EL CÍRCULO © | #PGP2022

By HacheFenzel

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Aran Kang es un detective novato que busca proteger la ciudad de una secta satánica que los aterroriza: el cí... More

𝑰𝑵𝑭𝑶𝑹𝑴𝑨𝑪𝑰𝑶𝑵
𝑪𝑶𝑽𝑬𝑹 • 𝑻𝑹𝑨𝑰𝑳𝑬𝑹 • 𝑷𝑳𝑨𝒀𝑳𝑰𝑺𝑻
𝑷𝑹𝑬𝑭𝑨𝑪𝑰𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝒁
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑵𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑨𝑻𝑶𝑹𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨
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𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑼𝑨𝑹𝑬𝑵𝑻𝑨
𝑬𝑷𝑰𝑳𝑶𝑮𝑶
𝑶𝑻𝑹𝑨𝑺 𝑶𝑩𝑹𝑨𝑺

𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑸𝑼𝑰𝑵𝑪𝑬

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By HacheFenzel

Cuando Aran investigaba sobre las religiones —en un intento desesperado por entender la motivación del círculo—, se había topado con cierta información que estuvo a punto de hacerlo cerrar su laptop y continuar por otro camino: según un filósofo en todo el mundo existen aproximadamente 4.200 religiones vivas e innumerables ya extintas. En casi todas ellas existía, de una u otra manera, la figura del bien y del mal. Daba igual quién tuviera la razón o si ninguno lo hacía, estaba claro que al menos buscaban una forma de entender al universo, comprender los impulsos humanos y dar a conocer lo éticamente correcto o incorrecto según la visión de cada uno. Lo encontró bastante similar a lo que las leyendas hacían, contaban en su mayoría cómo se creaba algo y cada tanto también dejaban moraleja.

Ahora, cuando pensaba en todas ellas nunca se imaginó que realmente la figura del bien y del mal pudiera de alguna manera personificarse, sentirse o demostrarse de la manera en que las religiones las explicaban. Aran siempre entendió que eran ellos mismos, los humanos, quienes cometían los actos y nada más que ellos eran los responsables. Entonces, cuando sus ojos se toparon con aquella imagen frente suyo ya no supo en qué creer.

Primero que nada, su mente fue directo a una explicación científica —lógica—, algo como alucinógenos en el aire, drogas en su organismo que estén corriendo efecto. Debían de ser unas muy potentes y también haber sido suministradas en Carver porque aquello que veían lo observaban los dos. Entonces Aran se fue por la rama de lo inexplicable, esa rama lo hacía temblar y mantenerse estático en su lugar sin poder mover ni un solo dedo.

Los gritos no habían sido de una mujer. En su momento él había reaccionado a correr, pensando que Sara estaba sufriendo, eran tan desgarradores que no se puso a corroborar que así sea. Steve Pine se encontraba frente a Sara que trataba de arrastrarse lejos de la zona del círculo dibujado sobre la tierra, Aran notó el verdadero terror brotando de sus ojos y sus manos aferrarse a las raíces para impulsarse hacia atrás. El olor que comenzó a sentirse era de carne quemada y sulfuro. No había que mirar mucho a Steve para saber que lo que estaba sucediendo no era normal, sus pies no estaban pegados al suelo, los retazos de piel que se veían donde la ropa no lo cubría estaba roja o con ampollas que fermentaban del calor y explotaban largando otro aullido de dolor atragantado en su garganta. Sus extremidades estaban tensas, sus dedos en posiciones desiguales, su cabeza tirada hacia atrás.

Carver cayó de rodillas, a diferencia de Aran él era un tipo creyente, pero creer y presenciar algo de lo que uno sabe a la perfección que jamás ocurriría eran dos cosas totalmente diferentes. Y así era como tenía ante sus ojos lo imposible, algo bestialmente desgarrador y tenebroso puesto que era lo desconocido. Ahora el círculo tomaba una forma más macabra, no se trataban de personas imposibles de comprender que buscaban alguna tontería mística a cambio de la vida humana. Las cosas comenzaban a cobrar sentido, las pistas a encajar poco a poco en su lugar, las palabras a zumbar y a hacer fuerza en sus mentes.

La oscuridad empezó a acechar sus corazones.

La cabeza de Steve comenzó a retorcerse, sus ojos se abrieron y no se vio nada más que oscuridad en ellos. Sara tembló en el suelo, ante aquel cuerpo que ya no le pertenecía al muchacho. Hubo una media sonrisa que la heló, sus ojos conectaron y sintió como si la hubieran hecho tragar un fierro ardiente y quedase atascado en su garganta. No podía respirar, sus manos aferraron su cuello y su boca se abrió boqueando por aire, pero no podía hacerlo.

No podía respirar.

Sara observó a Aran que, por alguna suerte de destino, había llegado hasta ella, era la única escapatoria que tenía ahora que Cindy y Carl se habían fugado. Extendió su brazo hacia él, cayendo al suelo y mientras el otro lo mantenía en su garganta. Abrió su boca, trató de forzar las palabras, el leve intento que hizo fue suficiente para que con el rabillo del ojo Aran percibiera la desesperación. Sin siquiera pensarlo, sin cuestionarse quién o qué era lo que frente a sus ojos se alzaba, alzó sus brazos y apuntó con su arma. No se preguntó qué pasaría después, no se preguntó si era maligno o así se materializaba alguna especie de ser de bien. En lo único que Aran pensó en aquel momento es que Sara no estaba a salvo y él tenía el trabajo de protegerla. Apuntó con su arma primero a la cabeza del muchacho, luego se arrepintió por un leve segundo que lo hizo cambiar y terminar jalando del gatillo. La bala viajó todo el tramo desde su posición al lado derecho de la pierna del muchacho.

El dolor fue suficiente para que Steve despertara de aquel lugar oscuro donde se había sumergido, su cuerpo cayó al suelo y una voz que no fue la suya chilló aturdiendo los oídos de todos ellos. Sara se cubrió las orejas y cerró con fuerza los ojos, cuando volvió a abrirlos volvía a ser el rostro de Steve. Únicamente que había perdido todo rastro de cordura, sus ojos sí que eran esos bien iluminados celestes, su cabello negro alborotado y detrás de esa tez rojiza que seguía teniendo seguramente se encontraba ese chico obsesionado de hace unos minutos atrás.

Cindy se lo advirtió, pensó Sara y suspiró.

—¡Sara! ¡Sara, aléjate! —Aran corrió a ella, la tomó de los brazos e hizo que retrocediera varios pasos antes de revisarla por completo—. ¿Estás bien?

Ella miró la herida de bala, Steve aún seguía despierto en estado catatónico. Parecían estar seguros por el momento. Observó a Aran y notó sus ojeras, observó lo cansado y desgastado que se encontraba, pero aun así sus ojos resplandecían con un brillo de alegría y alivio. Sara lo miró, y entre la confusión y la sorpresa, sonrió con honestidad después de tanto tiempo y únicamente pudo abrazarlo. Había estado en verdadero peligro y Aran volvía a rescatarla.

Lo sabía, podía confiar en él.

Aran envolvió sus brazos en su cuerpo, sus manos tantearon la fría piel de la espalda de la rubia. Observó hacia abajo y encontró que en esa fina, blanca y estrellada piel había marcas, eran las que había visto horas atrás, carne quemada. Marcas hechas por el círculo. La abrazó con más fuerza.

Después de un tiempo Aran se dio cuenta que Carver seguía sin reaccionar, sus ojos estaban fijos en la imagen del muchacho herido tendido en el suelo. El joven detective alejó solo un poco a Sara para poder tomar su celular y comenzó a llamar a Rita, a grandes rasgos le explicó que necesitaban una ambulancia y otra patrulla de refuerzos.

—¿Qué estás haciendo? —susurró Sara cuando Aran se acercó al cuerpo de Steve.

—Tengo que ver la herida —le explicó sin muchas ganas de seguir adelante realmente. Ella sostuvo su mano sin dejarlo avanzar, él la miró—. Estaré bien, ya pasó.

