Capítulo 43 + Aviso importante ❤

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Volví a recordar mi época de universidad cuando Pao me contó que esa semana empezaría a prepararse para los exámenes del semestre

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Volví a recordar mi época de universidad cuando Pao me contó que esa semana empezaría a prepararse para los exámenes del semestre. Pude limitarme a desearle suerte, pero pensé que sería un buen plan que se pasara por mi casa el domingo. Yo adelantaría al trabajo, ella podría estudiar en paz y pasaríamos la tarde juntos. A Pao la idea le gustó. Además, se me ocurrió darle una sorpresa.

Siendo honesto se trataba de una verdadera tontería. Un par de años antes me hubiera reído del idiota que perdiera media mañana preparando cualquier cosa para una chica, pero... No sé, supongo que como dicen por aquí primero cae un hablador que un cojo, porque aunque sonara patético me emocionaba imaginar su reacción. En verdad necesitaba saber cómo hizo esa chica para hacerme perder la cabeza.

Supongo que nunca tendría respuesta, pero dejó de importarme apenas escuché el timbre que anunciaba su llegada. Estaba ahí. Por suerte estaba casi listo, así que apagué todo para recibirla. Sonreí idiotizado esperando que le gustara tanto como a mí me entusiasmaba la idea de tenerla conmigo toda la tarde.

Cuando abrí la puerta me dio una dulce sonrisa. La encontré con su maletín colgando de su brazo, llevando puestos unos pantalones café, botines, y una chaqueta corta verde olivo que reconocí. Estaba claro había dejado sus vestidos porque venía a trabajar.

—Hola Pao, ¿cómo van las cosas? —la saludé.

—Pues... —Pao pintó un mohín desanimado, ladeó la cabeza, pensándolo. Esa no fue la respuesta que esperaba—. Tengo algunos problemas, pero nada grave... —reveló. Alcé una ceja intrigado por su comentario—. ¿Me dejas pasar? —preguntó divertida, despertándome.

—Sí, sí. Claro, guapa —respondí—. ¿Quieres contarme qué pasó? —cuestioné.

No pareció demasiado entusiasmada, pero terminó accediendo.

—Mamá y yo estamos enfadadas —me confesó con un suspiro dejándose caer en el sofá. Vaya, eso sí fue una sorpresa. Según Pao ellas no solían discutir. No me pasó por la cabeza por qué se molestarían.

—Que mal... —admití—. ¿Qué pasó? ¿Robaste galletas de la alacena? —intenté adivinar. Pao entrecerró sus ojos miel antes de dibujar una sonrisa.

—Algo peor... La madre de Aurora le contó lo de la comisaría —me confesó cubriéndose la cara. Mal inicio—. No la vi llegar —admitió. Yo tampoco—. Estaba con mi hermano y cuando bajé las escaleras escuché como le decía a mamá que nos arrestaron por mal comportamiento —me platicó atormentada—. Ella no lo tomó bien, pero empeoró cuando le aconsejó debía tener más cuidado con mis amistades porque eran personas conflictivas que me llevarían por el mal camino.

Asentí, escuchándola. No supe ni cómo defendernos con nuestros antecedentes.

—Ay, Emiliano, yo quise intervenir y explicárselo, pero mi hermano me recomendó esperara hasta se marchara para que habláramos con calma. A él sí le conté la verdad... —mencionó con la mirada perdida—. Yo sé que suelo decir que es un tonto, pero se portó muy lindo conmigo —murmuró con una débil sonrisa que fue borrándose de a poco—. Imaginé que mamá lo tomaría igual, pero...

El club de los rechazadosWhere stories live. Discover now