Cambio de rumbo

By sacodehuesos79

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Un crimen involuntario. Un vuelo a media noche. Un cómplice inesperado. More

Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead
1. Defiying gravity
2. It really was no miracle
3. If I only had a brain
4. Come Out, Come Out, Wherever You Are
5.Optimistic Voices
6. We're off to see the wizard
7. If we walk far enough
8. Follow the yellow brick road
9. Pay No Attention To That Man Behind The Curtain
10. No good deed
11. One short day in the Emerald City
12. As long as you're mine
13. If I only had a heart
14. I'm not that girl
16. Hearts will never be practical
17. Learn it for yourself
18. Somewhere...
19. ....Over the rainbow
20. There's no place like home

15. Something bad

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By sacodehuesos79

- ¿Se lo cuentas tú o se lo cuento yo?

Silvana se mantiene firme  al pie de las escaleras y repite la pregunta. Aitana se gira y une las manos a modo de muda súplica sin ser consciente siquiera. 

Luis intercepta la mirada entre ambas y mil teorías, cada una más turbia que la anterior, empiezan a pasar por su imaginación a toda velocidad. 

¿Drogas?, ¿alcohol?

Él, como todo el mundo que tenga redes sociales, está al tanto de los rumores, pero siempre los ha deshechado como veneno sin fundamento. 

Ahora contiene la respiración mientras es testigo del duelo de voluntades entre Aitana y Silvana. 

Finalmente la mayor de las mujeres resopla frustrada, es evidente que Aitana no va a decir nada. 

- ¿Dónde están los zapatos, Aitana? 

Luis tarda unos instantes en procesar la frase y aún un poco más en acordarse de los famosos zapatos rojos que Aitana no dejaba de mencionar una y otra vez al principio del viaje. 

Incluso le viene a la memoria como en el momento en que Daniel le había devuelto la mochila, los benditos zapatos habían sido su primera preocupación. 

Luis apena les había dedicado una mirada. De tacón interminable, de color rojo brillante. 

Probablemente muy caros. 

El tipo de zapato poco práctico con el que era habitual verla pasear en estrenos y conciertos. 

Aitana, aún callada, se deja caer en los escalones de madera y entierra el rostro en las manos. 

- En mi mochila- susurra. 

Apenas a dos metros de ella, Luis está clavado en el suelo. 

Hay una parte de él cuyo primer impulso es acercarse y consolarla. Abrazarla y prometerle que no importa lo que haya pasado, que todo va a salir bien. 

Pero la parte de su cerebro que lleva días gritando que Aitana tiene problemas graves le impide moverse. 

- ¿Qué cojones...- es lo único que acierta da decir. 

Silvana alterna la mirada entre uno y otro en silencio. Hace una pausa medida, el tiempo justo para que parezca que le da a Aitana la oportunidad de contar su versión de la historia antes de empezar a hablar. 

- A Aitana se le olvidó pagar los zapatos- no mira a Luis cuando lo dice sinó a la joven de las escaleras. 

Es un eufemismo claro. Luis lo tiene claro. Silvana Durero utiliza un estúpido eufemismo de pijos para no decir en voz alta algo tan indigno para su familia como que Aitana Ocaña, a ojos del mundo su hija política, ha robado esos zapatos. 

Es él quien empieza a temblar al entender la implicación de lo que le está diciendo. Las piernas primero, las manos después, el corazón hace rato que va a toda velocidad. 

En un segundo plano, Silvana continúa con su explicación, pero Luis solo es capaz de captar frases sueltas. 

"No es la primera vez"

"Es un problema"

"Hay un vídeo". 

Poco a poco, se aclara la versión de la historia de la matriarca Durero, sin que Aitana haya dicho una sola palabra o haya hecho un solo gesto para defenderse. 

Pestañea intentando concentrarse. Quiere entender. 

En los últimos días Aitana lo ha acusado de ser intolerante con los errores de los demás y quiere medir sus palabras antes de hablar. 

Pero no es capaz siquiera de pensar. Ni siquiera cuando Silvana hace una pausa en el relato y Aitana desentierra por fin la mirada de entre sus manos. 

Los segundos se dilatan mientras establecen un juego de miradas a tres bandas. 

Silvana parecer haber concluido su relato y espera impaciente el siguiente movimiento de cualquier de los otros dos. 

Luis continúa clavado en el suelo sin decir una sola palabra. 

Aitana parece esperar por algo, una reacción, un gesto por parte de él. Cuando esto no sucede, se levanta con dificultad y entra en el bungalow, cerrando la puerta con suavidad detras de ella. 

A Luis le parece que acaba de dar un tremendo portazo. 

La voz de Silvana, tan desagradable como un arañazo con uñas afiladas sobre una pizarra, se vuelve a filtrar en su conciencia. 

- Es necesario que se ponga a tratamiento. Está claro que está fuera de control. 

En otra persona, quizá cualquier otra persona del universo, la frase hubiera sonado bien. En los labios finos de esa mujer, suena vagamente amenazadoras. 

Luis parece finalmente salir de su estupor y se enfrenta a ella. 

- ¿Qué cojones le importa a usted?, no hay nada entre su hijo y ella- aprieta los puños con fuerza- deje que se marche y se desvincule de su familia de una vez. 

Silvana le dirige una sonrisa torcida y por primera vez Luis es capaz de captar el cansancio en sus ojos. 

- Luis, por mucho que te guste pensar en Aitana como una pobre víctima y en mi familia como los malvados villanos, el mundo rara vez responde a nuestro prejuicios. 

De pronto parece mucho mayor, mayor que en su serie y, definitivamente, mayor que en las fotografías de las revistas.  Se lleva la mano al cuello donde la piel se ha enrojecido, probablemente por la tensión. 

- No pienso pretender ser una buena samaritana, Aitana ahora mismo es uno de los nuestros y la imagen de nuestra familia ya está suficientemente dañada por otros... asuntos, como para vernos salpicados por un escándalo más. 

Lo dice con ligereza, como si un fraude de millones perpetrado con conocimiento y mala fe, pudiera empeorarse por lo que Aitana ha hecho. 

Silvano, mano de hierro en guante de terciopelo, organiza con mano férrea todo lo que afecta a la imagen de su familia. Por eso Aitana entró en sus vidas y por eso ahora siente que no le queda otro remedio que encargarse personalmente del control de daños. 

No ha mencionado ni una sola vez a su hijo y Manuel siente una fugaz corriente de simpatía por el tipo que ha tenido que crecer con una madre así. 

Muy fugaz. 

- Este problema no ha empezado ahora- Silvana sigue hablando- ya he advertido a Aitana de la necesidad de ponderse a tratamiento con la mayor discreción posible. Afortundamente las tiendas de la isla nos conocen y ese desagradable vídeo nunca verá la luz. 

Luis entiende que esa es la parte de la historia que Aitana no le contó esa mañana. El motivo de la discusión que había desencadenado el resto de las desgracias. 

- Las...transgresiones de Aitana, son el motivo de que Daniel lleve un tiempo siguiéndola- Silvana se vuelve a poner las gafas de sol, indicando el principio del fin de la conversación- y ahora yo personalmente, me voy a encargar de que este feo asunto no se vuelva a repetir. 

Da un par de pasos hacia el bungalow, con el objetivo claro de cumplir su voluntad y sacar a Aitana de allí, pero Luis parece por fin salir de su letargo y se interpone en su camino. 

- Ella no es de su familia, déjela estar. 

La carcajada de Silvana le pilla por sorpresa. 

- ¿Crees que porque se haya vuelto a meter en tu cama tienes algo que decir al respecto, hombre de Dios?- se vuelve a sacar las gafas y clava su mirada en él con la intención de intimidarle- ¿pero no ves que eres una compulsión más?, como la de robar o la de mentir. 

Sus palabras tienen el efecto de una bofetada. 

Luis desearía tener una réplica. Un argumento sólido con el que contradecir sus palabras. 

Entiende que lo que le sucede a Aitana es un problema, que necesita ayuda. 

Pero quizas Silvana tiene razón y él no es la persona más apropiada para dársela. 

Como diapositivas se suceden imágenes de Aitana apareciendo en su puerta a horas intempestivas dispuesta a negociar una prórroga más para ellos dos. 

Una compulsión. Una forma de sentirse viva. 

Nada más. 

Incapaz de contestar se aparta del camino de Silvana. 

Tiene que salir de ahí. 

Antes de ceder a su propia compulsión que es la de protegerla. 

****************


La primera vez fue algo diminuto. 

Había salido de compras con María y tenían a un fotografo apostado en la puerta del centro comercial esperándolas. 

Se metió una goma del pelo en el bolsillo de su chaquetón sin darse cuenta de que lo hacía. 

Cuando llegó a casa y lo encontró, sintió primero como le ardía la frente por la vergüenza, pero sin previo aviso ese sentimiento se vio anulado por una extraña sensació que la recorrió de pies a cabeza. 

