Como cada noche él aparecía, como cada mañana él desaparecía, era una pequeña rutina impuesta que seguía al pie de la letra durante muchos año. Aún tenía la esperanza de encontrarlo, cada noche mientras paseaba por los tejados lo buscaba, a su compañero de vida, su compañero de muerte. Juró que una vez en sus brazos nunca se escaparía, ni la muerte los separaría de nuevo. Suspiró mientras caminaba sobre las chimeneas, la ciudad de Londres era su refugio nocturno, algo aburrida y actualmente gris y llena de humo pero incluso entre la bruma alcanzó a divisar un destello rojo .