𝐗𝐈𝐗

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𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚

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𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚

Animar a alguien cuando tu estabas igual que ella, era difícil.

En especial, cuando tu no sabias animar personas de por sí.

Tal vez sería más fácil si fuera un payaso, quien sabe. Peinaba el bonito cabello castaño de Hazel, tratando de relatarle algunas aventuras que había tenido en mi vida junto a Percy, tratando de omitir aquellos momentos tristes mientras, cuando Frank recorrió dando traspiés el pasillo e irrumpió en su camarote.

Yo del susto tome una almohada y estuve a punto de aventársela a la cara si no fuera porque Hazel me detuvo, mientras su peinado se desataba.

—¿Dónde está Leo? —dijo con voz entrecortada—. ¡Despegue! ¡Despegue!

Las dos nos levantamos rápidamente, completamente alarmadas. Lo mire, tratando de buscar si Percy estaba detrás de él, pero no era así.

Mi corazón grito, imaginado unos horribles escenarios.

—¿Dónde está Percy? —pregunte—. ¿Y la cabra?

Frank apoyó las manos en las rodillas, tratando de respirar. Tenía la ropa tiesa y mojada, como si la hubiera lavado en almidón puro.

—En la cubierta. Están bien. ¡Nos están siguiendo!

Gruñí antes de levantarme y en friega salir del camarote, empujando por accidente a Frank, el cual me siguió junto a Hazel cuando yo ya me encontraba subiendo por los escalones de tres en tres, ni yo supe cómo no me caí.

Casi estuve a punto de resbalar por el agua que Frank había traído si no fuera por que logré retomar el equilibrio.

Percy y Hedge estaban tumbados en la cubierta, con cara de agotamiento. A Hedge le faltaban las zapatillas. Sonreía al cielo murmurando:

—Increíble. Increíble.

Percy estaba cubierto de cortes y arañazos, como si hubiera saltado a través de una ventana, lo cual no dudaba. Por los dioses, los problemas nunca nos faltaban. Me le acerque con rapidez, arrodillándome a su lado. No pronunció palabra, pero agarró débilmente mi mano, como diciendo: «Enseguida estoy contigo, en cuanto todo deje de dar vueltas» .

Yo acaricie su rostro: — Tranquilo, yo me encargo. Tu recupérate.

Percy me sonrió débilmente pero estaba segura de que ni siquiera me había escuchado realmente.

Leo, Piper y Jason, que habían estado comiendo en el comedor, subieron corriendo por la escalera.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué?! —gritó Leo, sosteniendo un sándwich de queso caliente a medio comer—. ¿Es que uno no puede ni hacer un descanso para almorzar? ¿Qué pasa?

—¡Nos siguen! —gritó Frank de nuevo.

—¿Quién nos sigue? —preguntó Jason.

—¡No lo sé! —contestó Frank, jadeando—. ¿Ballenas? ¿Monstruos marinos?

𝐌𝐨𝐨𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝; Percy Jackson [#3] Where stories live. Discover now