Después de aquel día en él que él se marcho, él sol dejo de salir, unas nubes negras se posaron sobre él. Cada mañana entraba su brillante luz por mi ventana, me despertaba con algunas caricias en él rostro, era una sensación divina. Ahora, al abrir los ojos, solo siento un gran golpe frío, como un puñetazo en él rostro, es una de las peores sensaciones; que a veces preferiría ya no despertar.