Una magnífica sensación de rabia e ira lo invadió a medida que se acercaba, ansioso por rebanar el cuello del repugnante ser en búsqueda de venganza; no era tonto, jamás olvidaría un rostro como ese, la vista de un cuerpo inocente despedazado, el olor a hierro...la expresión de terror tatuado en las facciones de las víctimas, imborrable, y la impotencia de no poder hacer nada. Como pasó con Tsutako aquella noche, en la cumbre del silencio, escondido en un maldito armario. O. Tomioka obtiene su venganza y Shinobu sabe.