𝐗𝐗𝐈𝐕

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Stand by you/ Rachel Platten

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Stand by you/ Rachel Platten

𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚


La garganta me sabía a metal, mi lengua ardía y mi corazón no dejaba de dolerme mientras mi rostro mojado por mis lágrimas era acariciado por aquellas patas de araña que me revolvían el estómago.

No podía moverme, no podía respirar.

Había llegado a mi límite, el miedo ya no podía consumir me más de lo que ya lo hacía ahora. O eso esperaba, en verdad lo esperaba.

Aracne disfrutaba verme sufrir, podía verlo en sus espantosos ojos.

Había sido atacada por fantasmas chovinistas. Había estado a punto de romperme el tobillo. Un ejército de arañas me había perseguido a través de una sima. Ahora, embargada de un intenso dolor, con el tobillo envuelto en unas tablas y plástico de burbujas, y sin más arma que mi espada, me enfrentaba a Aracne: un monstruo mitad araña, mitad mujer que quería matarme y hacer un tapiz conmemorativo del acontecimiento.

Claro, no sin antes torturarme.

Durante las últimas horas, había temblado, había sudado, había llorado y había contenido tantos gritos de desesperación que mi cuerpo simplemente había dejado de tener miedo en algún punto.

Vale. No puedo estar más asustada de lo que ya estoy.

Creo.

Lo único que podía hacer ahora era pensar.

La criatura monstruosa descendió cuidadosamente de la parte superior de una estatua cubierta de telarañas, al parecer había notado que entre más lejos estaba más miedo me causaba, por lo que había decidido mantener distancia. Se movía de hilo en hilo, susurrando con placer, sus cuatro ojos brillando en la oscuridad. O no tenía prisa o era lenta.

Yo esperaba que fuera lenta.

Tampoco es que eso importara. Yo no me encontraba en condiciones de correr, y no me gustaban las posibilidades en el combate. Probablemente Aracne pesaba varios cientos de kilos. Aquellas patas con púas eran perfectas para atrapar y matar presas. Además, seguramente Aracne tenía otros poderes horribles: una picadura venenosa o la capacidad de lanzar telarañas como un Spiderman de la antigua Grecia.

No. El combate no era la solución.

Eso solo me dejaba dos opciones, el engaño y la inteligencia.

Según las antiguas leyendas, Aracne se había buscado problemas por culpa de su orgullo. Había alardeado de que sus tapices eran mejores que los de Atenea, lo que había desembocado en el primer reality show punitivo de la historia: ¿Crees que sabes tejer mejor que una diosa?

Aracne había perdido estrepitosamente.

Yo sabía algo sobre el orgullo. Era el gran defecto de mis hermanos, y no podía negarlo, también había bastante de ello en mí. Al crecer rodeada de personas que creían poder hacer todo solos, era normal que todo aquello se pegará a mí. Pero si me ponía a pensarlo, puede que aquel en algún tiempo aquello fuera mi defecto fatal hasta que... bueno... Hasta que "él" llego.

𝐌𝐨𝐨𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝; Percy Jackson [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora