Primer extra

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KyungSoo se sentía extremadamente complacido al saber que ahora podría hacer muchas cosas que en el pasado nunca habría imaginado, como recorrer las calles del pueblo con libertad, cuidar de sus hijos en paz, asistir a algunos festivales en sus respectivas épocas, jugar con algunos niños sin prejuicios en medio y, por supuesto, amar libremente a su alma gemela.

Con la llegada de la paz absoluta, KyungSoo había tenido tiempo y ánimos para descubrir cosas sobre JongIn que antes no había podido debido a las circunstancias; por ejemplo, que a JongIn le encantaba pasear a su lado, recorrer lugares nuevos juntos; también era de su gusto compartir un tiempo relajado y al aire libre donde la música lo dominaba todo, bailar para él y tocarlo y ser tocado casualmente, sin ningún tipo de compromiso en medio.

JongIn era una persona táctil, muy cariñosa y apegada, y KyungSoo estaba muy bien con los abrazos, los besos y las sujeciones firmes. Mucho más que bien, de hecho; KyungSoo lo amaba por completo, y amaba también las distintas reacciones de su compañero cuando KyungSoo se encontraba demasiado cariñoso o demasiado pícaro como para mantener sus manos para sí mismo. Era muy, muy adorable y se sentía muy cálido cuando JongIn le daba esa mirada cargada de cariño y alivio, asombrado por su osadía, pero también indiscutiblemente feliz por tenerlo de nuevo entre sus brazos.

Esta vez no fue la excepción.

KyungSoo paseó su mano por encima del trasero de JongIn y dejó un apretón juguetón sobre una de sus nalgas. JongIn se encontraba preparando el almuerzo y KyungSoo había aparecido detrás de él, demasiado coqueto y complacido con la figura de su cuerpo vestida con sus lindas túnicas y las mangas sujetadas para exponer sus elegantes antebrazos como para no tocarlo. Juntó sus cuerpos casi por completo, medio abrazándolo, medio amasando sus músculos, y JongIn lanzó una mirada de reojo con una ceja alzada.

—Hola, hombre hermoso —dijo KyungSoo con una sonrisa brillante, como si no estuviera toqueteando su trasero en este momento de forma desvergonzada—.

JongIn, aparentemente tranquilo e inmutable, removió los vegetales que se cocinaban lentamente y lo llenaban todo de un agradable y apetecible aroma. KyungSoo posó su mejilla sobre su hombro y se apretó aún más contra él.

—Hola, ¿cómo estuvo el pueblo?

KyungSoo ronroneó por lo bajo y dejó un beso en su omóplato, otro en su nuca cubierta por su largo cabello y otro más en el trozo de piel que su túnica no alcanzaba a cubrir.

—Como siempre, un poco menos atractivo y hermoso sin ti allí para embellecerlo todo.

JongIn sonrió.

—Creo que era lo suficientemente precioso ya que tú estabas en él.

—Oh, mi señor... Qué halagador —susurró en su oído antes de apretar el suave lóbulo con sus labios y lamer ligeramente la piel sensible—.

JongIn suspiró profundamente, giró el cuello y KyungSoo aprovechó ese momento para unir sus labios y deslizar la lengua en su cavidad; un beso lento, cálido, capaz de robar el aliento y fundir la pasión. Se alejaron con un chasquido húmedo y KyungSoo besó su mejilla caprichosamente, luego la frotó con la propia y suspiró sonoramente.

—Los chicos están en el patio —advirtió JongIn mientras alejaba los vegetales del fuego y se giraba para poder abrazarlo por la cintura—.

KyungSoo se dejó caer rápidamente sobre el pecho de JongIn y sus manos bajaron hasta cubrir sus dos nalgas. JongIn entrecerró los ojos y KyungSoo parpadeó con falsa inocencia y ternura.

—Lo sé, los escuché al llegar. Estaban discutiendo porque no podían ponerse de acuerdo sobre quién era el más maduro de los dos.

—Hmm, no creo que pueda elegir a ninguno. Ambos son iguales.

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