Un suspiro y un adiós

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Aparecieron en los bosques del emperador en cuestión de un segundo. KyungSoo se afirmó a la mano de JongIn para soportar el mareo de la teletransportación, y una vez repuesto ambos corrieron hacia la zona del desastre, donde se escuchaban gritos y explosiones, pisando con cuidado ante las sacudidas del suelo.

No tardaron en llegar, JongIn los había transportado a una zona cercana y KyungSoo se detuvo de lleno al ver la horrible imagen delante de él.

Celdas y celdas a rebosar con personas de todos los tamaños, todas las especies y todas las edades apiñándose unos contra y sobre otros. Algunos zorros habían recurrido a su forma animal, ya sea por el reducido espacio como por la debilidad de su espíritu y poder. Las hadas, con sus alas rotas, lloraban desconsoladamente, invitando a los demás a sentir su desgracia. Era tan doloroso y tan devastador que KyungSoo sintió sus piernas débiles y su cuerpo estuvo a punto de derrumbarse.

JongIn lo sostuvo por el antebrazo y lo miró con preocupación.

-Ve a ayudarlos. Yo me encargaré de cubrirte la espalda mientras tanto.

Entonces KyungSoo endureció su corazón y se levantó nuevamente. Cierto, estaba aquí para ayudar, no para ser débil. Compuso una expresión compleja y asintió con un poco más de entereza. Fue entonces cuando JongIn lo soltó y juntos se arrojaron hacia el campo de batalla.

El bosque se había convertido en un completo caos. En formas semihumanas, los dragones batallaban con una fiereza inimaginable, los ojos brillando con furia mientras arremetían contra los guardias imperiales. El Grupo Silencioso se les había unido, manteniendo sus propias luchas pero trabajando codo a codo con los dragones. Había caos y destrucción por todas partes, fuego y humo que se elevaban y dificultaban la posibilidad de respirar, ataques de luz que aparecían y desaparecían en intervalos confusos, temblores que dificultaba el movimiento. Un desastre lleno de peligro, el infierno en la tierra.

Gracias a su naturaleza ligera y ágil, KyungSoo se abrió paso entre tanto desastre y tragedia para llegar hasta las jaulas desprotegidas por la furia de la batalla. JongIn se había separado de él para poder unirse a la pelea, luchando con su natural dignidad y elegancia, protegiéndolo a lo lejos mientras él trabajaba. KyungSoo no se permitió distracciones y rápidamente tocó el metal de las jaulas. Como era de esperarse, este estaba cargado con magia para evitar que los prisioneros las rompiesen, así que sería aún más trabajoso y molesto tratar de deshacerse de esto. El hecho de que hubiera más de veinte jaulas era nada más que desalentador.

-No podrás abrir las puertas sin la llave que tienen los guardias, todos los intentos que hagas serán inútiles y estarás desperdiciando tu tiempo -le dijo una chica joven, con su lindo rostro contraído por la preocupación y el frenesí. KyungSoo la miró de inmediato y preguntó rápidamente:-.

-¿Solo es una llave la que abre todas las jaulas?

La joven asintió de inmediato y señaló el cuello de un guardia imperial al azar.

-Todos tienen una copia, de esa manera es más práctico para ellos.

KyungSoo asintió y agradeció la información antes de alejarse para sumarse al lío y al jaleo. JongIn notó su cambio de posición y no tardó en seguirlo, acabando con su anterior enfrentamiento con una floritura de su espada para luego correr hacia él, despejando su camino. Reuniendo coraje y fortaleza, KyungSoo tacleó a un guardia imperial que le daba la espalda, lo noqueó de inmediato con un rápido movimiento lleno de agilidad y le arrebató el colgante con la llave en su cuello; solo entonces regresó a las jaulas y comenzó a abrirlas para liberar a los prisioneros lo más pronto posible.

Con cada nueva puerta abierta, una oleada de personas corría en dirección contraria, tomando a sus hijos y abuelos mientras se dirigían a la libertad. El mar de gente frenética atrajo la atención de los guardias y varios gritos y exclamaciones se dejaron escuchar por encima del ruido de la guerra.

Destinos CruzadosWhere stories live. Discover now