MOVING CASTLE | KTH + JJK

Autorstwa sempretaegguk

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『 "¡Estoy aquí para limpiar!" le gritó JungKook. "Entonces ve encontrándole otro sentido a tu vida." dijo Ta... Więcej

❝ p r o l o g u e ❞
❝ f i r s t ❞
❝ s e c o n d ❞
❝ t h i r d ❞
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❝ s i x t h ❞
❝ s e v e n t h ❞

❝ f i f t h ❞

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Autorstwa sempretaegguk

Decidió que lo único que podía hacer era demostrarle a TaeHyung que era un excelente limpiador, un auténtico tesoro. Se ató un trapo viejo sobre el pelo blanco, se remangó la camisa sobre los brazos arrugados y delgaduchos y se colocó un mantel que sacó del armario de las escobas como si fuera un delantal. Era un alivio que sólo hubiera cuatro habitaciones que limpiar en lugar de un castillo entero.

Agarró un cubo y una escoba y se puso manos a la obra.

—¿Qué haces? —gritaron a coro NamJoon y Calcifer horrorizados.

—Limpiar. —replicó JungKook con firmeza—. Esta casa es un desastre.

Calcifer dijo:

—No hace falta.

Y NamJoon murmuró:

—¡TaeHyung te va a echar!

Pero JungKook los ignoró a los dos y empezó a levantar nubes de polvo. En medio de todo esto, se oyeron nuevos golpes en la puerta. Calcifer ardió con fuerza:

—¡Puerta de Porthaven! —con un gran estornudo llameante que lanzó chispas púrpuras a través de la polvareda.

NamJoon dejó la mesa y fue hasta la puerta. JungKook espió a través del polvo que estaba levantando y vio que esta vez NamJoon giraba el pomo cuadrado de madera de forma que el lado con la mancha azul apuntara hacia abajo. Cuando abrió la puerta, la calle era la misma que se veía por la ventana y se encontró con una niña pequeña.

—Por favor, señor Kim. —dijo—. He venido por ese conjuro para mi madre.

—Un conjuro de seguridad para el barco de tu padre, ¿no? —dijo NamJoon—. Un momentito. —volvió a la mesa, cogió una jarra de las estanterías y de un frasco vertió una cantidad del polvo en un trozo de papel.

Mientras tanto, la niña observaba a JungKook con tanta curiosidad como JungKook a ella. NamJoon retorció el papel con el polvo dentro y regresó dando instrucciones—: Dile que lo espolvoree por todo el barco. Durará para la ida y la vuelta, incluso si hay tormenta.

La niña tomó el papel y le entregó una moneda.

—¿El hechicero ahora tiene también un brujo trabajando para él? —preguntó.

—No. —respondió NamJoon.

—¿Te refieres a mí? —preguntó JungKook—. Ah, sí, hijita. Soy el brujo mejor y más limpio de todo Ingary.

NamJoon cerró la puerta, con expresión exasperada.

—Ahora se enterarán en todo Porthaven. Puede que a TaeHyung no le agrade. —volvió a girar el pomo con el verde hacia abajo.

JungKook se rió un poco para sus adentros, sin arrepentirse lo más mínimo. Probablemente había permitido que la escoba que estaba utilizando le diera ideas. Pero también podría convencer a TaeHyung para que lo dejara quedarse si todo el mundo pensaba que trabajaba para él. Su comportamiento le parecía muy raro. Cuando era joven, JungKook se habría muerto de vergüenza al ver cómo estaba actuando, pero ahora, al ser un anciano, no le importaba nada de lo que hacía o decía. Sintió un gran alivio.

Cuando vio a NamJoon levantar una piedra del hogar y esconder la moneda de la niña debajo, se acercó con curiosidad.

—¿Qué estás haciendo?

—Calcifer y yo intentamos guardar un poco de dinero. —dijo NamJoon en tono culpable—. Si no, TaeHyung se gasta todo lo que tenemos.

—¡Es un manirroto irresponsable! —crepitó Calcifer—. Se gastará el dinero del Rey en menos tiempo de lo que tardo yo en quemar este tronco. No tiene cabeza.

JungKook esparció agua del lavadero para que el polvo se asentara, lo que hizo que Calcifer se encogiera en la chimenea. Luego volvió a barrer el suelo. Fue avanzando en dirección a la puerta, para ver mejor el pomo cuadrado del dintel. El cuarto lado, el que todavía no había visto usar, tenía una mancha de pintura negra.

Preguntándose adonde conduciría, JungKook se puso a retirar con energía las telarañas de las vigas. NamJoon se quejó y Calcifer volvió a estornudar.

Justo en ese momento, TaeHyung salió del baño envuelto en un vaho perfumado, con una elegancia extraordinaria. Hasta los bordados de plata del traje parecían más brillantes. Echó un vistazo y volvió rápidamente al cuarto de baño protegiéndose la cabeza con una manga azul y plateada.

—¡Párate quieto, hombre! —dijo—. ¡Deja en paz a esas pobres arañas!

—¡Estas telarañas son una vergüenza! —declaró JungKook, mientras las desgarraba todas a la vez.

—Pues quítalas, pero deja las arañas. —ordenó TaeHyung.

A JungKook le pareció que sentía una simpatía malvada por las arañas.

—Pero entonces tejerán más telas. —replicó.

—Y matan a las moscas, lo cual es muy útil. —dijo TaeHyung—. Deja de mover la escoba mientras cruzo mi propio salón, por favor.

JungKook se apoyó en la escoba y observó cómo TaeHyung cruzaba la habitación y cogía la guitarra. Cuando puso la mano en el picaporte, le dijo:

—Si la mancha roja conduce a Kingsbury y la azul va a Porthaven, ¿adónde lleva la mancha negra?

—¡Qué anciano más fisgón! —dijo TaeHyung—. Esa conduce a mi escondite particular y no te voy a decir dónde está.

Abrió la puerta hacia las colinas que se deslizaban en perpetuo movimiento.

—¿Tae, cuándo volverás? —preguntó NamJoon en un tono un poco desesperado.

TaeHyung fingió no haberle oído y se dirigió a JungKook.

—Prohibido matar a una sola araña mientras estoy fuera.

La puerta se cerró a sus espaldas. NamJoon le lanzó a Calcifer una mirada cargada de significado y suspiró. Calcifer crepitó con una risa maliciosa.

Como nadie le explicó adonde había ido TaeHyung, JungKook concluyó que habría salido a cazar jovencitos de nuevo y se puso a trabajar con más vigor que nunca. No se atrevió a hacer daño a ninguna araña después de lo que le había dicho TaeHyung, pero golpeó las vigas con la escoba, gritando:

—¡Largo, arañas! ¡Fuera de mi camino! —las arañas salieron corriendo en todas direcciones mientras las telarañas caían a montones. Entonces tuvo que volver a barrer el suelo, claro. Cuando terminó, se puso de rodillas y lo fregó.

—¡Ojalá te estuvieras quieto! —dijo NamJoon, sentado en las escaleras para apartarse de él.

Calcifer, escondido en el fondo del hogar, murmuró:

—¡Ojalá no hubiera hecho ese trato contigo!

JungKook siguió frotando con energía.

—Estaréis mucho más contentos cuando quede limpio y bonito. —dijo.

—Pero ahora estoy fastidiado. —protestó NamJoon.

TaeHyung no regresó hasta tarde aquella noche. Para entonces JungKook había barrido y fregado tanto que apenas se podía mover. Estaba sentado hecho un ovillo en la silla, con dolores por todo el cuerpo. NamJoon agarró a TaeHyung por una manga y se lo llevó al cuarto de baño, donde JungKook lo oyó quejarse con murmullos indignados. Frases como «un viejo terrible» y «¡no hace ni caso!» eran fáciles de distinguir, incluso con los gritos de Calcifer, que aullaba:

—¡TaeHyung, detenlo! ¡Nos va a matar a los dos!

Pero lo único que dijo TaeHyung, cuando NamJoon le soltó, fue:

—¿Has matado alguna araña?

—¡Claro que no! —saltó JungKook. Sus achaques le habían vuelto irritable—. Con sólo mirarme salen corriendo. ¿Qué son? ¿Las personas a las que les has comido el corazón?

TaeHyung se echó a reír.

—No, son arañas normales y corrientes. —contestó, y subió con expresión soñadora al piso de arriba.

NamJoon suspiró. Fue al armario de las escobas y rebuscó hasta sacar un viejo camastro, un colchón de paja y unas mantas, que colocó en el espacio bajo las escaleras.

—Será mejor que duermas aquí esta noche. —le dijo a JungKook.

—¿Significa eso que TaeHyung va a dejar que me quede? —preguntó JungKook.

—¡No lo sé! —exclamó NamJoon irritado—. TaeHyung nunca se compromete a nada. Yo pasé aquí seis meses hasta que pareció darse cuenta de que vivía aquí y me hizo su aprendiz. Pero he pensado que una cama sería mejor que la silla.

—Entonces, muchas gracias. —dijo JungKook agradecido.

La cama resultó mucho más cómoda que la silla y cuando Calcifer se quejó de tener hambre a mitad de la noche, JungKook no tuvo problema para salir de ella con mucho crujir de huesos y darle otro tronco.

Durante los días siguientes, JungKook siguió limpiando sin piedad por todo el castillo. Disfrutaba. Diciéndose que estaba buscando pistas, lavó las ventanas, limpió el lavadero y obligó a NamJoon a quitar todas las cosas de la mesa y los estantes para restregarlos bien. Sacó todas las cosas de los armarios y las que estaban sobre las vigas del techo y también las limpió. Le pareció que la calavera humana empezaba a tener la misma cara de sufrimiento que NamJoon, de tantas veces que la había movido. Luego colgó una sábana vieja de las vigas más cercanas a la chimenea y le obligó a Calcifer a inclinar la cabeza para limpiar la chimenea. A Calcifer no le gustó nada.

Crepitó con una risa malvada cuando JungKook descubrió que el hollín se había extendido por toda la habitación y tuvo que limpiarla de nuevo. Su problema era justamente ese: era implacable con la suciedad, pero le faltaba método. Aunque su tenacidad también tenía cierto método; había calculado que si lo limpiaba todo bien, antes o después terminaría por encontrar el tesoro de TaeHyung, las almas de las personas, o sus corazones mordisqueados, o algo que explicara el contrato de Calcifer. Le pareció que la chimenea, protegida por Calcifer, era un buen escondite. Pero allí no había nada más que montones de hollín, que JungKook guardó en bolsas en el patio trasero. El patio estaba también en su lista de posibles escondrijos.

Cada vez que entraba TaeHyung, NamJoon y Calcifer se quejaban en voz alta sobre JungKook. Pero TaeHyung no parecía hacerles caso. Ni tampoco reconocerlos. JungKook confiaba en que los paquetes sólo contuvieran cosméticos.

Colocó las cosas de nuevo en la estantería y siguió limpiando. Aquella noche, cuando se acomodó en la silla con dolores por todo el cuerpo, Calcifer se quejó de que por su culpa había secado uno de los manantiales de aguas termales.

—¿Dónde están esas termas? —preguntó JungKook. En aquellos días sentía curiosidad por todo.

—Bajo los pantanos de Porthaven —dijo Calcifer—, pero como sigas así, tendré que traer agua caliente del Páramo. ¿Cuándo vas a dejar de limpiar y a averiguar lo de mi contrato?

—Todo a su tiempo. —dijo JungKook—. ¿Cómo voy a sacarle a TaeHyung lo del contrato si no para en casa? ¿Siempre sale tanto?

—Sólo cuando anda cortejando a alguna dama o caballero. —dijo Calcifer.

Cuando el baño quedó limpio y reluciente, JungKook fregó las escaleras y el rellano. Luego entró en el pequeño cuarto de NamJoon. El muchacho, que para entonces parecía haber aceptado resignadamente a JungKook como una especie de desastre natural, lanzó un grito de desesperación y subió corriendo las escaleras para rescatar sus posesiones más preciadas. Estaban en una caja vieja bajo su pequeño camastro taladrado por la carcoma.

Cuando se llevaba la caja con actitud protectora, JungKook vislumbró un lazo azul con una rosa de azúcar, sobre lo que parecían ser cartas.

—¡Así que NamJoon tiene una enamorada! —se dijo mientras abría la ventana, que también daba a una calle en Porthaven, y sacaba el colchón sobre el alféizar para que se aireara. Teniendo en cuenta lo curioso que se había vuelto, JungKook se sorprendió a sí mismo al no preguntarle quién era aquella chica y cómo la mantenía a salvo de TaeHyung.

Barrió tal cantidad de polvo y basura de la habitación de NamJoon que estuvo a punto de ahogar a Calcifer intentando quemarlo todo.

—¡Me vas a matar! ¡Eres tan despiadado como TaeHyung! —tosió Calcifer.

Sólo se le vía el pelo verde y un pedazo azul de su frente alargada.

NamJoon metió su preciada caja en el cajón de la mesa de trabajo y lo cerró con llave.

—¡Ojalá TaeHyung nos hiciera caso! —dijo—. ¿Por qué tardará tanto con
este?

🍃

Al día siguiente JungKook intentó empezar con el patio, pero en Porthaven estaba lloviendo. La lluvia azotaba la ventana y repiqueteaba contra la chimenea, provocando el siseo irritado de Calcifer. El patio también formaba parte de la casa de Porthaven, así que estaba diluviando cuando JungKook abrió la puerta. Se cubrió la cabeza con el delantal y trasteó un poco, y antes de mojarse demasiado, encontró un cubo con cal y un pincel largo. Se los llevó dentro y se puso a trabajar en las paredes.

Encontró una vieja escalera en el armario y encaló el techo entre las vigas.

Siguió lloviendo durante dos días en Porthaven, aunque cuando TaeHyung abrió la puerta con la mancha verde hacia abajo y salió a la colina hacía sol, y las sombras de las nubes corrían sobre el brezo a más velocidad de la que el castillo podía permitirse. JungKook encaló también su cubículo, las escaleras, el rellano y la habitación de NamJoon.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó TaeHyung al entrar el tercer día—. Parece que hay mucha más luz.

—JungKook. —dijo NamJoon, con la voz de un condenado.

—Debería haberlo imaginado. —comentó TaeHyung mientras desaparecía en el baño.

—¡Se ha dado cuenta! —susurró NamJoon a Calcifer—. ¡Debe estar rindiéndose al fin!

🍃

Al día siguiente todavía seguía lloviendo en Porthaven.

JungKook se ató el pañuelo sobre la cabeza, se remangó y se puso el delantal. Cogió la escoba, el cubo y el jabón y, en cuanto TaeHyung salió por la puerta, se dirigió como un anciano ángel vengador a limpiar el cuarto de TaeHyung.

Lo había dejado para el final por temor a lo que pudiera encontrar allí.

Ni siquiera se había atrevido a echarle una mirada. Lo cual era una tontería, pensó mientras subía las escaleras con dificultad. Para entonces ya tenía claro que Calcifer se encargaba de hacer toda la magia difícil del castillo y NamJoon todo el trabajo duro, mientras que TaeHyung salía por ahí a divertirse persiguiendo a chicas y chicos, y explotando a los otros dos, igual que JiHyun lo había explotado a él. TaeHyung nunca le había parecido particularmente terrorífico. Y ahora no sentía más que desprecio hacia él.

Llegó al rellano y se encontró con TaeHyung en el umbral de su cuarto.

Estaba apoyado indolentemente sobre una mano y le bloqueaba totalmente el paso.

—Ni se te ocurra. —le dijo en tono agradable—. Me gusta sucio, gracias.

JungKook lo miró con la boca abierta.

—¿De dónde has salido? Te he visto marcharte.

—Eso ha sido para despistar. —dijo TaeHyung—. Ya has sido bastante malo con Calcifer y NamJoon. Era lógico que hoy me tocara el turno a mí. Y a pesar de lo que te haya dicho Calcifer, soy mago. ¿O es que creías que no podía hacer magia?

Aquello echaba por tierra todas las teorías de JungKook, pero se habría muerto antes que admitirlo.

—Todo el mundo sabe que eres mago, jovencito. —declaró con severidad—. Pero eso no cambia el hecho de que tu castillo sea el lugar más mugriento que he visto en mi vida.

Miró a la habitación más allá de la manga azul y plateada. La alfombra estaba tan sucia como el nido de un pájaro. La pintura se desprendía a tiras de las paredes y había una estantería llena de libros, algunos con aspecto extraño. No había ni rastro de los corazones mordisqueados, pero esos probablemente los guardaba debajo o detrás de la cama con dosel. La tela que colgaba de ella, de un blanco grisáceo, le impidió ver hacia dónde daba la ventana.

TaeHyung le pasó la manga por delante de la cara.

—Eh, eh. No seas curioso.

—¡No soy curioso! —dijo JungKook—. ¡Esa habitación...!

—Sí, sí que eres curioso. —dijo TaeHyung—. Eres un anciano horriblemente curioso, terriblemente mandón y espantosamente limpio. Contrólate. Nos estás amargando la vida a todos.

—Pero esto es una pocilga. —se quejó JungKook—. ¡No puedo evitar ser así!

—Sí, sí que puedes. —dijo TaeHyung—. Y me gusta mi cuarto tal y como está. Tienes que admitir que tengo derecho a vivir en una pocilga si me apetece. Y ahora vete abajo y piensa en alguna otra cosa que hacer. Por favor. Odio discutir con la gente.

JungKook no tuvo más remedio que alejarse con el cubo golpeándole contra la pierna. Estaba un poco impresionado y muy sorprendido de que TaeHyung no le hubiera echado todavía del castillo. Pero como no lo había hecho, se puso a pensar en su próxima tarea. Abrió la puerta junto a las escaleras, vio que ya casi no llovía y avanzó hacia el patio, donde comenzó con energía a ordenar las pilas de trastos mojados.

Se oyó un ruido metálico y TaeHyung volvió a aparecer, tambaleándose ligeramente, en medio de la gran lámina de hierro herrumbroso que JungKook pensaba mover a continuación.

—Y aquí tampoco. —dijo—. Eres un peligro, ¿verdad? Deja tranquilo el patio. Sé exactamente dónde está cada cosa y si lo ordenas nunca encontraré los ingredientes que necesito para mis conjuros de transporte.

JungKook pensó que probablemente habría un montón de almas en alguna parte, o una caja llena de corazones. Se sintió frustrado.

—¡Pero estoy aquí precisamente para poner orden! —le gritó a TaeHyung.

—Pues entonces búscale un nuevo significado a tu vida. —replicó TaeHyung.

Por un momento pareció que él también iba a perder los nervios. Sus ojos extraños y pálidos lo miraron con intensidad. Pero se controló y añadió:

—Vuelve dentro, viejo hiperactivo, y búscate otra cosa con que jugar antes de que me enfade. Odio enfadarme.

JungKook cruzó los brazos delgaduchos. No le gustaba que le lanzaran miradas asesinas con ojos que parecían canicas de cristal.

—¡Claro que odias enfadarte! —replicó—. No te gustan las cosas desagradables, ¿verdad? ¡Eres escurridizo como una anguila, eso es lo que eres! ¡Te escabulles de todo lo que no te gusta!

TaeHyung esbozó una sonrisa forzada.

—Estupendo. —dijo—. Ya conocemos cada uno los defectos del otro. Ahora vuelve adentro. Vamos. Media vuelta. —avanzó hacia JungKook indicándole la puerta con la mano. La manga se le enganchó en el extremo del metal herrumbroso, dio un tirón y se le desgarró—. ¡Maldición! —exclamó TaeHyung, sujetando los extremos de la manga—. ¡Mira lo que has hecho!

—Puedo cosértelo. —dijo JungKook.

TaeHyung le lanzó otra mirada vidriosa.

—Ya estás otra vez. ¡Cómo te gusta la servidumbre!

Cogió la manga con dos dedos de la mano derecha y los deslizó por el desgarrón. Tras pasar entre los dedos, la tela azul y plateada parecía como nueva.

—Ya está. —dijo—. ¿Entendido?

JungKook volvió adentro escarmentado. Era evidente que los magos no necesitaban trabajar como el resto de la gente. Y TaeHyung le había demostrado que era un mago de cuidado.

—¿Por qué no me echa? —se preguntó, a medias para sí mismo y a medias para NamJoon.

—Yo tampoco lo entiendo. —dijo NamJoon—. Pero creo que se fía de Calcifer. Casi todos los que entran en casa o bien no lo ven o bien les da un miedo terrible.

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