Nuevas perspectivas

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Terminó quedándose con JongIn y su familia.

Ya que era el mayor quien parecía conocerlo del trío, inevitablemente KyungSoo acabó pasando mucho más tiempo con él; aún así, no se negó a compartir algunos momentos de descanso y jugueteo con el pequeño SooBin y JongSoo, el hermano mayor del más pequeño del trío, quien se había vuelto más abierto e infantil con el pasar de los días bajo su compañía.

KyungSoo había deducido que su antiguo yo fue alguien realmente importante e influyente para estas personas. Y es que eran demasiado apegados a él, demasiado atentos. KyungSoo había notado sus miradas profundas llenas de temor, cómo JongSoo lo tomaba de las manos y las apretaba entre las suyas, como si tuviera miedo de que KyungSoo desapareciera de un momento a otro en un instante de descuido. Y, también, más de una vez presenció la manera en que sus ojos se llenaban de lágrimas que no se permitía soltar ante los demás.

JongIn era más sutil. Trataba de no tocarlo demasiado y le daba su espacio, solo encontrándose con él cuando KyungSoo lo llamaba o lo buscaba directamente (que ocurría la mayoría de las veces). A pesar de esto, KyungSoo nota los pequeños detalles: JongIn siempre le servirá una taza de té de jazmín (su favorito), le obsequiaba bolsitas llenas con los dulces que más disfrutaba y le narraba historias pasadas con una sonrisa calmada y una mirada extremadamente suave, casi frágil y vulnerable.

KyungSoo disfrutaba mucho de estos momentos, ni siquiera tuvo un minuto para sentirse como una carga o una molestia, de hecho, se sentía bastante a gusto con la pequeña familia, como si él realmente perteneciera ahí (su corazón, su zorro y la amabilidad de todos ayudaba a reafirmar este sentimiento).

Así pues, terminó por aceptar esta nueva forma de vida alejada de la carretera, las risas del pueblo y el ajetreo de los largos viajes con los brazos totalmente abiertos y el corazón tranquilo y a gusto. Sin atreverse a exagerar o adornar la lluvia de sus sentimientos, pensamientos y sensaciones en ese entonces, siente como por fin encontró la razón tras sus viajes, que ha llegado al destino definitivo que había estado buscando tan afanosamente.

Ya que KyungSoo no contaba con buenas costumbres del sueño desde su infancia, tomó por costumbre levantarse a mitad de la noche para deambular por la entrada de la casa y recorrer las lindes del bosque en busca de posibles peligros que acecharan mientras todos dormían. Nunca encontró nada, pero era una actividad que agotaba su cuerpo y le permitía sentirse lo suficientemente cansado como para regresar y dormir sin muchos problemas.

Si no caminaba, entonces se sentaría bajo las ramas del árbol de magnolias que daba a su ventana y se dedicaría a meditar a mitad de la noche. Esto calmaba su cuerpo y su mente, relajaba su alma y le provocaba paz, por lo que era una opción viable y bastante efectiva.

Y, de hecho, es justamente lo que tenía planeado hacer en esta ocasión.

Salió sigilosamente de su habitación, cubierto con una capa extra para poder soportar el frío nocturno del bosque, el cabello suelto cayendo con libertad alrededor de su rostro y una pequeña sonrisa impresa en sus labios. Recorre el pasillo oscuro que lo llevará a la sala de estar y la cocina espaciosa y desliza la puerta para dar con el exterior. Allí, la luna brilla elegante y majestuosamente en el cielo, las nubes perezosas se mueven de un lado a otro, sin amontonarse demasiado, y una brisa fresca sacude las copas de los árboles y las largas mangas de su túnica. Acompañando toda la imagen irreal y etérea, JongIn se encuentra sentado sobre la hierba, una postura recta perfecta mientras mira al cielo.

KyungSoo se detuvo para poder verlo por un tiempo a escondidas. JongIn, al igual que él, se había deshecho del moño sobre su cabeza y había dejado su largo cabello en libertad, danzando suavemente en el aire, también tenía su propio abrigo blanco y acolchado y cargaba con una expresión distante, como si se encontrara muy lejos de este lugar.

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