Capítulo 4

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KIARA


Mi madre había decidido comenzar con el tratamiento y no tenía ni idea de con qué dinero. Supuse que invertiría algo de su sueldo pero, a la larga, el dinero se acabaría. Había decidido que haría horas extras en el refugio de animales. De todas formas, tendría que acostumbrarme. Me quedaba nada para graduarme y obtener el título de veterinaria y, después tendría que centrarme en trabajar.

Cerré el portátil después de dos horas terminando el trabajo. Estaba contenta porque me quedaba muy poco para acabarlo.

Tenía que tenerlo listo para la semana que viene.

—¿Por qué huele tan mal? —mi hermana pequeña arrugó la nariz.

Sonreí.

—Son velas aromáticas, Maya.

—Pues huelen fatal.

Puse los ojos en blanco.

—Bien. Apágalas si quieres.

Me había mudado temporalmente a casa de mi madre. Había insistido hasta la saciedad para que no lo hiciese pero no le hice caso. Estaba muy preocupada. Esos últimos días había estado teniendo más mareos de lo normal. Ella y Maya me habían ayudado a coger algunas cosas de mi apartamento para volver a ponerlas en mi antigua casa—entre ellas a Simba y a Kiko—y luego pasamos el día juntas yendo de compras—algo que no solíamos hacer mucho—Luego fuimos a la playa ya que maya quería practicar surf. Ambas practicábamos ese deporte desde muy pequeñas pero mi hermana se enamoró de él mucho más que yo. No cambiaría por nada el poder apreciar la expresión de amor de mamá al observar a Maya surcando las olas. Quería pasar todo el día con ella porque a partir de ahora pasaría mucho tiempo en el hospital.

Me entristecí al pensarlo.

Miré la hora en mi móvil y abrí el armario cuando me di cuenta de la hora que era. Finalmente, había decidido ir a la fiesta de la que me había hablado Emily. Mamá me había repetido unas cien veces que a pesar de su enfermedad yo tenía que vivir mi vida. Iría solo porque sabía que se quedaría más tranquila pero volvería temprano.

—¿Puedo ayudarte a escoger tu ropa? —mi hermana se levantó de la cama de un salto hasta plantarse junto a mí.

—Claro—reí. Maya solo tenía once años pero tenía mejor sentido de la moda que yo. Mi hermanita llegó a mi vida cuando yo tenía catorce años y ella cinco. En ese momento había comenzado a confiar en Rose y a quererla, ella llegó para traer mucha más felicidad. Al contrario que yo, a ella no le costó nada adaptarse a pesar de que también tenía una historia dura. Sus padres habían muerto en un accidente de tráfico cuando ella tenía meses. Después, pasó a ser responsabilidad de su tía pero esta la abandonó sin remilgos cinco años después. De solo pensarlo me entraban ganas de buscar a esa mujer y gritarle de todo.

A pesar de eso, siempre fue una niña llena de luz y muy traviesa. Nos llevábamos nueve años pero siempre habíamos estado muy unidas.

La miré con cariño mientras sacaba prendas de mi armario.

No sé qué haría sin ella.

Maya escogió un conjunto de dos piezas de un color verde muy elegante que habíamos comprado ese día. El top era tipo banda y la falda era larga y entallada con una abertura en la pierna. También sacó del armario unas sandalias de tiras con un tacón bajo y un chal por si por la noche hacía algo de frío.

—¡Me encanta! —le dije y sonrió orgullosa.

—Serás la más guapa de la fiesta. Todos los chicos se acercarán a ti, ya lo verás—esbozó una sonrisa soñadora. Maya estaba en esa edad donde la ropa y los chicos comenzaban a ser algo importante en su vida. Por lo que sabía, le gustaba un chico llamado Paul, de su clase. Me había contado que jugaba en el equipo de soccer del colegio y que era el típico chico que volvía locas a todas. Rubio de ojos azules, amable e inteligente.

Tú y yo, algo inevitable (+18)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang