Un espectro para muchos. Un demonio para otros. Vagando entre miles de rostros. Atormentado por aquellos a los que el tiempo acabó dejando atrás. Su única e inmortal compañera: la daga. Siempre con su brillo propio, del más intenso violeta. Una extensión de su alma. Desolado, huye de los días. Huye de las eras. Y de aquella extraña sombra.
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