CAPÍTULO 6 | JEN

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        Abro los ojos, pero todo sigue oscuro, es imposible ver nada. Camino adelante, y me doy un golpe en toda la cabeza contra una pared. Suelto un pequeño chillido de dolor, y me froto la frente para que este disminuya. Toco la pared para guiarme, en busca de una salida. Parece ser una pared con gotele, según mi tacto. Sigo caminando, hasta que toco algo frío, duro, alzo un poco la mano, bien, una manilla, giro de ella, pero la puerta no se abre. Hago fuerza, la empujo apoyada en ella, pero nada, lo único que se me ocurre es darle una patada, y es lo que hago. Me alejo unos metros de la puerta y le doy una gran patada, y se abre, unos centímetros. Hay claridad, en otros casos miraría por la abertura para ver que me espera al otro lado, pero esta vez solo me dispongo a salir de esta habitación oscura y calurosa.

        Aún he de empujar la puerta para que se abra, parece que no han entrado a esta habitación en siglos. Justo cuando la empujo con toda la seguridad del mundo, la puerta se suelta lo que hace que casi me caiga de morros.

        Abro los ojos, me veo a mi misma reflejada en las limpias y relucientes baldosas. Me doy cuenta de que estoy descalza, lo que me extraña mucho por mi parte. Me huelo el pelo, el cual esta limpio, suave, brillante y huele a menta. Con prendas de tono blanco, todo blanco. Un escalofrío recorre mi cuerpo de abajo a arriba. Dejo de mirarme y examino el pasillo, el gran y largo pasillo que tiene tres caminos. Rodeada por este entorno cálido, de paredes del mismo color que mis prendas, volvería a entrar a la oscura y calurosa estancia.

        Elijo uno de los pasillos al azar, camino a un paso ligero, lo que hace que casi vuelva a caerme de morros. Miro de un lado al otro, en busca de alguna salida, pero no hay ni una simple ventana que de al exterior. Me detengo, y sacudo la cabeza de un lado al otro. Debo de estar soñando. Vuelvo la mirada atrás, pensando que me he saltado alguna puerta o ventana, pero nada.

        Vuelvo a mirar al frente. Me encuentro en un pasillo que parece ser interminable, con los pelos de punta del frío y el miedo, y la cara ya cubierta de lágrimas, comienzo a correr sin saber a donde me dirijo, y tampoco me importa.

        Transcurren unos minutos, y a lo lejos diviso una puerta de color plata, seguro que de metal. Me pongo a correr con mas intensidad, con el deseo de salir de aquel lugar y llegar al exterior -lo cual me sorprende sabiendo lo que me espera fuera-. Vuelvo a resbalarme, y esta vez me caigo, pero de seguido vuelvo a levantarme y corro, corro como si mi vida dependiera en ello.

        A unos metros de ella me detengo, y camino hacia la puerta con cautela. Esta tiene una ventanilla redonda en la parte superior, lo cual me da la posibilidad de ojear que hay al otro lado. Una sala con las paredes de color azul-verdosas, las mismas baldosas, en las paredes hay tramanculos de operaciones colocadas a la perfección y cinco camas. Cuatro son ocupadas por cuatro jóvenes, seguramente de mi edad, o algo mas mayores. Doy un salto hacia atrás al ver que tienen tubos por la boca y agujas clavadas por el cuerpo, pero lo que mas me asusta es su aspecto. Esa piel de color verdosa, con venas moradas -que se pueden ver a la perfección-, moratones, sangre,...

        Los torturan. Decido abrir la puerta, entrar a la estancia y liberar a los cuatro adolescentes, pero paro el carro cuando aparecen tres adultos de la nada. Con una vestimenta aterradora, totalmente verde, la boca tapada con mascarillas, y con guantes de silicona en las manos. Parecen tener miedo a contagiarse de algo.

        Uno de los hombres se acerca a una de las mesillas que se encuentra junto a la cama de uno de los adolescentes, y coge un botecito pequeño, largo y estrecho de cristal, y se lo otorga a otro de los hombres, el cual me da mala espina por sus pintas. Piel pálida, esquelético, cabello gris y grasiento, con los ojos hundidos,... parece a verse metido algo.

LA CURA {The Maze Runner}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora