Capítulo 22

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Capítulo 22: Nueva vida, esta vez sí

Eran las nueve de la mañana, y estábamos en el pueblo más cercano que habíamos podido encontrar. Los expresidiarios y yo estábamos dentro del coche esperando a que Abel terminase de hacer las compras. Lo habíamos elegido a él para dar la cara frente al público porque, además de ser el único que podía usar las tarjetas de crédito, no era la primera vez que le veían por ahí. De hecho, él mismo había sido el que nos había llevado hasta allí. Dijo que ese era el sitio donde iba a comprar con sus padres de pequeño cuando pasaban algunos días de vacaciones en la cabaña. Había ido un par de veces antes; era lo suficientemente conocido para no llamar la atención, pero no tanto para que pudieran recordar su cara perfectamente si alguien venía preguntando por él.

Ya habíamos llenado el depósito de gasolina lo suficiente para ir y volver de la ciudad dos veces sin ningún problema. Ahora mismo estábamos esperando a que terminase de comprar algunas prendas extras de ropa mientras cotilleábamos las bolsas de comida que se había encargado de dejar en el coche antes de entrar a la otra tienda.

-¿Qué es esta cosa?

Miré la bolsa que sostenía Logan con curiosidad.

-No lo sé. Lee la etiqueta.

-No entiendo una mierda de lo que pone aquí.

-A ver.

Me pasó la bolsa y, efectivamente, todo estaba en portugués.

-Tampoco lo entiendo.

-A ver, pásamelo a mí.

Eché el producto de vuelta hacia los asientos de atrás, esta vez para que lo cogiera Ian.

-Aquí dice que es algún tipo de comida rara. Un plato precocinado que se supone que contiene todas las proteínas que hacen falta para no sé qué.

Tiró la compra a un lado con gesto de aburrimiento y siguió buscando cosas que le pudieran interesar.

-¿Cómo sabes lo que pone ahí?

-Aburrimiento. Aprender idiomas puede ser una forma bastante entretenida de pasar el tiempo.

Nos quedamos en silencio durante un rato mientras esperábamos al integrante de nuestro grupo al que le había tocado lidiar con la parlanchina dependienta de la tienda, que tenía toda la pinta de ser de las que empezaba a charlar contigo y acababas comprando cosas que ni siquiera sabías que querías.

-¿No os parece un poco arriesgado estar aquí? Es decir, robamos este coche cerca de aquí. Su dueño legítimo podría estar por aquí.

-No, no lo creo. Estaba aparcado en el mismo hotel donde estuvimos nosotros, y vi al hombre entrar en una de las habitaciones esa misma noche. Lo más probable es que fuera un viajero que estaba aquí de paso. De todas formas, estuve hablando un rato con él antes de robarle. Me dijo que estaba intentando visitar todos los continentes en menos de una semana. Al parecer, tenía otro vuelo ayer por la noche, y no podía perderlo por nada del mundo o se le estropearía todo. Supongo que llamó a un taxi para que le llevara al aeropuerto.

-¿Y si nos vio alguien?

-Era demasiado temprano. No había nadie en la calle, y casi todas las persianas estaban bajadas. Además, no sé que como mides tú la distancia, pero ese pueblo estaba a más de ocho horas en coche de aquí.

-Pero siguen perteneciendo a la misma región. Y no habríamos tardado tanto si no condujeras como una persona de noventa años.

-Lo siento, pero nunca llegué a aprender a conducir. Estaba ocupado sobreviviendo dentro de la cárcel. Lo aprendí todo leyendo libros y revistas de coches en la biblioteca de la prisión, y tenía demasiadas ganas de ponerlo en práctica.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora