Capítulo 32

3.5K 588 961
                                    

—Los milagros existen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Los milagros existen.

La prueba fue que mientras esperaba impaciente a Pao, por la puerta atravesaron Álvaro y Alba. Tallé mis ojos solo para asegurarme no se trataba de una alucinación. No los esperaba. En los años conociéndonos nunca recibí una visita casual de su parte a la tienda, mucho menos juntos. De hecho, aún me costaba un poco visualizarlos como pareja. Es decir, no había nada de malo, solo que eran tan distintos que me fue imposible callar mi hipótesis apenas pusieron un pie dentro.

—¿Vienes a reparar un celular que le rompiste en la cabeza a Álvaro? —dudé. No parecía una idea tan descabellada.

—Eso suena a algo que haría contigo —escupió Alba. Sí, era ella, no únicamente lo comprobé por su dulce comentario, sino ante el puño que me enseñó en una advertencia. Su novio sonrió comprensivo, estaba acostumbrándose rápido a las amenazas de muerte.

—Entonces...

—No son tragedias —adelantó Álvaro, que era el de las noticias. Alba a su lado aguardó, sin adelantarme nada, apoyándose en el mostrador, mientras él se encargaba del resto—. En realidad, vinimos a entregarte una invitación para la boda que será en unas semanas —soltó contento, sin ocultar su felicidad.

No escondí la sorpresa, hasta ese momento había ignorado el paquete que llevaba entre sus manos y la cercanía de la fecha, pero la tomé gustoso. Las fiestas eran mi especialidad, si las disfrutaba siendo un colado, más entre buenos amigos. Reconocí, por el material y diseño, debía ser costosa. La abrí con cuidado para no romperla, hasta podía revenderla...

Estuve a punto de leerla, pero me distraje por el sonido de la puerta. Bastó con alzar la mirada para olvidarme del mundo al toparme con la brillante sonrisa de Pao que también se asombró al encontrar visitas.

—¡Hola! —los saludó animada al recuperarse, acomodando su bolso—. Que gusto verlos, Alba y Álvaro —mencionó honesta.

Clavé sin disimulo mi mirada en ella. No sabía si era cosa de mi imaginación o Pao cada día me parecía más bonita. Intenté mantener mi boca cerrada porque aún no habíamos hablado de cuándo se lo diríamos al club, aunque por mi sonrisa que gritaba sin contenerse lo que sentía, reconocí no debíamos esperar se mantuviera mucho tiempo fuera de su conocimiento.

—Igualmente, Pao —respondió él con una sonrisa—. Le contábamos a Emiliano que Alba y yo estamos entregado las invitaciones para la boda —la puso al tanto. Ella asintió, entendiéndolo. Fijó sus ojos en mí antes de volver a concentrarse en sus palabras—. Por cierto, esta es la tuya, esperamos no faltes —mencionó con esa sinceridad que lo caracterizaba.

Pao enloqueció de felicidad cuando la recibió. No contuvo su emoción,  se le escaparon un par de saltitos admirándola. Debía sentirse como si fuera Cenicienta invitada al palacio. Sonreí enternecido por su genuina ilusión.

—Dios, es preciosa. ¡Muchísimas gracias! Gracias a los dos —repitió abrazándola contra su pecho—. Les agradezco mucho se acordaran de mí.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora