Ailana sabe muchas cosas. Sabe ordeñar a una vaca sin derramar una gota y sin recibir una pezuña en la cara. Sabe hornear pastelitos de manzana y canela. Sabe que lo más bonito en ella es lo poco bonita que siempre se ve. Y sabe que está perdidamente enamorada de alguien que no debería. Lo que no sabe es poder controlar sus ganas de hablar gaélico cuando se pone nerviosa. Y vaya que debería estar nerviosa cuando tocan la puerta esa mañana... One shot. De esa época en la que estaba obsesionada con Irlanda.