Pero ¿qué había pasado? No lo sabía. Lo único que lo movía en este instante era enfocarse en todo menos en eso. Trató de ignorar todas esas heridas, el hedor que desprendían y cuánto necesitaba largarse de ese lugar. En cambio, se acuclilló lo suficientemente cerca para observar la herida que él mismo había hecho y se agradeció internamente por no haber apuntado a otro lugar. El miedo por un instante lo había cegado y lo estaba reconociendo justo ahora.

La bala estaba frenando el sangrado, no había necesidad de torniquete o algo por el estilo. El calor ya cauterizaba y hacía de tapón para no desangrarse, aunque en cuanto a las demás heridas Aran no tenía la más pálida idea de qué hacer.

Sara caminó hacia Carver, notó el impacto en sus ojos y lo confundido y aterrado que parecía estar.

—Señor Carver... —susurró mientras movía levemente su hombro—. Señor Carver.

Él parpadeó, poco a poco fue cruzando al mundo de la cordura y el entendimiento y lo primero que sus ojos vieron fueron esos dos pares de joyas celestes y el cabello rubio alborotado. Reconoció a Sara, luego a Aran que los veía desde más atrás y finalmente observó el cuerpo de Steve y recordó lo que había visto. Ni siquiera tenía ganas de hablar de ello. Simplemente se paró, guardó el arma en su funda silenciosamente y se dio media vuelta para comenzar su rumbo hacia la cabaña abandonada, hacia su auto.

—¿Crees que esté bien? —preguntó Sara, mas no obtuvo respuesta.

La cara de Aran afirmaba silenciosamente que no estaría del todo bien, ni siquiera él sabía cómo no estaba al borde del colapso.

—¿Qué rayos ocurrió? —se preguntó a sí mismo, tratando de volver a darle una vuelta de tuerca y que la situación tenga sentido. Se refregó su rostro y terminó mirando hacia Sara que con todo el aspecto desaliñado parecía más cuerda que ellos dos—. ¿Qué fue eso?

Sara abrió su boca lista para decir una mentira, pero miró a Aran nuevamente y quedó muda. Quería alejarlo de esta locura, de este sin sentido y protegerlo, pero no podría hacerlo más tiempo. Ella reconocía que ahora la desinformación sería un arma de doble filo, Aran necesitaba saber sobre algunas cosas para que esto no volviera a ocurrir, para que no pudieran lastimarlo.

—Los rituales son reales, Aran —respondió ella mirando fijamente y sin una gota de compasión hacia Steve—. Sonará terrorífico para ti, pero no significa que ellos no tengan razón. Steve quería que yo me uniera a ellos y la única manera es pasar por esto, tener un encuentro cercano con... cosas... de otra dimensión, otro mundo tal vez. Como quieras llamarlo.

Aran estaba demasiado perdido, que Sara le estuviera admitiendo que lo que acababa de ver era totalmente cierto y no se encontraba alucinando comenzaba a descomponerlo. Dio unos pasos hasta apoyarse la espalda contra un árbol y deslizarse, Sara se acuclilló delante suyo.

—Aran, no quiero ser parte de ese mundo —siguió diciendo—. No quiero.

—No pasará —le prometió, pero él ya estaba prometiendo demasiado y no cumplía con mucho. Por alguna razón, sintió que debía reafirmarlo para convencerla o convencerse a sí mismo—. No pasará.

Él empujó su cuerpo levemente para que se sentara entre sus piernas y así poder arroparla. Quedaron allí juntos, abrazados, Aran con un ojo en Steve y los oídos pendientes de movimientos a su alrededor. Quedaron allí juntos hasta que el apoyo vino sin siquiera hablar, sin poder formular palabras porque estaban demasiado cansados y aturdidos para hacerlo. Y cuando los demás se presentaron él la tomó en brazos y la cargó todo el camino hacia su auto sin dar explicaciones, sin poder responder por qué Carver había vuelto totalmente ido y qué diablos había pasado para que Steve Pine quedara con heridas de quemaduras graves. Sara cerró sus ojos y se acomodó ignorando también las voces ajenas y sabiendo que Aran no tenía ni la mitad de las respuestas.

El olor al caucho de los asientos fue un aroma de bienvenida para Sara. Después de estar en un sótano con cadáveres en descomposición uno pensaría que cualquier olor sería bienvenido, inclusive el tan común del pastizal y la tierra. Pero no, el aroma al cuero que revestía los asientos le traía recuerdos a Aran, es a lo que el detective olía detrás de esos pocos momentos donde al seguir de largo Sara podía sentir en el ambiente cómo su colonia dejaba rastro. Y, según ella, no había anda más embriagador que la colonia de un hombre.

Se dejó arrastrar a todas las comodidades en las que él la sumergía, dejando que abrochase su cinturón, cerrando la puerta con cuidado y ahogando el mar de barullo por los policías y la sirena de la ambulancia. La cómoda vibración del coche al encenderse no se hizo esperar, los dedos de Aran viajaron a la radio y pasaron con insistencia las emisoras que comenzaban a hablar del círculo —que eran todas. Entre cansado y abrumado, con esa necesidad extrema de despejar su mente, tomó uno de los CDs de su carpeta de discos escondida en la guantera. Sara hizo viajar sus ojos por cada uno de sus movimientos mientras mantenía la cabeza apoyada contra la ventana, observó la circunferencia llena de colores vivos impresos como pinceladas. Automáticamente cuando la máquina tragó el CD comenzó a reproducirse la canción número nueve, donde se había quedado cuando Aran lo escuchó por última vez.

No era la canción más recomendada para una situación como esta, pensó Sara que observó a Aran repetir con sus labios mudos la letra de la canción para enfocar su mente solo en eso; nada que empiece con <<Lo que no te mata, te hace desear estar muerto>> podría ser bueno (1). Ella no conocía al grupo para nada y tampoco era de este estilo de música, el rock no le causaba piel de gallina como cualquier canción de Aretha Franklin (2). Y, aun así, por más que no fuera lo recomendado, era lo que mejor encajaría a la situación porque Aran no podría haber entendido mejor la letra como lo estaba haciendo ahora.

De hecho, ninguna otra letra ganaría a la situación de todos. Desde Carver que conducía una patrulla a toda marcha por la carretera buscando desesperadamente el amparo seguro de su casa; para Steve con su mente perdida en un bucle que no parecía tener fin, su conciencia iba y venía de a ratos y el dolor había disminuido gracias a las drogas que le habían suministrado; también encajaba con Cindy y Carl, ambos corrían por el bosque tratando de poner la máxima distancia posible de los oficiales, Cindy estaba tan consciente como Aran, pero se podría tratar porque ambos tenían que ser un poco más coherentes y fuertes por las personas que acarreaban; Carl solo seguía aturdido a la morocha que lo arrastraba entre los árboles y no le dejaba reponer siquiera aliento, estaba junto a ella pero de a ratos volvía a esa noche de terror donde su mundo se había vuelto de cabeza.

Todos corrían en la desesperación, todos alejándose de lo que no querían ver ni recordar. Preferían estar ausentes, deseaban tener la facilidad de poder ignorarlo todo.

Seis personas distintas, unidas por el círculo. Seis almas rotas, quebradizas, incluso algunas más destrozadas que otras. Almas oscuras, almas más claras. Seis personas que estaban en la enmarañada telaraña de un destino mayor y solo entendido por unos pocos. Esos seis ahora tenían el completo conocimiento que era requerido, estaba en sus manos tomarlo a su favor o al de otros.

Después de todo, Aran tenía razón en una cosa: las personas sí tienen la capacidad de domar sus vidas, de elegir sus caminos. No había un mal y un bien, aún con todo lo que habían visto el día de hoy, había quienes elegían seguir el uno o el otro, los que luchaban por las injusticias, los que se justificaban a nombre de una causa mayor.

