No importó que tan experta fuese Kohaku, ella aún era la hija del rey y Senku como "sirviente" del palacio debía cumplir su deber de "velar" por el bienestar de la familia real. Kohaku se preguntó seriamente lo que vió en ese desvergonzado hombre debilucho. No fue su fuerza física lo que la dejó embelesada, sino el esfuerzo y dedicación en sus ideales.
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