Capítulo 30

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Los intensos ojos de la niña evaluaban el perímetro con cuidado, un escalofrió recorrió mi cuerpo. Aquello no era normal, sus ojos no reflejaban nada, no eran nada normales porque eran del color verde que asociabas a la naturaleza y nada más, lo que debería estar dividido por el ojo entre la córnea, el iris y la pupila no existía.

La garganta se me había secado en un segundo, mis manos se habían movido con rapidez a las armas, pero no había llegado a sacar ninguna.

Di un paso en la dirección de la niña en cuanto Dhara siguió con la decisión de acercarse a ella, pero antes de que llegáramos, la niña ya estaba haciendo retumbar las paredes de la cueva con un grito terrorífico que hacía resonar todo el lugar.

- ¿Qué está pasando? – balbuceé.

- ¡Que alguien la calle! - gritó Calix con las manos en los oídos.

Dhara se lanzó encima de la niña, que aun gritaba.

- Calla, calla, calla- repitió numerosas veces Dhara, estresada.

- ¿Qué coño acabáis de hacer? - espetó Daryl, sin tapujos.

Los miré, acababan de entrar exaltados por el grito de la niña.

Cuando quise girarme a mirar a la niña, el silencio volvió a reinar, pero esta vez el cuerpo se me tensó de cabeza a pies. No podía creerlo. El sonido de unos huesos quebrarse detrás de mí, me cortó la respiración. Y después de unos segundos, un gran viento me azotó por sorpresa obligándome a caer hacia delante.

Todo había quedado en silencio, hasta que escuché el sonido de una daga cortando el aire, alguno de ellos había hecho volar la daga a su cuello. Me giré abruptamente buscando a la niña, pero ya no había ninguna niña.

Una bestia, o mejor dicho la bestia. Su hocico del tamaño de una rueda de transporte, estaba a tres centímetros de tocarme. Sus ojos seguían siendo del mismo color que había tenido la niña, sus alas estaban plegadas a los lados de su cuerpo y su irremediable respiración me intentaba lanzar por los aires.

No podía separar mi mirada de la suya.

Estaba acojonada, para ser sinceros.

Otra daga cruzó la cueva y se clavó en el cuello de la bestia, pero esta no hizo nada. Sin pensármelo dos veces, me lancé hacia tras saqué el arco y disparé a su ojo, este se cerró aun con la flecha clavada.

- No hace nada- susurré.

- ¿Y esta era la bestia de la que tanto temen? - comentó Daryl divertido.

- Eso parece- susurró Fayra a mi lado.

Daryl desde la parte de detrás de la bestia se acercó divertido, se puso detrás de su cola y se apoyó ahí.

- Creo que la he domado.

Se divertía, el cabrón se divertía.

La bestia sin perder su tiempo ni un segundo, movió su cola y golpeó con ella a Daryl haciéndolo saltar por los aires hasta chocar contra una de las paredes de la cueva.

- Por idiota- dijo Dhara.

Y entonces todo se descontroló, la bestia empezó a alterarse y a moverse por el poco espacio que había, corriendo con sus grandes pies. Corrí hacía una de las esquinas de la cueva y me subí a una de las rocas, saqué otra vez el arco y disparé su espalda, y nada. Los demás también la atacaron, pero esta corría como si no entendiese que estaba pasando.

- ¿Qué hacemos? - gritó Theon, desde una de las esquinas.

- Atacarla- gritó Daryl de vuelta.

- ¿Qué mierda de plan es ese? - grité yo otra vez.

Saqué una de mis dagas y con puntería se la clavé en una de las alas.

La bestia paró de moverse y se quedó quieta, ahora su cuerpo temblaba y su respiración se ralentizaba. El animal soltó un grito desgarrador y su cuerpo empezó a disminuir de tamaño al igual que cambiar de aspecto.

Y ya no era la bestia, era otra vez la indefensa niña.

La niña empezó a llorar otra vez y esta vez me acerqué yo, antes que cualquier otro. Me senté a su lado y le puse la mano encima de la suya, la cual temblaba.

- Hola- dije dulcemente.

No quería que me atacara creo que era obvio.

Quería que se sintiera en confianza para contarnos que acababa de pasar. Como no dijo nada, seguí hablando.

- Me llamo Aerilyn.

Silencio, silencio, silencio, silencio, silen...

- Clara.

- ¿Qué haces aquí Clara? - pregunté.

- No puedo hablar, él se enterará.

¿Espera, que? Aquello me dejó petrificada. ¿De quién hablaba? ¿Había alguien más dentro de aquel lío?

- No se lo contaremos, te lo juro Clara.

- No, no, no, él se enterará, siempre lo hace- empezó a decir tapándose los oídos con las palmas de las manos.

- Escúchame- le pedí.

- No quiero- siguió ella.

- ¿Quién es él?

Silencio.

Miré a mis compañeros todos me miraban dejándome a mí controlar la situación.

- Él, él, él...- empezó a susurrar numerosas veces.

- ¿Él?

- Él que me dejó aquí- abrí los ojos de par en par, esto empezaba a tener un trasfondo que no me imaginaba.

- ¿Quién te dejó?

- Él me controla, él me obliga, yo no quiero- sollozó, lloraba y se inclinaba hacia delante intentando no verme.

- Si nos dices quien es él, podríamos ayudarte Clara. Nosotros somos personas en las que puedes confiar, hemos venido aquí principalmente para ayudarte- mentí.

- Me atacasteis.

Mierda, ahora a buscar una excusa.

- Nos llevamos una sorpresa contigo, no pensábamos que nos intentarías atacar- dije rápidamente.

- No os ataque- contestó ella con el ceño fruncido.

- Entonces malentendimos tus señales, perdónanos- ella asintió y se puso de pie.

Se movió inquieta por la cueva con la mirada de todos en ella.

- Él se enterará y me obligará a hacerlo otra vez.

No la entendía.

- ¿El que? - pregunté, levantándome del sucio suelo.

- Salir, matar y aterrorizar- sus sollozos casi no me dejaban escucharla.

Intenté calmarla.

- Clara no te preocupes, nosotros estamos aquí, no dejaremos que te vuelva a hacer algo.

Sus ojos se posaron en los míos y aunque tuve la tentación de apartar la mirada de su intensidad, no lo hice.

- Él solo quiere el poder siempre lo ha querido, y yo soy su arma. Soy el arma de Oscar, mi mentor.

¿Mi mentor? ¿Abu?

La Última de las MelodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora