Encontrarnos fue algo glorioso. Admitir lo que sentíamos nos llevó a una desgracia. Y desafiar a todos, fue mi error. El peor de todos. Sabía de alguna manera, que no debía mirar en dirección al enigmático hombre de ojos grises. Las advertencias eran claras y yo no hice caso a ninguna. Los enemigos suelen merodear a tu alrededor, olisqueando todas y cada una de tus debilidades. Un secreto bien guardado y una traición a punto de acabar con todo a mí alrededor.