Jimin tiene una obsesión, le gustan los lunares. Cada vez que conoce una nueva persona busca esas marcas en la piel y se deleita observándolas. Sus amigos se burlan por ese fetiche, él prácticamente no recuerda rostros, pero si esas concentraciones de melanina. Todo estaba bajo control hasta el día que lo conoció. Un maldito lunar en el labio inferior de un tal Jeon.