El licantropo de esta novela no es un melancólico atormentado o un hombre maldecido por algún designio ancestral; sino una mujer fatal que encaja perfectamente con la personalidad ambigua de estas criaturas, por un lado, perfectamente humanos, y por el otro, enloquecidamente salvajes. se a abogado toda la vida por los derechos de la mujer que la femineidad es, en definitiva, una impostura, algo que la sociedad le impone a las mujeres para aplacar su naturaleza salvaje. La loba es justamente eso, un intento por retratar la mujer salvaje y libre que pugna por abrirse paso a través de una corteza casi impenetrable de paradigmas que la ubican únicamente como esposa y madre. La loba habita en todas las mujeres del orbe. En algunas duerme el sueño lento y pausado de las bestias anestesiadas, pero en otras se asoma fugazmente como una presencia atávica, casi totémica, durante lo más profundo de la noche.