos.

Siendo completamente honesto lo que más me pesó era haberle arruinado la noche de Pao. En otras palabras, estaba bastante cómodo con la idea de ser un idiota, lo había aceptado hace años, excepto cuando eso implicaba hacerle daño a ella. Bueno, supongo que a todo el mundo, pero podía poner el resto a debate.

Así que siendo consciente de mi error, sin querer dejar pasar más tiempo cuando tenía claro los pasos, me propuse arreglarlo. No fue fácil, pedir perdón nunca fue mi fuerte, odiaba esa cara de decepción con el que viene acompañado, pero respiré hondo, me armé de valor y pasado un rato, con el eco de una porra motivacional de Aurora que se quedó bailando en la sala, me decidí a buscarla.

Ya no me importaban Alan, ni las bombas de chocolate, ni el refugio, solo quería que Pao dejara de estar molesta conmigo.

Toqué despacio, pero nadie contestó. Sabía que Pao estaba ahí y también que ella conocía quién estaba del otro lado. No quería verme, pero yo tampoco quería rendirme. Ambos éramos testarudos. Así que empujé despacio la puerta asomándome por una rendija para revisar no estuviera ocupada en otra cosa o dormida. La encontré llenando los talonarios, casi a oscuras, solo iluminada con la tenue luz que escapaba de su lámpara en el taburete.

El sonido despertó su atención, alzó la mirada para encontrarse un segundo con la mía, pero al notarme volvió a lo suyo alzando el mentón, fingiendo le daba lo mismo. Sí, seguía enojada.

Pasé saliva nervioso, en mi casa solían decir que no había nada peor que una mujer molesta. Sobre todo una como Pao, que era la chica más dulce del mundo cuando la tratabas con afecto, pero enojada parecía tener deseos de matarte.

—¿Qué pasa? ¿Vienes a revisar no esté con nadie más en la habitación? —escupió, por si hacía falta confirmar. Muy enojada—. Lamento decepcionarte, pero no —añadió sin verme a la cara—. De todos modos, si quieres puedes revisar.

—En realidad, venía a decirte dos cosas... —murmuré acercándome cuidadoso. No me miró, siguió atenta a sus letras—. La primera es que vuelvas a la sala —le pedí, me estaba matando la culpa por verla triste—. Esta es tu casa Pao, no es justo tú estés aquí encerrada. En todo caso, puedo irme yo para que estés más cómoda —propuse.

Pao siguió en lo suyo sin oponerse. Casi la pude escuchar decir "bien por ti, te me cuidas". Lo acepté, tampoco esperaba otra respuesta, ni que me pidiera no lo hiciera. Respiré hondo, aún faltaba lo más difícil.

—Y... También quería pedirte un disculpa —agregué sincero. Detuvo la pluma sobre el papel un segundo, pero se recompuso enseguida, dejando claro no le afectaba—. No debí decir algo así...

Pero esa aclaración era muy ambigua para su gusto.

—No puedo creer que pienses podría engañarte —escupió dolida, mirándome con reproche.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora