Un salto al vacío

Von LunnaDF

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Ana Gabriela Real, más conocida como Ágatha, es la cantante pop del momento. Miles de jóvenes la admiran y su... Mehr

🎤 Sinopsis + Info Importante 🎤
Capítulo 1 🎤
Capítulo 2 🎤
Capítulo 3 🎤
Capítulo 4 🎤
Capítulo 5 🎤
Capítulo 6 🎤
Capítulo 7 🎤
Capítulo 8 🎤
Capítulo 9 🎤
Capítulo 10 🎤
Capítulo 11 🎤
Capítulo 12 🎤
Capítulo 13 🎤
Capítulo 14 🎤
Capítulo 15 🎤
Capítulo 16 🎤
Capítulo 17 🎤
Capítulo 18 🎤
Capítulo 19 🎤
Capítulo 20 🎤
Capítulo 21 🎤
Capítulo 22 🎤
Capítulo 24 🎤
Capítulo 25 🎤
Capítulo 26 🎤
Capítulo 27 🎤
Capítulo 28 🎤
Capítulo 29 🎤
Capítulo 30 🎤
Capítulo 31 🎤
Capítulo 32 🎤
Capítulo 33 🎤
Capítulo 34 🎤
Capítulo 35 🎤
Capítulo 36
Capítulo 37 🎤
Capítulo 38 🎤
Capítulo 39 🎤
Capítulo 40 🎤
Capítulo 41 🎤
Capítulo 42 🎤
Capítulo 43 🎤
Capítulo 44 🎤
Capítulo 45 🎤
Capítulo 46 🎤
Capítulo 47 🎤
Capítulo 48 🎤
Capítulo 49 🎤
Capítulo 50 🎤
Capítulo 51 🎤
Capítulo 52 🎤
Capítulo 53 🎤
Capítulo 54 🎤
Capítulo 55 🎤
🎤 Epílogo 🎤
Extra 1 🎤
Extra 2 🎤

Capítulo 23 🎤

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Von LunnaDF

Lautaro no podía creer lo perfecto que había sucedido todo en aquel día, miraba a Gaby caminar de la mano con su hija para comprar palomitas en el cine y no pudo evitar anhelar aquello para sí, desear esa vida de familia, esa sensación de estar completos que sabía era solo una ilusión.

Gabriela le había hablado de su decisión de terminar su relación con su novio, el tal Matías, y no pudo evitar que un regocijo lo recorriera tras aquella información. Pero a la vez, el miedo lo tomó presa, la idea de un novio era lo único que lo mantenía apartado de ella, y que ella lo hubiese acabado así y por lo motivos que le había dicho, no solo dejaba su camino libre, sino que además, lo hacía admirarla por aquella simplicidad en su actuación, por la forma en que se dio a respetar y eligió alejarse de un camino que en sus mismas palabras, la alejaba de ella misma.

Con esa historia, Gabriela lo acercaba más, lo enredaba como una araña que marea y atrapa a sus presas en una tela. Ella era la clase de mujer ante la cual él podría perder sus fuerzas y todo lo que con tanto esfuerzo había construido. ¿Y qué pasaría si no funcionaba? Gaby le había prometido una amistad a Pili, y una cosa era que sufriera él, una muy distinta que sufriera su hija.

Pero allí estaba, volvía con Pili de la mano y reían como si se conocieran de toda la vida. Cualquier persona que las viera podría decir que era su hija o su hermana, y a él le entraron unas ganas locas de abrazarla. Aquello era aún más peligroso, no solo se trataba de algo puramente físico como había parecido hasta ese momento, la ternura entraba en la escena y eso le preocupaba más.

Entraron a la sala a ver un dibujo animado que la niña había elegido, ella se sentó en medio de los dos y todos centraron la atención en la película. Al salir de allí y luego de dar una larga caminata por un centro comercial, Gaby los invitó a comer unas hamburguesas. Al principio, Lautaro le dijo que no era necesario, pero ella insistió y terminaron en un conocido local de comida rápida para que la pequeña pudiera divertirse en los juegos.

—Disculpa, te robamos este día —dijo Lautaro y Gaby negó.

—No te imaginas lo bien que la estoy pasando.

—¿De verdad? —inquirió él con ilusión.

—Claro —admitió ella.

Un rato después, Lautaro concluyó que ya debían regresar a casa. Habían pasado el día afuera y era hora de que Pili fuera a la cama. Al llegar a la casa, él sintió ganas de no separarse aún, por lo que en un impulso la invitó a quedarse un poco más.

—¿Quieres tomar unas cervezas conmigo y conversar un poco? —preguntó y Gaby notó la ansiedad en sus gestos—. Bueno, no es una obliga...

—Por supuesto que quiero —respondió con el corazón agitado tras la actuación nerviosa y ansiosa que percibió en Lautaro.

—La acostaré y luego regreso, ¿sí? —inquirió y le hizo un gesto para que lo esperara en la sala.

—Claro...

Pilar se abrazó a su cintura sin que ella lo esperara y la miró.

—Gracias, Gaby, fue un día perfecto —añadió y la muchacha se agachó para quedar a su altura y darle un beso en la mejilla.

—Fue igual de perfecto para mí —admitió y vio la ilusión en los ojitos de Pilar.

Cuando los vio marcharse a la habitación, pensó que el corazón se le agitaba en presencia de esas personas, no solo de Lautaro, sino también de Pilar. ¿Qué sería aquello y por qué le sucedía?

—Hola, linda —saludó don Chelo—. ¿Se divirtieron?

—Mucho —respondió ella con una sonrisa.

—¿Te puedo hacer una pregunta indiscreta? —dijo el hombre en un susurro, Gaby rio y asintió—. ¿Estás saliendo con mi nieto?

—No, don Chelo, somos compañeros y amigos, nada más —respondió ella.

—Ahh... bueno... es que no lo había visto así tan... divertido con una chica en mucho tiempo —añadió de nuevo como si estuviera confesando algo. Le guiñó un ojo a la muchacha y se despidió—. Buenas noches, que descanses.

—Y usted, don Chelo —dijo ella sin poder evitar sentir que de nuevo el corazón se le aceleraba.

Lautaro regresó y le regaló una sonrisa que a ella le derritió las piernas. Traía una manta colgada al hombro y sacó dos cervezas de la heladera.

—Trae unos almohadones del sofá y sígueme... —dijo y ella asintió

Fue con él hasta el patio trasero de la casa donde habían compartido el almuerzo más temprano y lo siguió por una desvencijada escalera de metal en forma de caracol hasta lo que parecía ser una terraza en el techo de la casa.

—Este es mi lugar favorito de la casa —dijo, colocó la manta en el suelo, luego los almohadones y se sentó, hizo un gesto a la muchacha para que se sentara a su lado y le pasó una cerveza.

—Se siente mucha paz aquí —admitió ella y se recostó sobre uno de los almohadones dejando la botella a un lado—. ¿Vienes aquí a pensar?

—Sí, y a escuchar la música del silencio —admitió—. Me acaricia el alma y me ayuda a sentirme menos solo...

—Ese es un efecto de la música siempre... y me encanta lo que dices sobre la música del silencio... Es como la música que nos nace del alma, ¿verdad?

Él asintió, le gustaba con qué facilidad ella comprendía sus ideas.

—Cuéntame de la mamá de Pili —quiso saber.

Lautaro se sorprendió tras aquella afirmación que ni siquiera alcanzaba a ser pregunta, pero contrario a lo que pensó en un inicio, no le molestó, cosa que incluso a él le asombraba, ya que no quería hablar de Liza.

—No hay mucho que decir, fuimos novios, se embarazó y...

Lautaro hizo un silencio al recordar la escena.

—¿Quieres abortar, Liza?

—No... —admitió la muchacha con lágrimas en los ojos—. Pero yo no quiero tener un hijo... no ahora, Lautaro. A no ser que...

—¿Qué? —preguntó él que aún no hallaba palabras.

—Puedo tener el bebé si tú lo quieres... pero yo no... quiero ser parte —admitió.

—¿Te refieres a tener el bebé e irte? —inquirió él confundido con aquella idea que ni siquiera se le había atravesado por la cabeza.

—Sí... piénsalo... No quiero abortar, pero tampoco puedo hacerme cargo de un niño, no quiero hacerlo...

—¿Y de nosotros? ¿Qué pasaría?

—No puedo quedarme si tú te quedas con el bebé... compréndelo, no quiero ser madre.

Gaby se incorporó de nuevo y lo observó. Estaba sentado con los brazos rodeados a su pierna y la mirada perdida en la nada, como atascado en sus recuerdos y al parecer eran dolorosos.

—No me cuentes si no lo deseas —admitió ella y le colocó una mano en el hombro.

Ese gesto fue suficiente para que él decidiera abrirse a ella, no lo había hecho nunca, no había dado explicaciones y de pronto sintió que aquello le pesaba en el alma.

—Yo la amaba mucho —admitió—, y cuando me dijo que estaba embarazada me sentí feliz, soñaba una vida con ella, pero ella tenía otros sueños en los que un hijo y una familia no tenían cabida. No la juzgo por eso, no me malinterpretes —se apresuró a advertir—, pero fue doloroso...

—Comprendo... ¿Los abandonó?

—Hicimos un trato en realidad —contó él—, ella no quería abortar, pero no quería ser madre, así que tuvo el bebé con la promesa de que luego me la dejaría y ella se iría. Me había pedido incluso que no le dijera a Pili su nombre hasta que fuera grande, no quería que la buscásemos. Estuve a su lado durante el embarazo y luego de nacer, me la dio y se fue...

—Eso es... fuerte —dijo Gaby con asombro—. ¿No se le ablandó la idea con ella en brazos?

—No... Yo sé que no fue fácil para ella, sé que no era una persona mala, solo... demasiado ambiciosa... Quería ser cantante y acariciar la fama y el éxito, tenía una voz preciosa y un desparpajo en el escenario que enamoraba a todos... En aquella época estaba por despuntar en su carrera y... un bebé sería un retraso, o quizá tener que abandonar sus sueños para siempre.

—¿Lo aceptaste así como así? —quiso saber Gaby con asombro.

—Me enamoré de ella por su libertad y sus ganas de salir adelante, ¿cómo la iba a atajar luego? ¿Quién era yo? Además, Gabriela, ¿cuántas mujeres crían solas a sus hijos?, ¿por qué un padre no podría hacerlo? Admito que me asusté cuando me enteré de que sería una niña... creí que sería más sencillo un niño, al final somos dos hombres criándola en solitario y... a veces pienso que ella desea o necesita una imagen femenina —admitió.

—¿Nunca regresó? ¿No llamó? —preguntó Gaby que aún seguía asombrada por aquella inusual historia.

—No. Sé que no ganó el concurso al cual se presentó, pero tuvo una oferta grande para cantar en unos cruceros. En eso anda, gana muy buen dinero y a veces, su hermana me llama y me dice que tiene dinero para nosotros, que Liza nos ha mandado.

—¿En serio?

—Sí, en aquella época, apenas nació Pilar, Liza ingresó a un concurso de talentos muy famoso, Talentos X, llegó hasta las semifinales, pero perdió... ante Ágatha...

—¿Liza Carrillo? —preguntó Gaby con consternación al recordar aquello.

—Sí... ¿Cómo lo sabes?

La muchacha sacudió la cabeza y pensó en una idea rápida que la saque de aquel apuro.

—Es que... mi madre y yo éramos fanáticas de ese programa —admitió—. Recuerdo la semifinal, fue un duelo entre ellas dos y otro entre los dos varones que quedaban... Ganó Ágatha por muy poco...

Gaby se quedó clavada en sus memorias.

—Así es... por eso me parece muy irónico el fanatismo que Pili desarrolló por esa cantante —admitió.

—¿Y por eso la criticas tanto? —quiso saber Gabriela, Lautaro sonrió.

—No lo había pensado... puede ser... —admitió—, aunque en realidad todo ese ambiente me genera recelos... No puedo evitar pensar que aquel programa le llenó la cabeza... lo veo como un rival, pero sé que es cosa mía, soy consciente de que, si no hubiera sido eso, habría sido otra cosa, Liza no quería ser madre y ya...

—Debió ser difícil para ti...

—Lo fue y lo sigue siendo. Yo amaba a Liza y, en cierta forma tuve que elegir, Pilar se quedaba conmigo y yo me despedía de Liza. Yo también renuncié a muchas cosas para dedicarme a ser padre, también tenía mis sueños y ambiciones... —negó—, pero no me arrepiento. El día que la cargué en mis brazos supe que ella era la mujer de mi vida —dijo y los ojos se le iluminaron con alegría—, era la mejor elección y la sigue siendo. Por eso le puse ese nombre, es el pilar de mi vida.

Gaby se quedó mirándolo de una manera tan intensa que Lautaro lo sintió y se removió en su sitio.

—¿Qué?

Ella negó.

—Me asombra, tu historia... Pensé que la madre había muerto o se había ido, pero no que nunca la había querido y que desde el inicio fue tu decisión encargarte de ella.

—Pero no te asombres, ¿cuántas mujeres toman esa misma decisión cada día? —inquirió él—. ¿Cuántas madres solteras hay en el mundo?

—Lo sé, pero...

—Hoy pedimos igualdad en la sociedad, ¿no? Pues bien, yo como hombre también tengo el derecho de elegir ser un padre soltero...

—¿Por qué no le exiges que te pase la manutención como lo hacen las mujeres con los padres? Al revés debería ser igual, ¿no? —preguntó.

—No es necesario, no quiero deberle nada a una mujer que no nos eligió —admitió y fue la primera vez que Gaby percibió el dolor del abandono en su voz—, yo puedo solo, sacaré a mi hija adelante y haré de ella una gran mujer —admitió—. Cuando Liza nos manda algo lo recibo, más por Pili que por mí, de ese dinero le compro algo que desea y el resto lo guardo en una cuenta para cuando sea grande...

—Por Dios, Lautaro, eres increíble —dijo ella con el corazón en la mano.

Gaby estaba apabullada por esa información, todo lo que él vivía era tan distinto al mundo en el que ella se movía, tenía tantos valores y tantos sentimientos puros que sintió la necesidad de contagiarse de ellos.

—Solo hago lo que considero correcto.

—¿Le guardas rencor? —quiso saber.

—Te mentiría si te dijera que no, la verdad es que a veces... un poco —admitió—, pero es porque no la comprendo y me cuesta mucho aceptar aquello que no entiendo. Pero, tampoco me corresponde comprender, solo aceptar su decisión y respetarla.

—No sé si yo reaccionaría así —dijo ella y negó con la cabeza—. Eres muy considerado y empático, no sé si yo podría...

Lautaro sonrió y la observó. Era hermosa y la luna iluminaba esas pecas que tanto le gustaban. Su mirada estaba turbada por la consternación y la sorpresa que su historia le había generado.

—Sé que Pili sueña con que su madre regrese un día, por eso la ama a Ágatha, porque la cantante guarda ese misterio de que no se sabe quién es y en la mente infantil y cargada de ilusión de mi pequeña, ella imagina que su madre es así y que un día volverá —admitió—, me duele por anticipado que cuando pierda esa ilusión infantil y comprenda la magnitud de la realidad, se le romperá el corazón... pero no puedo hacer nada, en algún punto tendrá que enfrentarse a la verdad de que la madre no la quiere.

—Es tan duro eso que dices —dijo Gaby como si pudiera adelantarse a los hechos y mirar el momento exacto en que la pequeña Pili se enfrentará a tal verdad—. No quiero que sufra... —añadió y Lautaro se enterneció con aquel comentario.

—Me encandilas con tu belleza y tu ternura —dijo él y la observó con cuidado—. Eres hermosa, Gabriela, sé que lo sabes, pero no puedo evitar repetírtelo —admitió.

Ella sonrió y volvió la mirada hacia él.

—Eres la primera persona a la que le cuento mi historia de esta manera, el resto solo sabe que la madre de Pili se fue, pero no quién es ni por qué lo hice... no me gusta que las personas se inmiscuyan en mi vida y la de mi hija... pero tú me generas confianza y ganas de abrirme...

—Gracias por eso, lo valoro mucho —admitió Gaby.

Lautaro levantó la mano y acarició con suavidad su mejilla con el contorno de los dedos.

—Tus pecas me recuerdan a la noche estrellada —admitió—, son hermosas.

Gaby se estremeció al contacto y suspiró.

—Cuánto te admiro, Lauty —susurró ella—. Me agrada compartir tiempo contigo, conocerte. Por fuera te ves muy rudo y guapo —admitió—, pero entonces te veo con ella o aquí, contándome tus intimidades, y eres dulce, tierno y profundo... No conozco a nadie como tú en todo mi mundo.

La magia y el fuego los volvió a rodear, sus corazones bailoteaban en su pecho, sus miradas se encontraron y los transportaron a la sinceridad de sus almas.

—No me quiero enamorar —admitió Lautaro—, y tú tienes todo lo que me arrojaría al abismo.

—¿Qué es eso? —preguntó ella con diversión.

—Me agrada la fuerza de tu carácter y tu libertad...

Gaby sonrió.

—A mí sí me gustaría enamorarme de alguien como tú —admitió—, me sentiría orgullosa de contarle al mundo si amara a un hombre con un corazón tan grande.

—Eso me gusta, cómo dices lo que piensas sin filtro, como te muestras tan sincera y sin tapujos...

Gaby rompió el contacto visual ante el pensamiento de que no estaba siendo sincera con él. ¿Cómo reaccionaría Lautaro si supiera su secreto?

—¿Cuáles son tus sueños, Gabriela? —preguntó él.

—Quiero ser feliz —dijo ella tras pensarlo un rato—. Muchos de los sueños que tenía ya los he alcanzado o estoy en proceso de llegar a ellos, tengo muchas cosas y soy consciente de que soy una persona afortunada... pero, aun así, en este tiempo, me he dado cuenta de que me sentía triste e incompleta... de que en algún punto me había perdido y había perdido la pasión que me mueve... Por eso es que estoy redescubriéndome y redescubriendo mi mundo y el que me rodea, quiero ser feliz... —ratificó.

—Pero la felicidad no es un estado perenne —dijo él y ella asintió.

—Lo sé, pero creo que son las pequeñas cosas que uno hace en la vida y como decide vivirla la que definen qué tan felices somos. No hablo de esa emoción intensa, de ese gozo, que a veces nos llena el pecho de emoción, me encanta esa alegría, claro está, pero lo que busco es una estabilidad, saber que soy feliz incluso aunque existan momentos duros, mirar a mi alrededor y sentirme conforme, no solo con lo que he alcanzado o con logros materiales, sino con la persona en que me he convertido...

—Eso es muy profundo —dijo él—. ¿Por qué no estás conforme con quién eres?

—Porque no sé bien quién soy, estoy rodeada de mucha basura y a veces eso te salpica... te pierdes... Por eso me gusta tenerte en mi vida, porque tú eres todo lo contrario, y me gustaría salpicarme de tu bondad...

Lautaro rio.

—Yo no me considero una persona feliz ni realizada, Gabriela, todo lo contrario... perdí el rumbo de mi vida hace mucho y lo único que hago es sobrevivir... Es como si estuviera en una tormenta en medio del mar abierto, solo me dedico a mantener el barco a flote con lo que puedo.

—¿Cuáles eran esos sueños que abandonaste? —quiso saber ella.

—No lo sé... ¡Ni siquiera lo sé! —admitió con una exclamación cargada de ironía y dolor—. Quería ser un gran pianista, pero ese era el sueño de mi madre, no mío. Luego acompañé a Liza en su carrera, tocaba con ella y le ayudaba con mis conocimientos musicales a elegir las mejores canciones, las que realzaban su voz... todo eso. Me agradaba hacerlo, pero no sé si ese era mi sueño, no me costó nada decidir entre ese futuro y mi hija.

—Eso es porque tu corazón es muy grande —alegó ella—. ¿Y cuál es tu sueño ahora?

—Cuando pienso en el pasado me frustro, me siento un bueno para nada, ¿sabes? Por eso no pienso en el futuro, porque hacerlo me lleva a pensamientos oscuros en los que las cosas no me salen y vuelvo a sentirme aún más frustrado. Vivo el presente...

—¿Tanto miedo tienes? El miedo es malo, Lauty, te bloquea y no te permite vivir la vida que te corresponde. No serás feliz si dejas que el miedo te guie —aseveró.

—Estoy cansado de desilusionar a las personas que amo, pero sobre todo a mí mismo. Y no quiero desilusionar a Pili... —admitió.

—Ella te ama, no la vas a desilusionar, pero le enseñarás un mundo de conformismo si tú no eliges luchar por lo que crees. Es mucho mejor que te vea luchar por tus sueños y, aunque caigas muchas veces, vuelvas a levantarte... eso le enseñará fuerza y resiliencia. En cambio, si te frustras y te encierras en tu autocompasión, ¿qué ejemplo le darías?

—No lo había pensado así...

—¿Cuál es ese sueño que te ha dolido abandonar? —inquirió ella como si pudiera palpar su dolor.

—Me hubiese gustado poder hacer una buena carrera en la música, más allá de tocar en una esquina o de enseñar a algunos niños del barrio... No quiero fama ni reconocimiento, solo me hubiese gustado poder usar lo que sé y vivir de ello.

—¿Qué te ataja?

—No quiero faltar en la vida de Pili... Ya la abandonó la madre, no puedo abandonarla también yo...

—Comprendo —dijo ella y luego de una pausa volvió a hablar—. Deberías encontrar algo que se acerque a lo que deseas hacer y que no te aleje de tu hija.

—No es tan sencillo.

Ella no respondió, sabía que no lo era, pero ya se le ocurriría algo.

El silencio se hizo de nuevo entre ellos y Gabriela volvió a recostarse sobre el almohadón. Sus ojos se perdían en el cielo y su corazón acelerado le dictaba al oído que nunca se había sentido como en ese momento.

—Siento mucha magia aquí —admitió—, estar contigo me encanta.

Lautaro sonrió.

—A mí también... y también escucho la música de tu alma.

—¿Cómo es? —quiso saber ella.

—Armónica, melódica, pegajosa —susurró y se recostó a su lado.

Los dos voltearon para quedar de frente y poder mirarse.

—Si te beso, estaré perdido...

—¿No tienes ganas de perderte un poco? —bromeó ella.

—Ganas no me faltan, pero tengo miedo de perderme y no volver a encontrarme.

—Miedo, de nuevo el miedo —susurró—. Si te pierdes, te buscaré hasta encontrarte —añadió con una sonrisa dulce.

—Me provocas...

—Lo sé —admitió.

—Y luego te puedes arrepentir —murmuró él con la voz ronca y tan sexy que Gaby sintió un escalofrío subiéndole por la espalda.

—No lo creo...

—¿Deseas que te bese?

—Eso y mucho más —admitió ella con una sonrisita divertida.

—Pídemelo...

Gaby levantó las cejas y frunció el labio con diversión.

—Ah no, no lo haré... —respondió risueña. Aquel ir y venir de palabras rodeados de la magia y la electricidad que los circundaba le despertaba una forma de ser que no conocía—. Tú pídemelo.

Lautaro bajó la vista a los labios de Gaby y ella al notarlo, pasó su lengua por ellos para humedecerlos y jugar con las emociones de aquel chico.

—Lo haces a propósito —dijo él que ya apenas podía contenerse.

—No podrías asegurarlo —se divirtió ella.

—Estás jugando conmigo —afirmó.

—Y al parecer lo hago muy bien.

—Gabriela, bésame —pidió él.

—Sus pedidos son órdenes —zanjó ella cortando la distancia que había entre ellos.

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