Capítulo 13

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Capítulo 13: Encuentro inesperado

De camino hacia la sala donde se encontraban los informes empecé a meditar sobre ellos. Recordaba que la habitación tenía la apariencia de ser una sala sobrante, debido a su mal aspecto; como si estuviera abandonada. Entendía que era una estrategia para distraer la atención de todo el mundo sobre ella, pero me parecía algo... poco profesional. Es decir; una prisión como ésta, llena de sistemas de seguridad por todas partes para asegurar su total protección, no lo necesitaba. Disponía del dinero y los medios para conseguir una habitación totalmente blindada y a prueba de genios. No parecía demasiado seguro que ni siquiera tuviera una cerradura en condiciones. Si bien no es imposible abrir una puerta sin contar con la llave, por lo menos dificulta un poco el proceso. Al menos para dar tiempo a que alguien pasara por ahí y viera a quien fuera que estuviera intentando entrar.
Y no me creía ni por un segundo que fuera para no llamar la atención, porque en este sitio sería más bien al revés: era un poco desconcertante encontrar un solo cuarto sin excesiva protección, aunque no hubiera nada importante dentro. Consideraba que era tentar un poco al destino si la única protección que utilizas para evitar que alguien entrase a un sitio, consistía en confiar en que su propia capacidad mental hiciera de barrera. Más aún si consideramos que toda la gente de aquí dentro eran poco menos que genios.

O quizás, no todos. Pero sí todos los reclusos. Hacía falta poco menos que el exterminio de una raza entera para entrar adentro en vez de ir a una prisión normal.
Yo consideraba que los informes de toda la gente que vivía aquí era algo lo suficientemente importante para que intentaran protegerla un poco más. O por lo menos, que intentaran protegerla algo.

Cuánto más pensaba en ello, más cosas raras encontraba. Es más, me extrañaba que no se me hubiese adelantado nadie para robar el expediente de Abel.
La gente que dirigía este lugar no es tonta. Pude que sean muchas cosas, cada cual más cruel e hipócrita que la anterior; pero no son tontos.
Si algo ocurría, era porque ellos así lo querían. O no les importaba y preferían no gastar recursos, esfuerzo y tiempo en evitar algo que no les afectaba a ellos.
Pero eso tampoco lo explicaba. Puede que no les importara como afectase eso a Logan, pero sí que tenían que preocuparse por cómo le afectaría a Abel. Él sería el peor parado, y era uno de los suyos. No podían pasar por alto algo así.

¿O sí?

No.

Imposible.

Puede que no fueran las personas más empáticas y puede que alguna vez hubieran pasado por alto escuchar la versión de algún presunto criminal antes de condenarle, pero nunca le harían eso a uno de los suyos. De los nuestros. Había dejado un poco de lado el hecho de que formábamos parte del mismo equipo.

Era imposible que todo el sistema penitenciario estuviera mal. Tan sólo eran un par de carceleros que se tomaban muy en serio lo de hacer pagar las infracciones, pero no eran malvados, ni insensibles. Estaban de parte de la ley. Sabían qué era lo correcto, y se esforzaban por cumplirla y hacer que todo el mundo la respetara igual que ellos. Sí, eso era. Sólo había empezado a exagerar las cosas, como producto de relacionarme con tantos presidiarios.

Me convencí a mí misma de que estaba haciendo lo correcto de camino a la sala que había empezado todos los líos que tenía en la cabeza. No podía confiar en un criminal, ahora más que nunca me daba cuenta.
Llegué a mi destino, y entré sin pararme a pensarlo siquiera.
Una silueta que estaba empezando a hacerse familiar para mí me recibió apoyado en la pared.

-Parece que esta habitación se va a tener que convertir en nuestra sala de reuniones. ¿No crees?
-Logan.
-Me halaga que recuerdes mi nombre.
Me apoyé contra la puerta que seguía abierta detrás de mí para cerrarla y me quedé ahí apoyada mientras recordaba una escena bastante parecida a ésta, sólo que en unas circunstancias totalmente diferentes.
-¿Qué haces aquí?
-Yo podría preguntarte lo mismo.
-Pero no lo has hecho. Ahora tienes que contestar a mi pregunta.
-¿Hay algo que me obligue a hacerlo?
No. Nada de nada.
-La ética.
No contestó. El único cambio perceptible que hubo en él fue su ceja, que salió disparada hacia el techo.
Después de pensárselo, decidió que contestarme no podía traerle problemas contestar mi pregunta. Y si se los traía, no parecía que fuera a importarle mucho, por lo que contestó.
-Estaba pensando.
-¿Pensando?
Se puede hacer eso en muchos otros sitios, un poco menos prohibidos que éste.
-Recordando, más bien.
Volvió a mirar al punto fijo de la pared que estaba observando cuando lo interrumpí, y se quedó en silencio con la mirada perdida.
Pasaron unos minutos en los que ninguno cambió de lugar ni de posición, por lo que empecé a preguntarme si había entrado en una especie de trance y se había olvidado de mi presencia. Por fin, decidió reaccionar y continuó hablando como si nunca hubiéramos parado la conversación.
-¿Vas a quedarte ahí todo el rato?
Pensé en mentir, pero mi postura era demasiado obvia como para aparentar ser cómoda y despreocupada. Me adentré un par de pasos en el cuarto y me apoyé ligeramente contra un fichero.
-¿Y bien?
Fruncí el ceño. No entendía la pregunta.
-¿Y bien qué?
-Que me respondas por qué has venido aquí. Yo ya te lo he dicho, lo justo sería que tú hicieras lo mismo.
Había algo en su forma de expresarse que me recordaba mucho a Ian. Quizá con un poco más de seriedad, algo más cínico, pero con el mismo sentido del humor un poco terrorífico.
-Quería averiguar algo.
Me dio una mirada a medio camino entre exasperada y cansada.
-Creo que recordar que la última vez que quisiste investigar algo no terminó demasiado bien. ¿Es que no aprendes?
No me lo preguntó con un tono de reproche. Más bien fue con el típico tono de alguien que está intentando enseñarle algo a un niño y ve que comete el mismo error una y otra vez. Me recordó a la vez que toqué un cazo caliente cuando era pequeña. Me quemé, y cuando intenté hacerlo de nuevo un par de meses más tarde mi madre me recordó la primera experiencia con una mirada y un tono de voz muy parecidos. En ese momento no vi a un criminal. Vi a un hermano mayor que había hecho todo lo que estaba en su mano arriesgando su propia vida para mantener la reputación de su hermano menor.
-Esta vez es diferente.
-¿Sí?¿ Por qué lo crees?- preguntó con interés.
-Porque pase lo que pase, no le voy a contar a nadie lo que sea que descubra.
Entrecerró los ojos y me miró como si dudase de mi fuerza de voluntad para mantener la boca cerrada. Después, supongo que decidió que no ganaba nada con discutir, por lo que levantó las manos en gesto de paz y se cruzó de brazos mientras se volvía a apoyar en la pared que tenía detrás, volviendo a su anterior postura.
Busqué por todos los montones de portafolios ordenados alfabéticamente hasta que di con la primera letra de su apellido, y empecé a buscar el suyo en concreto pasando lentamente todas las fichas de antecedentes hasta que llegué a la suya. La carpeta era verdaderamente fina, y pesaba muy poco.
Logan se acercó y miró con curiosidad por encima de mi hombro, hacia el objeto que descansaba en mi mano derecha.
-¿No la vas a abrir?
-Es raro. Tiene muy pocas hojas.
-Eso es bueno, ¿no? Significa que no hay suficientes delitos para llenar más hojas.
-Supongo. Pero esto es excesivo. Tan sólo con su foto e información personal ya debería haber tres hojas.
-Pues ábrela y lo descubrimos.
No le respondí, y me quedé quieta buscando razones coherentes para que estuviera tan vacía. Cuando Logan se cansó de esperar, me la arrebató y la abrió él mismo. Se quedó mirándola fijamente un par de segundos antes de estallar en carcajadas.
Me incliné para verla yo misma, y me quedé estática. Había una sola hoja, con dos solitarias palabras escritas a mano ocupando todo el folio.

Buen intento

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora