Capítulo 3

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Una ráfaga de aire frio me golpeo violentamente causándome un estornudo.

Abu nos dijo el día anterior que por la mañana desayunaríamos juntos por lo cual mis guardias me despertaron antes de mi horario normal de sueño, cuando acabé de arreglarme, llegué al salón y me mandaron a esperar en una sala que da con el exterior en la cual ya estaban Fayra y Theon.

La incomodidad en aquella sala se podría sentir a cientos de metros de distancia. Llevábamos más de veinte minutos esperando sin dirigirnos la palabra cuando entro Dhara, se apoyó en una de las esquinas hasta bajar y quedar sentada.

- En cinco minutos vienen a buscarnos- comento Dhara.

Era la primera vez en esos tediosos veinte minutos que alguien hablaba, los demás asintieron indiferentes y yo le sonreí, lo cual me sorprendió que me devolviera la sonrisa. El sonido de una voz fuerte hizo que todos giráramos hacia la puerta por la cual entraba Daryl hablando de cualquier cosa y seguido de él Calix que miraba al frente indiferente y con un aire aburrido.

- ¿Bueno, donde está el viejo? – preguntó Daryl.

- Puedes dejar de referirte a él de esa manera- le respondió Fayra.

- ¿Te molesta? - dijo Daryl con un aire burlón.

Cuando Fayra iba a contestar una voz la interrumpió. Un guardia había entrado en la habitación.

- Pueden pasar a la sala, su mentor ya está disponible igual que el desayuno.

El guardia se puso a un lado de la puerta, rígido, y espero a que salgásemos todos de la sala para cerrar la anterior puerta, en la que habíamos estado, con llave. Todos empezaron a dirigirse al salón y yo los seguí. La puerta del salón estaba abierta de par en par y un gran banquete de comida estaba dispuesto en una mesa alargada con muchas sillas a los lados y una en cada punta. Abu estaba sentado en la silla que encabezaba la mesa y nos esperaba con un semblante tranquilo, cada uno empezó a sentarse y decidí sentarme en cualquiera de ellas, al lado mía tenía a Dhara y delante mío a Calix.

Estaba tan dispersa que no note que los chicos ya habían empezado a engullir el desayuno y como no, me uní a ellos. Era extraño que después de dieciocho años desayunando sola por las mañanas ahora mismo estuviera rodeada de gente de mi edad que también había pasado por lo mismo que yo, de alguna manera me sentí reconfortada de saber que al menos ahora tenia a personas que sabían cómo se sentía ese vacío que tenía en el pecho.

- ¿Me puedes pasar la mantequilla? - me preguntó, a mi lado, Dhara.

Carraspeó nerviosa.

- Claro.

Busqué con la mirada la mantequilla y cuando la visualice extendí mi mano para agarrarla cuando otra mano hizo lo mismo, y las yemas de sus dedos tocaron mi mano, un escalofrió me recorrió el cuerpo. Miré el origen de esa mano y vi a Calix, su mirada fría se clavaba en la mía, como esperando a que soltase la mantequilla. ¿Estaba desafiándome? ¿Quería ver como reaccionaba a ello? Pues lo vería. Lo miré fijamente a los ojos y lo que menos esperé que hiciese, lo hizo, deslizó uno de sus dedos delicadamente por mi mano, yo aun mirándolo desafiadoramente a los ojos y él aún con esa mirada gélida, pero entonces con las yemas de su mano acarició la mía, solté la mantequilla de golpe y atraje mi mano otra vez a mí.

Lo miré buscando algo, pero él ya había quitado su mirada de mí. Suspiré y Dhara me miro con una minúscula sonrisa.

- Aerilyn- dijo Dhara como saboreando el nombre- ¿Qué quiere decir?

Y desde ese momento empezamos una conversación trivial, éramos las únicas de la mesa que hablaban entre ellas, entonces una risotada salió de mi en el momento que Dhara me hablo sobre una de sus experiencias con los cuchillos, todos giraron hacia nosotras, unos indiferentes, otros molestos y Abu con una sonrisa.

Pasamos un rato más así hasta que todos en la mesa acabaron de desayunar, los criados ya habían entrado y retirado todos los platos y las sobras, entonces Abu se levantó de su silla y cuando íbamos a hacer la misma acción, nos para levantando la mano dándonos a entender que esperáramos.

- Me ha gustado mucho poder desayunar con vosotros antes de que marchemos a la capital del reino, más concretamente el castillo donde residen nuestros reyes.

De un momento a otro había olvidado todo lo que nos había confesado el día anterior.

- ¿Castillo, reyes? - pregunto Fayra confundida.

- Ellos os darán una grandiosa despedida y su bendición para cumplir la misión...

Una carcajada interrumpió a Abu, Daryl se reía como un loco mientras aplaudía animadamente.

- ¿Qué te hace tanta gracia, Daryl? - pregunto Abu mortalmente serio.

- Esta tontería.

- En fin, mañana los carruajes que nos transportaran a la capital llegaran a mediodía así que deberéis estar preparados para esa hora, no os preocupéis por las armas estas las obtendréis en el castillo.

Otra vez sin que le pudiésemos replicar salió de la sala.

Todos nos quedamos en un silencio sepulcral y mirándonos los unos a los otros.

La Última de las MelodíasWhere stories live. Discover now