Cambio de rumbo

By sacodehuesos79

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Un crimen involuntario. Un vuelo a media noche. Un cómplice inesperado. More

Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead
1. Defiying gravity
2. It really was no miracle
3. If I only had a brain
4. Come Out, Come Out, Wherever You Are
5.Optimistic Voices
6. We're off to see the wizard
7. If we walk far enough
8. Follow the yellow brick road
9. Pay No Attention To That Man Behind The Curtain
11. One short day in the Emerald City
12. As long as you're mine
13. If I only had a heart
14. I'm not that girl
15. Something bad
16. Hearts will never be practical
17. Learn it for yourself
18. Somewhere...
19. ....Over the rainbow
20. There's no place like home

10. No good deed

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By sacodehuesos79

Se acabó. 

Cuando el hombre saca el rectágulo de carton plastificado azul y se lo muestra es lo único en lo que Aitana puede pensar. 

Ahora sí, se acabó. 

Después de tanto tiempo en el borde del  precipicio, de callar bocas y tapar errores, de construir con sumo cuidado una imagen, se acabó. 

Los sacrificios han sido en vano. 

Porque ahora se acabó. 

El hombre que según su carnet de prensa internacional, se llama Daniel L. Baum, es periodista. 

Y ahora va a arruinar su vida. 

En cuanto reconoce la acreditación junto con esa idea, la invade una extraña sensación de paz. 

No habrá departamento de publicidad que pueda salvarla de esto. No habrá cortina de humo que pueda distraer a la gente de este escándalo. 

Todas las fotos de adorables niñas con coletas, no serán suficientes. 

Y pensar que hace dos días su mayor preocupación eran un par de putos zapatos rojos. 

Los periodistas, esto es algo que no tardo demasiado en entender cuando empezó su carrera, no son sus amigos. 

Y sospecha que Daniel L. Baum, a quien consideró erróneamente su angel de la guarda por explicarle en qué autobús tenía que subirse, no se lo pensará dos veces antes de hundirla. 

Le ha fallado el radar. 

Con el tiempo ha aprendido a reconocer a los paparazzi. En la joven con gafas de pasta y zapatillas blancas que finge leer sentada detrás de ella en una cafetería. En el hombre que habla por teléfono mientras ella pasea a su perra. 

Pero probablemente estaba demasiado cansada y triste porque todo lo que había sucedido para darse cuenta de que el tal Daniel L. Baum era un buitre más de los que solían rondarla. 

Se-a-ca-bó. Finito. Caput.

The End en grandes letras de imprenta. 

Títulos de crédito y a casita todos. 

Excepto que ella ya hace tiempo que no tiene casa. 

                                                                            *********************

- ¿Periodista? 

Luis repite la palabra con incredulidad.

El hombre de ojos azules que le llamó la atención por su tranquilidad frente al caos en el aeropuerto es periodista y ahora, mucho menos tranquilo que en ese momento, asiente a toda prisa. 

- Periodista. 

Los ojos de Luis duplican su tamaño al comprender las implicaciones de lo que está diciendo. 

- Empieza a hablar- no se molesta en disimular el tono de amenaza.

Daniel Baum baja las manos y guarda su acreditación. 

- Fue casualidad, os lo juro. 

Les explica que después de quedarse sin trabajo en Madrid por la pandemia, decidió aprovechar sus ahorros para viajar y decidir que podía hacer a continuación. Pero al reconocer a Luis primero y a Aitana después en la sala de espera del aeropuerto de Ajaccio se había dado cuenta de que tenía un bombazo entre manos. 

- No soy periodista del corazón- escupe la palabra como si le disgustase tenerla en contacto con su saliva- pero tengo que comer. 

Luis cierra los ojos entendiendo hasta que punto están jodidos. 

- Cuando vi que la dejabas tirada en el aeropuerto- Luis dirige una mirada culpable a Aitana que parece todavía en shock por lo que les está contando- decidí seguirla a ella, a ver que hacía. 

- ¿Y le robaste su mochila?- Barbara no ha tenido que lidiar con una situación similar en toda su vida de modo que la situación le parece doblemente extraña- ¿por qué?

- Si tenía su pasaporte y su dinero podía marcharse a cualquier parte del mundo, así me aseguraba de que tuviese un radio de acción más limitado. 

Visto desde fuera el plan parece hasta lógico. Repugnante pero brillante. 

- Sin teléfono, sin pasaporte y sin dinero quería saber como iba a comportarse, no contaba con que tú hicieras acto de presencia- el tono de Daniel parece casi de disculpa.  

Luis asimila la información. 

- Entiendo que tienes fotos, de nosotros dos. 

Después de dos años esforzándose en separar su carrera de la de ella, sus vidas, ahora esto. 

Daniel asiente antes de encogerse de hombros. 

- Lo siento- parece verdaderamente apenado. 

- ¿Y mis cosas? 

Aitana toma la palabra por primera vez. Su voz está extrañamente tranquila. 

- En una consigna en la estación, con mi mochila- la mira a ella directamente por primera vez, como si hubiera estado avergonzando de hacerlo- Lo siento mucho, de verdad. 

Aitana asiente, muy seria. 

No será ella quien le juzgue hacer algo poco ético por su carrera. 

Además poco importa si se enfada pues el daño ya está hecho. 

Pero al parecer Luis no está de acuerdo con su enfoque pacifista del tema. 

- ¡Me cago en todo!- entierra las manos en sus rizos, frustrado- ¡me cago en mi vida y en mis muertos y en los tuyos!, ¡me cago en el virus y en el avión! 

Da vueltas sobre sí mismo desquiciado. 

Bárbara solo le ha visto tan nervioso la noche anterior cuando creían haber perdido el rastro de Aitana y no está segura de como intervernir. 

En realidad sabe como le gustaría hacerlo. Marchándose. Echando a correr hasta llegar a la estación y de ahí al primer vuelo que la saque de todo este embrollo. 

Aunque sospecha que su cara debe aparecer junto a la de ellos en varias de esas fotos y aunque es una desconocida, se imagina que aún de refilón, lo que ese hombre decida hacer con ellas afectará también a su vida. 

- Me vais a perdonar si no tengo idea de como van estas cosas- ignora a Luis que sigue jurando en arameo y se dirige a los otros dos- entonces...¿qué coño pasa ahora?

- Pues que un medio publicará esas fotos y nuestras vidas se convertirán en un infierno- a pesar de sus palabras Aitana no sube la voz- y que, probablemente nuestras carreras se irán a la mierda. 

De repende como si su cuerpo hubiese llegado a la misma conclusión que su cerebro y sus palabras, le empiezan a temblar las piernas y busca a su alrededor un sitio en el que apoyarse.

A falta de una opción mejor se deja caer en el suelo de la piazza. 

Daniel parece avergonzado ante las reacciones que ha provocado. 

Bárbara tiene que reconoce que, a simple vista, no parece un mal tipo. 

Por otra parte hay que tener mucha sangre fría para dejar a una persona en un pais extranjero sin dinero, documentación o forma de comunicarse solamente para conseguir una noticia, de modo que está claro que las apariencias engañan.  

- A ver Daniel, esas fotos aún no se las has enviado a nadie ¿no?

Aitana y Luis interrumpen cada uno su ataque de ansiedad particular y concentran su atención e el periodista que niega despacio con la cabeza. 

- Las primeras fotos que tengo a la luz del día son las de hoy- explica- no podía ir a ninguna revista con fotos en las que no se os reconociera. 

De los dos, Luis parece especialmente asqueado por la respuesta mientras que Aitana lo asume con una calma admirable, pestañea y clava sus ojos en Daniel. 

- ¿Y ahora qué? 

No es una pregunta vacía. Su experiencia en el mundo del espectáculo ha sido breve pero intensa. 

Sabe, desgraciadamente, que todo tiene un precio. 

*****************

La idea fue de Luis, aunque Barbara sugirió la mejor forma de ejecutarla. 

Daniel aceptó a regañadientes  y Aitana se limitó a subirse en el coche de alquiler y asentir a todo lo que le preguntaban. 

A cambio de no denunciarle por el robo, aunque el periodista insistía en que se había tratado de un préstamo en realidad, Daniel borraría todas las fotos en las que aparecían juntos Luis y Aitana. 

Pero como no podían confiar en que no hubiera hecho ya una copia de seguridad para utilizar en un futuro, accedieron a darle algo con lo que alimentar a los buitres y sacar algo de beneficio. 

La exclusiva de la nueva pareja de Luis Cepeda. 

Evidentemente no se cotizaba, ni de lejos, como las fotos de Cepeda y Aitana o incluso como unas fotos de Aitana sola, pero no estaban los tiempos como para hacerle ascos incluso a una exclusiva menor. 

¿Y Barbara?

Sentada en el asiento trasero del citroen negro que acaban de alquilar, con su mochila negra firmemente agarrada contra su regazo, Aitana opina que Bárbara ha accedido demasiado pronto y demasiado gustosa a la idea de representar a la nueva novia en esta charada. 

Que por fin, solo se representaba para salvarle el culo a ella y a Luis, claro, pero tal y como le confesó el día antes en el barco, está bastante segura de que acabará cobrándose el favor. 

En especie. 

Y, puede que, incluso con algo de dinero.

Aitana se remueve incómoda en su asiento. 

Está harta de estar rodeada de carroñeros. 

Hace cuarenta y ocho horas agarró esa mochila con la idea de dejar atrás todos sus problemas y a cada hora que pasa está más y más hundida en nuevas dificultades. 

Mira primero por la ventana al paisaje que discurre y cuando eso no la calma concentra toda su atención en la nuca de Luis que está conduciendo. 

La forma en que los músculos se repliegan y se tensan bajo su piel. 

Entre los cabellos negros, demasiado largos después de las vacaciones busca y encuentra el lunar que le fascinaba cuando se quedaba dormida abrazada a su espalda. 

Hace seis días, menos de una semana, se quedó fascinada por el brillo rojo de unos zapatos demasiado caros en un escaparate. 

Hace cinco días, al levantarse de la siesta, Silvana la acorraló y la amenazó con quitarselo todo si no accedía a lo que le exigía.

Hace cuatro días, furiosa por la situación, cogió el coche sin sacarse siquiera las zapatillas de la playa y confundió el freno con el acelerador con consecuencias nefastas. 

Hace tres días y medio, se había esforzado en borrar las pruebas de su error, enterrando una bolsa de plástico en la playa. 

Para evitar enfrentarse a todo el mundo, se subió a un avión que casi se estrelló

En cada uno de esos momentos había estado segura de tocar fondo. 

En lugar de eso había seguido cayendo y cayendo y ya no estaba segura de que hubiera fondo contra el que estrellarse de una vez y dejar de sentir dolor y angustia. 

Porque ahora, en este momento, está en un coche alquilado por una autopista italiana, con su ex novio, una azafata y un periodista ladrón. 

Tan felices. 

Los cuatro. 

Se le escapa una risa que intenta ahogar y en su cabeza empieza a sonar la canción de Maluma sin que pueda hacer nada por evitarlo. 

La siguiente carcajada no pasa desapercibida para Daniel que la mira extrañado. 

Aprieta su mochila con fuerza y los tacones de los putos zapatos rojos se le clavan en la piel de las muñecas. 

Baja la cabeza y ,contra su cuello, empieza a silbar dejando escapar la melodía que suena en su cabeza y la alterna con carcajadas casi histéricas. 

En el espejo retrovisor su ojos se cruzan con los de Luis que ha reconocido la canción y la mira sin saber si reirse o echarse a llorar. 

También Bárbara reconoce la melodía y se gira hacia atrás. 

- Muy apropiada- inclina la cabeza y levanta una ceja y Aitana responde con una nueva carcajada. 

Se ríe más y más hasta que se le saltan las lágrimas y le duele el estómago de hacerlo, se inclina sobre su propio cuerpo hasta que nota el tirón del cinturón en el pecho. 

O quizás la presión que siente venga desde dentro. 

Porque, poco a poco, las lágrimas provocadas por las carcajadas se van tiñendo de rabia y pena y ya no sabe muy bien si ríe o llora. 

- Para- lo dice muy suave la primera vez y Luis parece haberla escuchado- ¡que pares!

La segunda vez la mira a través del retrovisor y frunce el ceño. 

- Estamos en medio de una autopista, Aitana. 

Pero Aitana no está en esos momentos en condiciones de razonar la procedencia o no de pararse en medio de una interestatal italiana. 

Debido a la risa y el llanto que se entremezclan le cuesta tomar aire y el que entra no llega al fondo del pecho. 

- ¡Para joder!- apena consigue escupir las palabras- ¡Para,  Luis!

Daniel la mira sin atreverse a intervenir y solo Bárbara, que probablemente se ha encontrado con situaciones similares en alguno de sus vuelos se atreve a decir algo. 

Pone una mano sobre el brazo de Luis sintiéndolo tensarse al contacto. 

- Creo que deberías buscar una salida, necesita que le de un poco el aire. 

Luis da un volantazo brusco hacia el carril  de la derecha y acelera compitiendo con la temeridad de los conductores italianos que ocupan el carril y que le reciben entre bocinazos. 

Cinco kilómetros se hacen eternos mientrase escuchan la respiración agitada de Aitana, pero finalmente un cartel anuncia una estación de servicio y Luis acelera de nuevo para alcanzarla lo antes posible. 

El coche no llega a pararse del todo antes de que Aitana se precipite al exterior intentando respirar aire fresco.  

Los otros tres la siguen pero dejándole espacio y cuando ella levanta la cabeza los encuentra rodeándola y de nuevo la risa sustituye al llanto. 

Pasados unos minutos Luis carraspea intentando llamar su atención. 

- ¿Estás bien?

Es una pregunta rídícula por supuesto. Es evidente que no está, ni de lejos, bien. Pero no se le ocurre otra forma de preguntar. 

Tiempo atrás, en otra vida, se habría acercado y la habría abrazado, para poder compartir su carga. 

Pero esa posibilidad hace tiempo que quedó obsoleta. 

Aitana se para ante la pregunta y le mira como si realmente estuviese considerando la respuesta. 

- No- agita la cabeza para reafirmar sus palabras- Para nada. De puta pena estoy. Me ahogo. 

Empieza un paseo frenético recorriendo cinco metros en una dirección antes de girarse y deshacer el camino andado. 

Lo hace dos o tres veces antes de detenerse ante ellos. 

- No sé que estoy haciendo- les habla a los tres pero su mirada se concentra solo en Luis- me estoy escapando aunque no puedo escapar, llevo dos años escapando y por más que corro no llego a ninguna parte. 

Apoya las manos en las rodillas y deja caer su cuerpo hacia delante como si estuviese agotada. 

Luis da un paso hacia delante, hacia ella. Quizás airear sus trapos sucios delante de un periodista ávido de carnaza no sea lo más inteligente. 

Intercambia una mirada rápida con Bárbara e inclina la cabeza en un gesto imperceptible hacia Daniel y la auxiliar de vuelo busca a toda prisa una forma de darles privacidad. 

- Vamos a buscar unos cafés a la estación de servicio. 

Daniel parece resistirse unos segundos, pero Bárbara no le da mucha opción utilizando su cuerpo como pantalla para ocultar a Luis y a Aitana. 

Es posible que, de querer hacerlo, pudiese apartarla, después de todo le saca unos buenos veinte centímetros de diferencia, pero su mirada severa compensa la falta de altura. 

Cuando está seguro de que no están lo suficientemente próximos para escucharlos, Luis se acerca aún más a Aitana y la agarra por las muñecas que aún están apoyadas en las rodillas. 

- Hey- no es lo mismo que abrazarla pero capta su atención. 

Sus miradas se quedan entrelazadas durante segundos interminables hasta que por fin Aitana susurra. 

- No puedo más, Luis. 

Las siguientes palabras las dice con un tono tan bajo que él está convencido de que ha escuchado mal. 

- Pisé el acelerador en lugar del freno- imita el movimiento en el suelo de la explanada y se levanta el polvo- pero te juro que no quería. 

Es la respiración de Luis la que empieza a acelerarse y suelta las manos de Aitana como si le quemaran. 

- ¿Qué estás diciendo?

Aitana parece darse cuenta de lo que acaba de decir y sus ojos se desbordan de lágrimas. 

- Ya no sé como hacerlo, no tengo ni idea de como sonreir aunque quiera gritar- sus palabras se entrecortan por el llanto- llevo una fecha de caducidad estampada en la frente y todos lo saben y me ahogo y no quiero. 

Luis traga saliva y se acerca de nuevo. 

- Todos tenemos fecha de caducidad, Aitana. 

Algo parecido a un gemido de indignación se mezcla entre las lágrimas. 

- No puedo más- repite- tenía que escaparme y por eso lo hice. 

Él quiere preguntar, le queman las palabras en la garganta, aunque no sabe cuando de lo que Aitana dice es coherente o fruto de la histeria.

 Por otra parte, lleva dos días sabiendo que hay algo que la hizo marcharse de la isla en mitad de la noche y temiendo verse salpicado por ello. 

Pero ahora, a pesar del horror que insinúan sus palabras, la ve tan desvalida que solo puede pensar en abrazarla de nuevo como hizo el día anterior. 

Como hubiera hecho en esa otra vida en la que pensó hace unos minutos. 

Y como están en tierra de nadie, en una explanada de tierra seca en una estación de servicio en la autopista que une Florencia y Genova y todo esto es demasiado extraño para ser real, reduce la distancia entre ellos y busca la forma de ofrecerle su cuerpo como parapeto. 

Aitana se deja caer sin fuerzas, sus pies levantan el polvo y sus brazos se abandonan en los de Luis y empieza a llorar con más fuerza. 

Solo unos minutos. Se dará permiso solo unos minutos para pensar que todo está bien porque puede oír el latido de su corazón donde su cabeza se apoya contra su pecho y sus fosas nasales se llenan de ese olor que solo es de él. 

Permanecen abrazados, ni de pie, ni sentados, en una posición incómoda hasta que el llanto se calma y entonces Luis la obliga a incorporarse. 

Sin decir una sola palabra, la acompaña de vuelta al coche y en lugar de devolverla al asiento que ocupaba antes de detenerse, la ayuda a sentarse en el asiento del copiloto. 

Aitana cierra los ojos y suspira, con los últimos hipidos contenidos y consigue esbozar una sonrisa débil. 

- ¿Mejor?- la voz de Luis está en su oído y cuando abre los ojos descubre que lo tiene a unos centímetros de su rostro. 

Se inclina sobre ella para ayudarle a ponerse el cinturón e invade su espacio personal de una forma que hace tan solo unas horas le hubiera parecido intolerable. 

Si levanta la mano puede acariciar su mandíbula con la barba incipiente después de dos días sin afeitarse. Si gira la cabeza, apenas unos cuantos grados, sus labios se encontrarán con los suyos. 

Traga saliva, dispuesta a encontrar el valor para hacerlo y acabar de mandar toda su vida al carajo, pero cuando por fin se gira, descubre que es él quien se ha apartado. 

Por el camino de tierra, de vuelta de la estación de servicio, vuelven Bárbara y Daniel con las manos ocupadas por comida y cafés calientes. 

Bárbara no dice nada antes de ocupar el asiento que antes era de Aitana, pero a esta no le pasa desapercibida la mirada que intercambian Luis y ella, o el fugaz apretón de sus manos al recibir el vaso de café caliente. 

La nueva novia de Luis Cepeda. 

Y cuando creía, convencida, que ya no había más pozo por el que caer, descubre un nuevo giro en el camino al infierno. 














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