Nadie la había visto. Nadie se había dado cuenta. 

Había algo, al menos una mínima y diminuta parcela de su vida que no estaba sometida a un escrutinio constante. 

Triunfo. 

Control. 

Por supuesto, las deshechó. Eran emociones incorrectas por la razón equivocada y no tenía la menor intención de repetirlo. 

Para recordárselo, se puso la goma del pelo en la muñeca. Era un recordatorio de lo que no debía hacer, pero también un símbolo de su pequeña rebeldía. 

Cuando la situación la superaba, en medio de una sesión de fotos o de una entrevistas, la repasaba con el dedo índice de la mano contraria, intentando recuperar la sensación de control. 

La segunda vez había sucedido en medio de una sesión de fotos. Estaba dando vueltas por la mesa del cátering, muerta de hambre. Había sonreído tanto que le dolían los carrillos. Los zapatos le había hecho una herida justo debajo del tobillo y tenía la piel en carne viva. 

El fotografo probablemente no tenía mala intención, tampoco sabía que Aitana podía escucharle cuando le mencionó a uno de sus ayudantes que sería necesario eliminar un par de kilos mediante retoques. 

El maletín de maqueillaje de Alex estaba justo delante de ella, abierto, cuando escuchó esas palabras, a través de un biombo. 

Era rídículo. Sin pestañear, Alex le hubiera regalado cualquier cosa, probablemente en su correo electrónico tenía ofertas de quince marcas llamando a su puerta para ofrecerle maquillaje gratis. 

Pero su mirada, mientras escuchaba al fotógrafo hablar de sus pómulos defectuosos, se quedó fija en un horrible pintalabios de color coral que había quedado abandonado en el fondo del maletín. 

Nadie en su sano juicio, se hubiera pintado los labios de color coral. 

Aitana recordaba a la perfección un sonido similar a las hélices de un helicóptero rondando su cabeza en aquel momento, anulando todo lo demás. 

Metió la mano en el maletín y cogió el pintalabios. Lo guardó en su bolsillo y lo apretó entre los dedos hasta que notó como el plastico de la tapa se quebraba por la fuerza pellizcando la piel y haciendole una herida. 

Pero nadie la había visto. 

Control. 

Triunfo. 

Podían alterar su cuerpo con un ordenador, podían intentar dirigir sus emociones diciéndole que parecía triste, pero ella tenía el control sobre aquel viejo lápiz de labios que, probablemente, jamás utilizaría. 

No recuerda bien la tercera o la cuarta ocasión. 

Tampoco sabe cuando la necesidad de ese subidón de energía empezó a ser más fuerte que ella. 

O cuando los pequeños objetos dejaron de ser suficiente. 

Cuando piensa en ello, ya no sabe distinguir la necesidad de control, del miedo a desaparecer en la imagen que otros han creado para ella. O rebeldía. 

Ganas de llamar la atención lo había llamado Silvana la tarde que discutieron. 

A Aitana le encantaría explicarle todo eso a Luis. 

Vuelve a entrar en la habitación y se sienta en la cama que aún huele como ellos. Cuenta en su mente los segundos que pasan, deseando contra toda esperanza lógica que él la sigua y le permita explicarse. 

O que le ayude a encontrar una explicación. 

Sin embargo desde que le vio quedarse callado ante las palabras de Silvana sabe que no será así. 

Unos lo llaman soberbia y otros intolerancia. 

Cada ser humano carga con sus propios demonio y Luis siempre ha sido terriblemente duro con los errores ajenos. 

Algo que hacía muy dificil la convivencia con él. 

Sobre todo cuando Aitana se sentía tan llena de defectos. 

Ahora, pasado el tiempo y la rabia, es capaz de ver que tiene un corazón de oro. 

Pero incluso sus mejores intenciones se retuercen por su pecado capital. 

Así que Aitana, sentada en esa cama, sabe que no habrá ocasion de explicarle todo eso a Luis. 

También está segura, o al menos lo intuye, que cuando Silvana aplaste cualquien imagen positiva que Luis pudiera tener de ella,  vendrá a buscarla, a exigirle que cumpla. 

Su psicólogo. Su idea. Sus condiciones. 

Y esa chispa que se enciende, cada vez menos, aunque sea por las razones equivocadas, acabará por apagarse para siempre. 

Cierra los ojos y se exige a si misma no llorar.

Quizá sea lo mejor, diluirse por fin en esta cáscara de ser humano que han creado para ella. Para que diga, haga, sonría y sienta lo que ellos quieran en cada situación. 

