Se nos da bien odiarnos | Sup...

By ChicadeOtroRollo

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El prestigioso National City High School siempre contó con la excelente Kara Danvers, profesora de literatura... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 [Epílogo]

Capítulo 8

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By ChicadeOtroRollo

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Lena se dirigió a la fiesta después de dejar a Kara. No supo por qué tuvo ese impulso de ayudarla. Si hubiese llamado a Cat o a cualquier otro, se habría desecho de ella para siempre en un chasquido de dedos, aunque hubiese sido así de rastrera. Pero razonó y se sinceró de por qué lo hizo finalmente.

Pasó por todo el gimnasio y Brainy se acercó a ella nada más verla. Lena suspiró cuando el pelinegro comenzó a explicar cómo gracias a ella tenía una cita con Nia y bromeó de que le debía veinte dólares. Ella simplemente asintió, agitando la mano restándole importancia hasta que le señaló a Nia que estaba al otro extremo para quitárselo de encima.

Lena no era muy buena en las relaciones en realidad. Todo que se acercaba, le irritaba a tal extremo que le salían urticarias. No era nada personal (excepto por Kara, por supuesto). Prefería mantener las distancias, siendo profesional y cordial. Puede que eso viniese de familia, quién sabe.

Cuando estuvo a punto de abandonar la zona, Imra se acercó a ella con una sonrisa entre dientes. Frunció el ceño porque se paró a su lado mientras cogía más ponche y le hablaba como si nada. Preguntó entre risas cómo lo estaba pasando, pero Lena le cortó de inmediato, diciendo que tendría que ir con sus compañeros a conversar y no con ella. Ya era lo que le faltaba; que una de las alumnas más problemáticas, a pesar de tener el cociente intelectual muy alto, le molestara.

—Profesora Luthor, ¿te gusta la profesora Danvers? —preguntó de repente haciendo que Lena casi echara la bebida por la boca.

—¿Perdona?

—No la dejas tranquila ni un segundo y pareces celosa cuando la profesora Danvers conversa conmigo —espetó de mala gana dejando su vaso servido en la mesa, haciendo que Lena también dejara su vaso sobre la mesa.

Lo que más le chocó en toda la conversación fue "conmigo" como si ella fuera todo el centro de atención de la rubia. La pelinegra se preguntó que había hecho Kara para tenerla en su mano, aun sabiendo con sus propios ojos en que no había hecho nada del otro mundo, solo ser una estúpida cariñosa, tierna y amable como siempre.

—¿Me lo estás diciendo en serio, señorita Ardeen? —alzó la ceja incrédula, no queriendo ser ruda con ella ya que se trataba de una cría y no quería perder la compostura por esta estúpida tontería—. La profesora Danvers es una molestia hasta para la vista y ni hace falta repetir los cuchicheos y cotilleos que hacéis entre vosotros sobre nosotras de que no nos caemos bien. No sé por qué has llegado a esa conclusión, pero si tu definición de "gustar" es eso, allá tú —le aclaró con cierta burla, pero solo ganó un gruñido por parte de su alumna.

—Bueno, y si tanto te molesta Kara, ¿por qué no te alejas un poco de ella y dejas de interrumpir conversaciones que no tienen nada que ver contigo? Está claro de que estás celosa —continuó desafiando, haciendo que Lena se quedara inmóvil, viendo como Imra se ponía a la defensiva.

Esto era un gran malentendido ya que se trataba claramente de celos, pero por parte de Imra. Unos celos que deberían ser inexistentes, pero qué iba a decirle a esta cría. Y pensándolo bien, realmente parecía lo que parecía interrumpiendo en cada conversación cuando lo único que hizo fue salvar a Kara de sus tonterías que estaban fuera de lugar.

Lena pensó en que se acabó. No iba a esperar a que la rubia hablase con ella. La profesora Luthor se relajó soltando un suspiro pesado y comprendió que, si iba por el camino de la regañina, discutirían y podrían formar barullo delante de unos cuantos y no quería que todo se malinterpretara. Así que fue directa.

—Imra, Kara es una profesora como yo —comenzó la pelinegra y la morena asintió, sin comprender lo que decía—. Te dobla la edad —soltó sin miramientos e Imra abrió los ojos de par en par, mostrando de que había sido capturada—. Y por tu torpeza e inexperiencia casi metes a la profesora Danvers en un compromiso —sentenció tajante viendo como Imra apretaba los puños, pero miró hacia otro lado.

—¿Y no vas a delatarme ni decirme nada? —preguntó en un susurro segundos después y Lena negó con la cabeza.

—Aún no has cometido ningún delito, ¿no? —cuestionó con sorna haciendo que Imra agachase la cabeza llena de rabia—. Y que quieres que te diga: ¿deja esa fantasía porque podrías meter a Kara en un aprieto? —vaciló la pelinegra encogiéndose de hombros—. Eres una de las mejores de mi clase y eres lo bastante lista; sabrás lo que es correcto y lo que no.

—Pero ella podría...

—Podría, tú lo has dicho. Decir "ella podría..." no es lo mismo que decir "yo sé que ella..." —interrumpió su explicación y miró a Imra a los ojos—, porque has dado por hecho a tus suposiciones, pero realmente no sabes nada. Actúas sin mirar a tu alrededor y, lo peor, sin ver lo que tienes delante.

Sentenció en un suspiro y justo cuando Imra quería replicar, Kara apareció. Ambas se miraron, comprendiendo qué significaba todo esto y Lena se retiró, no antes sin darle un toque amistoso en el hombro de la alumna. Quería que comprendiera que no iba a malas, sino que fuera consciente de ello y, la morena, por primera vez y por mucha rabia que le diese, le dio la razón y más cuando la rubia habló.

—Imra, ¿podemos hablar un momento? Creo que tenemos que aclarar unas cosas —preguntó Kara con una mueca, pero Imra sacudió la cabeza.

—Todo... ha sido una confusión. No he pensado con la cabeza y... me he dejado llevar por mis impulsos. De verdad, no quería meterte en problemas. Solo creía que tú... —miró a la rubia que hizo un mohín, indicando de que todo lo que sentía fue pura fantasía—, simplemente lo creía y no era así... —susurró apenada con la mirada gacha y la rubia se mordió el labio tristemente al verla así.

Kara miró hacia atrás y observó como Lena abandonaba el gimnasio después de dedicarle una mirada. Comprendió que también, de alguna manera, habló con Imra sobre esto porque directamente le había soltado aquello. Miró nuevamente a su alumna y segundos después siguió hablando.

—Quería pedirte disculpas y que no se repetirá.

—Bueno, no sé qué decir realmente —se echó a reír liberándose de la tensión, haciendo que Imra levantara la cabeza.

—¿Qué te sientes halaga o algo así? —bromeó la morena haciendo reír más a la rubia, asintiendo.

—Solo espero que estemos bien. Os tengo mucho cariño a ti y a Ruby —le cogió el hombro amistosamente e Imra asintió.

—La verdad es que odio admitir que, aunque sea fría, estricta y un poco odiosa, la profesora Luthor es una gran profesora —se sinceró con una sonrisa, pero Kara solo arrugó la nariz y ladeó la cabeza, sin llegar a negarlo del todo.

—Supongo que sí.

—Creo que deberíais daros una oportunidad y conoceros.

—Oh, no. No seas como Catherine Grant. Tú no lo sabes, pero...

Cogió el hombro de Imra y anduvieron juntas por todo el gimnasio donde Ruby se unió a ellas segundo después ya que estuvo acechando e intentando poner el oído, pero supo que todo iba bien cuando comenzaron a reírse de casi todas las anécdotas malévolas entre la profesora Luthor y ella, razonando de por qué se odiaban tanto.

.

Aunque todavía quedaba fiesta, Lena ya se estaba aburriendo por no decir que estaba harta de hacer siempre el mismo recorrido. No hablaba con nadie, ni siquiera tuvo la oportunidad de regañar a ningún alumno ni a las caras nuevas que iban entrando porque se estaban comportando realmente bien y fue hacia Cat para suplicarle de irse a casa.

La discusión no duró ni dos minutos. La directora razonó de que podía marcharse ya que poco a poco irían desalojando y que había suficientes profesores esta noche para repasar que todo estuviera en orden, por no decir que ella sería la encargada en cerrar y las limpiadoras ayudarían con todo el desastre, aunque realmente no había mucho que hacer.

.

Caminó por los pasillos yendo hacia la sala de profesores. Solo tenía que coger su bolso, regresar el juego de llaves a Mike e irse a casa por fin. Deseaba que llegase ese momento, pero unos gritos hicieron que se detuviese en seco en medio del pasillo. No era un grito cualquiera, era su nombre que resonaba por las taquillas.

Se dio la vuelta para ver, efectivamente, a Imra y Ruby y alzó la ceja cuando también arrastraban a Kara con ella. Frunció el ceño después de que todas se quedaran frente a ella y miró a la rubia que inmediatamente se interpuso entre ellas como la líder.

—¿Tienes las llaves? —preguntó la profesora Danvers y Lena puso los ojos en blanco.

—¿Tus lentillas están caducadas? —cuestionó la pelinegra con burla mientras alzaba el juego de llaves.

—No es momento para discutir —regañó intentando coger las llaves, pero Lena vaciló entre que alzaba una ceja, preguntando no verbalmente que estaba ocurriendo—. Las niñas dicen que han dejado encerrado a uno de segundo año en el cuarto de mapas.

—Qué noche más larga —se quejó Lena dándose la vuelta seguidas por las demás.

Kara protestó porque lo había dicho con un tono que reflejaba que era poco empática y luego miró a sus alumnas diciendo que ella tenía razón, de que sea por lo que sea, siempre iban a decirse de todo menos cosas bonitas y amables. Ambas se rieron, pero sus caras cambiaron cuando Lena les fulminó con la mirada a las tres. Era lo que le faltaba a Lena, que haya minis Kara. Estaba tan cansada que se maldijo por dentro porque ahora tenía que aguantar a las tres mosqueteras.

.

Llegaron al cuarto de todos los mapas y pizarras geográficas. Antes que nada, Lena golpeó la puerta y preguntó sobre cierto alumno, pero nadie contestó. Ruby e Imra inmediatamente dramatizaron e hicieron que se apresurara en abrir ya que seguramente estaría muerto de miedo o, peor, inconsciente. La rubia intentó poner calma mientras la pelinegra abría la puerta de par en par.

—¿Señorita Molina? —alzó la voz Lena adentrándose en la habitación.

—¿Julie? —cuestionó la rubia esta vez y encendió la luz, adentrándose hasta estar junto a Lena. No había rastro de nadie.

—Pero qué...

Lena intentó interrogar a Imra y a Ruby al igual que lo hacía Kara, pero las dos abrieron los ojos de par en par en cuanto ambas cerraron la puerta. La rubia y la pelinegra se miraron con el ceño fruncido, no comprendiendo nada de lo que estaba pasando y Lena puso mala cara mientras andaba hasta la puerta, pero se quedó helada cuando escuchó un clic.

En efecto, las chicas las habían dejado encerradas. Miró a Kara por encima del hombro que tenía la frente arrugada y la rubia se aceró para apoderarse de la manija y corroborar que las chicas habían echado la llave.

—¿Ruby? ¿Imra? —preguntó Kara desconcertada mientras ponía la oreja en la puerta.

Las profesoras no lo sabían, pero estaba claro de que iban hacer esto desde un principio. Lo habían planeado desde que Kara contó todo sobre su relación odiosa con Lena, incluyendo lo de Cat, sincerándose de que fue una de las cosas que más sufrió en pocos minutos después de trabajar casi cinco años en el instituto.

Pero bromeó (cosa que hizo mal ya que Imra y Ruby lo malinterpretaron y se lo tomaron en serio) de que, a lo mejor, si hubiesen quedado más tiempo, habrían hablado como personas civilizadas, podrían haber terminado bien y entenderse un poco mejor; tratarse de una manera más cordial como Lena hacía con todos, al fin y al cabo.

Por tanto, esto era como una prueba para ver si conseguían que se odiasen un poco menos. Lena se enfureció enseguida (cómo no) apartando a la rubia de la puerta de mala gana, aunque Kara solo rodó los ojos sabiendo que solo era cuestión de esperar.

—¡Es por vuestro bien! —canturreó Ruby yéndose junto a Imra.

—¡Chicas! ¡Abrid la puerta o sufriréis las consecuencias! —gritó Lena claramente enfadada, golpeando la puerta con fuerza y bajando la manija como si eso hiciese que se abriese por arte de magia.

—¡Abrid la puerta o sufriréis las consecuencias! —repitió Kara con voz de pitido, imitando a la pelinegra en modo de burla e hizo que esta le fulminara inmediatamente con la mirada—. Si dices eso, menos nos van a abrir, Morticia Addams. Además, ¿no has escuchado como han echado la llave y se han alejado con sus pasitos?

—Y si es así, entonces, ¿qué haces tan tranquila permitiéndoles un comportamiento como este, Elizabeth Swann? ¡Nuestras alumnas nos acaban de encerrar y te quedas ahí tan ancha! —exclamó atónita viendo como la rubia estaba relajada con los brazos cruzados, apoyada en la puerta a su lado.

—Baja el tono que no estamos en una feria —se burló Kara con una sonrisa.

—Pues cambia tu cara porque tampoco estamos en un zoológico —replicó Lena con sorna y Kara se echó a reír.

—Esa ha sido buena —admitió, pero Lena golpeó la puerta con el puño apagando su risa.

—¿Quieres dejar de hacerte la graciosa y decirles a tus alumnas que te hacen más caso a ti que nos abran? —gruñó con convicción a su pregunta, pero Kara sacudió la cabeza.

—Se han ido y, por mucho que grite, no me van a escuchar —explicó volteando los ojos y Lena soltó un suspiro pesado—. Cuando se cansen, regresarán. A menos que alguien nos encuentre antes. Así que ten paciencia, solo será un rato.

—Ese es el problema, que la paciencia se me agota como un pestañeo cuando estoy a tu lado.

—Mujer, yo creo que, si fueras un poquito más amable y receptiva, sería todo un poco más llevadero, pero es que te cuesta hasta reírte. Aunque no te culpo, es normal, a las mujeres frías les pasa. Es más, nunca te he visto sonreír de verdad, solo para burlarte o para creerte superior. ¿Lo has hecho alguna vez? ¿Sonreír de verdad? ¿O necesitas que te enseñen? —preguntó enfadada sin pelos en la lengua, pero Lena le golpeó con el dedo en el pecho haciendo que Kara descruzara los brazos.

—Cállate de una vez, pesada.

—Cilliti di ini viz, pisidi. Grandes argumentos. ¿Te regalo un diccionario de insultos para que te renueves? —se burló apartando su muñeca de un manotazo y Lena gruñó.

—Eres una cansina y una infantil. ¿Cómo quieres que me lleve bien contigo si haces siempre todo lo contrario a lo que yo pido o quiero? Ojalá ser sorda para no escucharte nunca más —replicó de mala manera, pero solo consiguió hacer sonreír a la rubia.

—Pues yo deseo que fueras muda para no escucharte nunca a ti —debatió alzando la ceja y Lena rezongó de mala gana.

—No deseas escucharme nunca, pero bien que me pides que sea tu amiga, idiota de pacotilla —espetó la pelinegra cabreada acercándose a ella y Kara sacudió inmediatamente la cabeza incrédula y enfadada.

—Yo jamás he pedido que seamos amigas, imbécil testaruda. Solo que seas un poquito más amable y dejes esa cara de amargada, que no se te va a caer la cara porque me sonrías un poquito —continuó metiéndose con ella cuando estuvieron a centímetros de distancia.

El ambiente entre ellas se hizo más pesado, el aire era denso que sus cuerpos tensos se relajaron por cada segundo que pasaba y todo se multiplicaba cuando se acercaban poco a poco y, sabiendo de que ya no podían cortar más distancias entre ellas, siguieron quejándose una cosa de la otra haciendo que la habitación se volviese tórrido.

Los gritos se convirtieron en tonos menos elevados; sus respiraciones se volvieron más fuertes cuando sus rostros se acercaban y se miraban intensamente, viendo como sus ojos llenos de ira se oscurecían provocando un deseo inevitable que se expandía por cada célula de sus cuerpos.

—Og, en serio, como no pares de una puñetera vez, me obligarás a sacar las garras y ser una mujer despiadada, fría y cruel de verdad —susurró con la respiración agitada, mirando aquellos ojos azules oscuros.

—¿Qué vas a hacer, miss antipática? —musitó acercando su rostro casi chocando con su nariz, viendo los ojos verdosos oscuros de la pelinegra—. ¿Arañarme como una gatita? Aunque no lo creo. Te consideras tan perfecta que tendrías miedo a romperte una uña —siguió burlándose entre murmullos, provocando a Lena mientras miraba a sus labios—. No puedes... Tú no puedes...

—¿No puedo qué...? —murmuró la pelinegra bajando la mirada.

Y de común acuerdo, de manera inexplicable, cortaron la diminuta distancia que quedaban chocando sus labios en un beso ardiente y fogoso cargado de ira y deseo. Lo hicieron con una urgencia inexplicable, con una necesidad profunda. No era comparado ni con el primer beso; este era uno de los que ninguna se atrevía a separarse porque se quedarían con ganas de más.

Kara movió los labios a compás y con pasión, deslizando sus manos desde la espalda hasta agarrar firmemente su culo, apretando y atrayéndola con necesidad. Lo hizo lentamente por miedo a que la pelinegra hiciese lo mismo que la última vez, pero fue buena señal cuando Lena no se quedó atrás, sino que correspondió con un gemido envuelto en su boca y sus brazos pasaron por detrás de su cabeza, rodeando su cuello en un abrazo, atrayéndola y agarrando los mechones rubios de su nuca con fuerza, como si estuviera a punto de desmayarse en el acto.

No entendían cómo habían llegado hasta aquí. Normalmente se iban de un extremo a otro, se separaban o pasaban una de la otra, abandonando la zona. Pero estaban a solas, encerradas, cerca una de la otra con esta sensación rara que invadía cada partícula de aire entre ellas; estos sentimientos encontrados que no tenía sentido alguno.

Quizá lo hicieron para no escuchar más lloriqueos ni quejidos o quizá ambas lo deseaban con todas sus ganas, aunque no lo admitieran. Sea lo que sea tampoco iban a preguntárselo ni hallar una respuesta. Parece que estar cachondas ha anulado por completo su inclinación natural de matarse mutuamente.

Kara giró su cuerpo y la estampó contra la puerta con urgencia, acorralándola para que no se escapara y mordiendo su labio con fuerza. Lena jadeó entre dolor y placer, dejando que la rubia arrastrara los dientes por su labio inferior y se observaron mutuamente. Ambas sabían que habían perdido la razón, pero aceptaron ese hecho y se dejaron llevar sin oponer la más mínima resistencia.

La profesora Danvers abandonó su boca para dirigirse a su cuello, lóbulo, mandíbula, clavículas, hombros y todo lo que sus dientes podían arrastrar mientras sus manos bailaban por todo su cuerpo, haciéndola estremecer con cada toque y más cuando apretaba y pellizcaba sus zonas sensibles como su culo, muslo o pecho. Lena se dejó hacer, apoyando su cabeza en la puerta, estirando su cuello y mirando al techo entre gemidos para darle más accesibilidad a la rubia.

—Te odio —susurró Kara mordiendo su lóbulo de la oreja.

—Y yo a ti —correspondió Lena cogiendo su rostro y buscando su boca con urgencia.

Ambas notaban el calor corporal de la otra, como cada una sentía que su corazón latía con fuerza contra su caja torácica con el choque de sus labios. Y esta vez fue Lena la que pasó su lengua por sus labios, mordiendo y pidiendo permiso para adentrarse. Sin esperarlo, Kara se separó, echando su cabeza hacia atrás abandonando sus labios y apoyando su mano en la puerta a un lado de su cabeza y soltando una risita arrogante.

—¿Ahora debería morderte yo, señorita Luthor? —musitó en sus labios mientras cogía su barbilla con gallardía. Lena supo en ese momento en que Kara había tomado el control de la situación, quedando totalmente a su merced.

—Haz lo que quieras, pero no dejes de besarme —respondió Lena jadeante agarrando de su camiseta con fuerza y atrayéndola nuevamente donde Kara volvió a sus labios sin reparo.

Quería consumir la lujuria con ella, siendo un simple títere que Kara manejaba con sus manos como quisiese. ¿Por qué iba a parar algo que le hacía sentir tan bien? ¿Esos besos que le hacían rogar más? ¿Esos labios tan perfectos que sabían besar hasta perder el autocontrol?

No conocía casi ninguna faceta de Kara, ni quién era porque no la conocía; nada de su pasado, nada de su presente a pesar de estar en ello, ni nada de sus planes de su futuro. Ni siquiera sabía si tenía pareja o no. Solo era un ente de lo que ella vio y percibió; cosas que odiaba con toda plenitud hasta la irritación, siendo como el perro y el gato, no teniendo nada en común. Y, sin embargo, aseguró de que era una amante esplendida. Al igual que lo pensaba Kara.

***

El beso se tornó más húmedo en cuanto sus lenguas entraron en juego, como si estuvieran desafiándose por quien se hacía con la boca de la otra. Lena perdía porque Kara sabía cómo debilitarla; moviendo sus manos por su cuerpo, agarrando su garganta con su mano, haciéndola enloquecer cuando la pellizcaba con fuerza y atrayéndola hasta que sus cuerpos se quedaron sin espacio.

Fue ahí cuando la mente de Lena colapsó y empujó a Kara en un jadeo. La rubia frunció el ceño, aunque también agradeció este parón porque ambas necesitaban respirar un poco. Lena suspiró y se mordió el labio porque casi había aceptado su derrota, la de estar bajo control absoluto por la rubia. Casi si no fuera porque algo duro se había clavado en su muslo.

—Creo —carraspeó sintiendo el aire de nuevo entrar en sus pulmones— que te has emocionado mucho por solo un beso —susurró apartándola de ella con las manos y Kara se quedó con la boca seca, viendo como Lena perfectamente había jugueteado con ella.

Ella se volvió, pegando nuevamente a la puerta como si no hubiera pasado nada, llamando a sus alumnas por sus nombres como si el tiempo que había pasado hubiese sido eterno cuando fue un chasquido de dedos. Kara se mordió el labio, sonriendo entre dientes y palmeó la puerta al lado de su cabeza, demandando atención. Lena inmediatamente se calló y respiró hondo, pero no se giró y agachó la cabeza con el corazón en la boca.

Kara lo sabía; no era solo ella, sino que las dos ardían con la llama que habían creado y esa exhalación indicó lo orgullosa que era la pelinegra, en el cómo la pequeña Danvers se había hecho con ella. La rubia no vaciló y se acercó, chocando su cuerpo para que Lena notara su evidente excitación. La pelinegra gimió silenciosamente cuando lo notó entre sus nalgas y cerró los ojos cuando Kara deslizó su mano desde la puerta hasta su garganta.

—¿Y qué pasaría si...? —comenzó la rubia ladeando su cabeza con su mano y musitando a su oído entre que su otra mano agarró el vestido por los muslos, tirando hacia arriba—, ¿...mis manos atraviesan este vestido...? —remangó la tela con fuerza hasta sus caderas—, ¿...y mis dedos se adentran por aquí? —susurró deslizando su mano dentro de sus braguitas hasta llegar a su intimidad, acariciando su clítoris totalmente mojado, haciéndola gemir y estremecerse contra su mano—. Lo sabía... —susurró con un tono arrogante antes de sonreír y la pelinegra balanceó sus caderas contra su mano.

—¿El qué? —preguntó Lena, aún sabiendo que la respuesta era evidente; ella estaba más que emocionada. Aun así, quería escucharla porque la voz dura de Kara le hacía excitar más.

—Que mis dedos podrían hacer natación perfectamente.

Lena se detuvo en seco y la miró por encima de su hombro, atónita. Kara alzó la ceja con una sonrisa entre dientes e inmediatamente la pelinegra la apartó, empujándola hasta que se separase de ella.

—¿En serio tienes que creerte graciosa hasta follando? —gruñó de mala gana girándose para enfrentarla por cómo le había cortado el rollo con su estúpido comentario, pero Kara se echó a reír de manera arrogante y cogió su cuello sin que Lena lo viese de venir, donde la rubia cambió su cara a un semblante serio. Su otra mano regresó a sus braguitas, bajándolas un poco; conquistando su clítoris y sacándole un gemido ronco.

—Eso es que quieres que te folle —susurró de manera prepotente, pero antes de que Lena pudiera contestar que sí, cosa que ya sabía la rubia, Kara selló sus labios con un beso ardiente.

El beso apasionado y húmedo fue a compás de los movimientos en su clítoris mojado. Eran rápidos y precisos, de delante hacia atrás y circulares. Mordió sus labios hinchados y hundió un dedo dentro de ella, sacándolo después para acariciar nuevamente su clítoris y así repetidas veces que Lena no pudo aguantar el primer orgasmo. Y a pesar de que Lena aminoró el ritmo, Kara no paró de deslizar sus dedos contra ella.

La pequeña Luthor jadeó contra su boca mientras sus manos vagaban por sus pantalones, acariciando el bulto lentamente y, donde segundo después, bajó sus joggers marrones junto con el bóxer para liberar la presión. No tardó en agarrarlo y sacudirlo de arriba hacia abajo donde a veces chocaba contra su cadera, haciendo que Kara gimiese con ella.

La excitación hizo que Lena apartara su mano de sus bragas, sustituyendo sus dedos por su miembro, adentrándose y haciendo que las caderas de Kara se balancearan contra ella, deslizando su empalme una y otra vez en su clítoris, humedeciendo cada vez más su mojada entrepierna.

—Por favor, dentro... —suplicó Lena en un susurro entre sus labios y Kara asintió, separando, apartando y agarrando una de sus piernas mientras su miembro se hundía dentro de ella.

El gemido fue acallado con la mano de Kara porque tampoco se fiaba. Una cosa eran gemidos silenciosos que podrían ser disfrazados con cualquier excusa de sus peleas y otra cosa era lo que podrían estar gritando y gozando ahora mismo. Eso hizo que dejaran de besarse porque la mano de la rubia permaneció en su boca, pero sus miradas ardientes les fue suficiente como para continuar con la misma excitación.

Kara se balanceó de delante hacia atrás, notando como su miembro resbaladizo salía y entraba en ella sin dificultad. Lena sollozaba de placer mientras se movía desesperadamente contra su pene pidiendo más y la rubia se lo daba sin rechistar, dando fuertes embestidas donde Lena llegó a su segundo orgasmo.  Frenó un poco la emoción, pero dejando que Kara continuase su embestida.

—Hum... —gimió Lena cogiendo su muñeca, apartándola de su boca—, cuando... te vayas a correr... avísame.

—Tranquila, lo haré fuera —protestó Kara en un gruñido, pero Lena negó con la cabeza.

—Lo harás en mi boca.

Esas palabras provocaron una emoción inmensa, golpeando el cuerpo de Kara haciéndola estremecer y que sus embestidas fueran más rápidas y bruscas, tapando nuevamente la boca de Lena por sus gritos de dolor y placer mientras su miembro se hundía en ella, notando el poco autocontrol que tenía, de cómo estaba fuera de sí.

Después de varios minutos entre gemidos y duros golpes contra su humedad, se echó hacia atrás, sacando su miembro de ella, e indicó a Lena con la mirada de que se iba a venir enseguida. La pelinegra inmediatamente se arrodilló, deslizando sus manos por sus muslos. A regañadientes, las manos de Kara abandonaron su miembro totalmente hinchado cuando Lena apartó su muñeca para poder apoderarse ella y Kara gruñó todavía más cuando la pequeña Luthor miró hacia arriba y sonrió, no haciendo nada.

—Joder, Lena —protestó la rubia poniendo las manos sobre la puerta porque sentía que le dolía de no correrse.

—Me divierte sacarte de quicio hasta follando —se burló y la rubia exhaló, incrédula. Ahora ella había tomado las riendas, se había apoderado del control. Como siempre, un paso más.

Sacudió su miembro muy lentamente y sacó su lengua para lamerlo a la misma velocidad. Kara se estaba desquiciando, pero también le estaba encantando como Lena la miraba mientras lamía lentamente los lados de su miembro mientras sus manos se deslizaban de arriba hacia abajo a compás.

No sabía que era tan experta en hacer esto, en hacerle sentir que llegaba al límite, pero sin sobrepasarlo. Tenía que admitir que era una hija de puta, pero de las buenas. Apoyó una mano en la puerta mientras que la otra la deslizó por su cabello negro, pero la azabache se apartó hacia un lado.

—No seas un empuja cabezas —advirtió Lena alzando las cejas—. A lo mejor no me gusta que lo seas.

—Pues haz que tu boca me folle, por favor —suplicó Kara apartando su mano para colocarlas nuevamente en la puerta. Era gracioso porque era Lena la que estaba de rodillas y era Kara la que estaba de pie, suplicando y rindiéndose ante ella. Y aunque la rubia no dijera nada, Lena lo sabía por su mirada.

Dejó de ser cruel y abrió la boca, introduciendo su miembro entero en ella. Lena miró hacia arriba con esa mirada pervertida que le volvía loca a la rubia. Da igual cómo fuese que hasta así parecía una bastarda presumida.

Las piernas de Kara temblaban cuando sentía que su miembro chocaba con su garganta, su lengua lamiendo alrededor y su boca succionando hasta llevarla al límite donde finalmente se deshizo dentro de ella. La rubia al fin exhaló, aliviada de que por fin llegase al orgasmo.

—Joder... —susurró mirando a Lena, pero ella ni siquiera la observó.

Simplemente se lo sacó de la boca después de tragarse toda su explosión, dejando que Kara se ocupara de ello mientras que ella lamió sus labios, limpiándose el desastre de sus comisuras con sus dedos. 

—Me gustaría preguntar por qué me has dejado...

—¿Dónde te ibas a correr si no? Aquí no hay ni papelera... —le cortó de inmediato haciendo suspirar a la rubia porque había vuelto su actitud tosca.

Y ella pensando en que le faltaba un polvo para sacarla de la zona arisca.

***

Lena se levantó, colocando bien sus braguitas y bajando el vestido mientras se peinaba al igual que Kara se subía los pantalones junto a el bóxer. Todo en silencio. La profesora Danvers abrió la boca, pero Lena alzó la palma de la mano para que no dijese nada. Acercó su oído a la puerta y... ¡justo a tiempo! Ruby e Imra caminaban junto a Mike que le estaba echando la bronca, aunque entre risas, por haber encerrado a ambas profesoras.

—Oye... —intentó la rubia sujetando su mano, pero Lena la apartó.

—Aquí no ha pasado nada. Tú a lo tuyo y yo a lo mío, ¿de acuerdo?

—¿Qué? Pero... —frunció el ceño, atónita. Tampoco es que esto lo hubiesen hecho por arreglar su relación, pero obviamente quería hablar de ello porque había tenido la sensación de que ambas habían notado algo en el ambiente, cosa que la pelinegra nuevamente negó.

—Pero nada, pesada. Deja ya las preguntitas que se te rondan por la cabeza y, aunque creas que ha sido un calentón, también ha sido un puto error. Fin. No hay nada más que decir —masculló con una mirada fulminante y la rubia arrugó más la frente.

¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué diablos se comportaba así? ¿Cómo si estuviera huyendo de lo que acababa de pasar? ¿Cómo ha llegado a de un extremo a otro? Estaban entre bromas, entre pullitas entre ellas, fastidiándose una a la otra, pero de una manera excitante que resultó hasta divertida. Y esto había sido como la gota que colmó un vaso que no había visto.

—¡Kara! ¡Lena! ¿Estáis vivas? Por favor, decidme que no os habéis matado... —bromeó Mike mientras que abría la puerta—. Anda, pero si estáis...

—Vosotras dos, estáis suspensas hasta la recuperación a finales de diciembre por encerrarnos con llave —gruñó Lena enfurecida mientras cogía las llaves de las manos de Mike, estupefacto al igual que las otras dos pequeñas de lo brusca que había sido—. Y tú, podrías haber venido un poquito antes —gruñó hacia Mike que se quedó atónito; ¿qué culpa tenía el pobre si hace un minuto de que se acababa de enterar de que estaban encerradas?—. Y tú —se dirigió a Kara finalmente—, espero que entiendas el significado de que no me caes nada bien, cansina —y sin nada más que añadir, se fue a por sus cosas a la sala de profesores para ir a casa.

—¿Qué ha pasado ahí dentro? —preguntó Mike patidifuso al igual que ambas chicas la miraban interrogante.

—Por poco nos matamos ahí dentro —sacudió la cabeza restándole importancia, viendo como Lena desaparecía por la esquina.

—Oye, Kara... —habló Ruby con una mueca y Kara alzó la ceja, preguntando no verbalmente que sucedía—. ¿Nos vas a suspender también?

—No soy tan cruel ni fría como ella, pero sí que os pondré un trabajo extra —suspiró la rubia mientras se rascaba los ojos. No supo por qué, pero tenía ganas inmensas de llorar—. Venga, vamos. Hacedme olvidar y volvamos a la fiesta.

Todos asintieron, aunque preocupados. Ruby e Imra se lamentaron de verdad por hacerle aquella putada; no sabía a qué extremo podrían haber llegado, pero Kara le restó importancia. Ahora mismo prefería no pensar en algo que no pasó, ¿verdad? Cada una con su tema. Mejor seguir como siempre, total... ¿qué habría cambiado ese polvo insignificante? 

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