Capítulo 2:

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KIARA


Me asustaba lo efímera que podía ser la vida. Que en cualquier momento todo podía derrumbarse.

Recordé que en los primeros años que pasé con ella casi no le hablaba. Era una niña cerrada y ella una desconocida. ¿Por qué tendría que hablarle? Siempre me fijaba en sus ojos azules que no tenían nada que ver con los míos marrones. En su cabello rubio liso que era totalmente distinto al mío oscuro y rizado.

Ella no era mi madre.

No era mi madre, pero siempre me esperaba a la salida del colegio con una sonrisa. No era mi madre, pero no había día que me fuera a dormir sin un beso de buenas noches. No era mi madre, pero siempre me preparaba mi plato favorito cuando estaba triste: pasta a la carbonara. No era mi madre, pero me cuidaba como si lo fuese.

Y fue cuando empecé a quererla con toda mi alma.

Luego, llegó a nuestras vidas un pequeño rayo de luz llamado Maya. Me recordaba tanto a mí que la quise de inmediato. Las tres éramos una familia. Puede que no fuera una familia perfecta pero una familia, al fin y al cabo.

Pero todo se derrumbó en cuestión de segundos.

El viaje en coche desde el hospital hasta casa se resumió en un silencio lleno de inquietudes, dudas y preguntas. Maya tenía los ojos hinchados de llorar a pesar de que no entendía muy bien qué estaba pasando. Mamá conducía en silencio, tragando saliva de vez en cuando. Yo miraba por la ventana preguntándome qué diablos iba a pasar ahora.

No sabía mucho de la leucemia, solo que era el cáncer de los tejidos que formaban la sangre del organismo.

Señora Davis, le hemos detectado leucemia mielógena crónica. En cuanto la doctora pronunció esa frase sentí como si algo me desgarrase el pecho y una nube de preocupaciones se instalase en mi cabeza.

Cuando alguien padece ese tipo de leucemia los síntomas son silenciosos hasta llegar a una fase en la que las células de dicha enfermedad crecen más rápido. Mamá estaba bien, no había dado ningún tipo de señal de tener alguna enfermedad.

Hasta ahora.

Llegamos a casa y fui a acostar a mi hermana pequeña. Se nos había hecho de noche en el hospital.

Nuestra gatita, Nala, apareció por el marco de la puerta con cautela, como si supiese que algo malo nos había pasado, y se subió a la cama de Maya para acurrucarse a sus pies.

—¿Mamá estará bien? —preguntó mi hermana en voz baja.

Me quedé observándola sin contestar porque no tenía ni idea de qué decirle.

Yo tampoco sabía si mamá iba a estar bien.

Acaricié su pelo y dejé un beso en su frente.

—Claro que sí, pequeña—salí de la habitación sintiendo una presión en el pecho. No quería prometerle cosas que quizá no se cumplirían pero tampoco quería preocuparla.

Fui al salón y me senté en el sillón junto a mi madre. Esta tenía el semblante matrizado y los ojos llorosos.

—Mamá...—la abracé con fuerza.

—Estaré bien—sollozó—Esto no va a poder conmigo.

Sonreí y una lágrima resbaló de mi ojo.

—Claro que no. Pero mamá, siendo realistas...el tratamiento es muy caro.

Negó con la cabeza y besó mi frente.

Tú y yo, algo inevitable (+18)Where stories live. Discover now