Dejar de sentir. Para bien y para mal. 

- No tienes por qué ir con ella ¿sabes?

Barbara entra en la habitacion y cierra la puerta. Es imposible que no haya escuchado toda la conversación procedente del exterior, pero cuando Aitana la mira no se encuentra desprecio. 

Se encoge de hombros dándole a entender que no tiene muchas más opciones. 

La otra mujer se acerca y se sienta en la otra punta de la cama, cruzando las piernas. 

- Para mi es el sexo con desconocidos- traga saliva y espera a que Aitana la mire- lo que me da un subidón. 

Aitana acepta la rama de olivo. 

- Pero a ti no te controla ese subidón, yo me lleve unos zapatos de dos mil euros a plena luz del día solo por sentir algo. 

Barbara sonríe, frunce los labios y menea la cabeza de un lado a otro. 

- Estoy en la frontera de Francia e Italia, sentada en la cama de un camping con una cantante cleptómana porque un tío me sonrió cuando le revisé el cinturón de seguridad en un avión- hace una pausa dramática- permite que ponga en duda lo de ser dueña de mis actos. 

La carcajada de Aitana ante su descrpción de la situación, la sorprende incluso a ella, pero la sigue otra, es tan contagiosa que pronto están las dos sujetándose los costados para contenter la risa. 

Cuando por fin se calman, Aitana se seca el rostro lleno de lágrimas, ya no sabe si son por el llanto o por la risa. 

- Creo que si decidiste coger esos zapatos, como tú dices, a plena luz del día, quizás lo que querías era que te pillaran de una vez y que todo estallase. 

Aitana lo ha pensado en los últimos días. Los zapatos no eran una goma del pelo o el bolígrafo que se había metido en el bolso después de la última reunión de Universal. 

Quizás sabía que con un escándalo suficientemente grande, los Durero la dejarían ir de una vez. 

O puede que esa solo sea una mentira más que está dispuesta a creerse para pensar que tiene algún control sobre el problema que, evidentemente, tiene. 

Porque en cuanto se quedó sola, como Silvana le amenazó que le sucedería si no se plegaba en sus deseos, no fue capaz de pasar sola más de veinticuatro horas antes de depender otra vez de la ayuda de otras personas. 

- En cualquier caso, sin ser yo psicóloga, ni tener puta idea de qué es lo que te pasa, diría que irte con esa mujer, no parece la solución a tus problemas. 

Aitana asiente despacio. Después con más energía. 

Si se pliega a lo que le ordenan, si la transforman en un muñeco sin emociones, quizás no sufra, pero tampoco volverá a sentir algo similar a lo de esta noche.

Quizá una vida así no merezca la pena ser vivida. 

- ¿Y como hago? 

Barbara descruza las piernas y se pone en pie. Es evidente que a Aitana aún le quedan unos cuantos pasos que dar antes de ser capaz de tomar el control de su vida. 

Quizás también a la propia Bárbara. 

Y es posible que se puedan echar una mano por el camino. 

- En media hora llegará mi transporte a Milan- mira la hora en la pantalla de su móvil- vente conmigo y en el aeropuerto decides. 

Es un plan tentador. Aliviada por tener al menos una alternativa, diferente a marcharse con Silvana, Aitana se levanta de la cama de un salto. 

Puede hacerlo. Puede dejar atrás a Manuel, a Silvana y a su horrible mundo artificial. 

Puede entender qué es lo que le pasa y quizás arreglar alguna de las cosas que están rotas. 

Si una parte de ella no quisiera el cambio, jamás se habría subido al avión en primer lugar. 

Se dirige hacia la puerta dispuesta a recoger sus cosas y aceptar la oferta de Bárbara. 

- Aitana- la voz de la auxiliar de vuelo la detiene- es muy probable que malinterpretes lo que voy a decir ahora y quizás mis intenciones no sean tan inocentes como a mi me gustaría pensar. 

Barbara, incómoda, parece estar buscando la mejor forma de expresarse, Aitana tiene una idea bastante aproximada de lo que está pensando. 

- Yo...no creo que meterte en la cama con Cepeda, sea tampoco la solución a tus problemas. 

Aitana asiente seria. 

No cree que las palabras de Bárbara estén motivadas por los celos, o puede que si, pero independientemente de eso sabe que tiene razón. 

Pero es una verdadera lástima. 

Porque de todos sus errores Luis Cepeda es, con mucha diferente, el que mejor la hace sentir. 





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