Culpables o inocentes. Todos podían retorcer lo que se esperaba de ellos, el culpable podía redimirse, el inocente podía convertirse en asesino. Esta vez, más de una acción o inacción había traído consecuencias.

Ya llegaba la hora de que se enfrentaran a ellas y ver hacia dónde sus caminos se dirigían.

Cause you know that I can't do this on my own (3) —susurró tarareando Aran.

Sara sonrió de lado pensando que, finalmente, la canción no era tan mala. El grupo era pasable. Y dentro de ella un remordimiento más grande se acentuaba, la dejaba vacía y desesperada, la consumía. Volvió a observar a Aran que parecía estar mucho más relajado pero sin siquiera sacar sus ojos de la carretera, como si verla fuese a activar todo lo que había ocurrido.

—Detente —le pidió Sara sabiendo lo que ambos necesitaban—. Ábrete, paremos un poco.

—Es mejor si llegamos rápido —contestó—, quiero ver que Hada siga bien.

—Ella estará perfectamente bien, solo preocupada por ti. —Sara se enderezó en el asiento y posó una de sus manos en el brazo tenso de Aran—. Frenemos un poco, solo para respirar antes de volver a esta locura. Así solo lograrás que Hada se asuste.

Aran la miró un breve instante hasta darse cuenta de que ella tenía razón. Estaban cerca de llegar a la zona poblada, allí volvería a tener un ojo en todos lados y vería enemigos hasta donde en realidad había compañeros aliados. Ni hablar del retorcido que el mundo le parecía ahora. Suspiró y cedió, observó que nadie viniera por detrás y dejó pasar un auto de la mano contraria para abrirse rápidamente hasta el pastizal a su izquierda y estacionar unos cuantos metros alejados de la carretera bajo un sauce viejo.

Cuando el motor se apagó la calma los atrapó al instante e hizo que sus mentes olvidaran, el silencio de un hermoso amanecer calentaba sus mejillas con los tenues rayos de sol que los alcanzaba. El coche se cubrió de cierta calidez que enrojecía las mejillas de la rubia, Aran descubrió el efecto del calor en ella y se perdió en los detalles de la muchacha. Embelesado observó imperfecciones en la piel, algunas pequeñas manchas de azul más oscuro en sus ojos y los rastros de tierra en su mentón. Llevó su mano hasta allí sorprendiéndola, sacándola de la paz que había conseguido con ese paisaje y con su pulgar limpió su rostro. Ella casi sonrió, Aran siempre tenía pequeños detalles amables y no eran solo con ella. Era un buen hombre, honesto y atento con todos aquellos a su alrededor. Podía verlo claramente con Hada, con su vecina, con el señor Carver cuando trataba de llevarse la máxima tarea a casa para que ese hombre pudiera descansar.

Algo tan perfecto parecía ser un sueño.

Sara descubrió que el bien podría estar por completo, incorruptible, en una persona. Y por fin podía ver a la totalidad su hallazgo, sin lugar a duda.

Los dedos de Aran dejaron de moverse mas no se alejaron.

—¿Tienes miedo? —preguntó Sara.

Él frunció su ceño y estudió su respuesta por un largo tiempo, quería ser completamente honesto con ella.

—Estoy aterrado —le contestó para luego susurrar—: pero en este pequeño instante... siento que no podría haber un lugar más seguro.

Los dientes de Sara se abrieron paso para que sus labios formen una sonrisa reluciente. Jamás en su vida le habían dicho algo por el estilo y, claramente, en este preciso instante no podía sentir otra cosa que su corazón acelerado y esa sensación de atracción que la abochornaba. Sus mejillas se colorearon más si eso era remotamente posible, los ojos de ambos dejaron de mirarse fijamente para ver sus labios.

Un pensamiento fugaz de Aran casi lo precipita a alejarse, ella aún seguía siendo una víctima y él un detective que solo debía protegerla. Aun así, no pudo siquiera moverse y rápidamente esa idea quedó en el olvido.

Era como si una fuerza distinta tirara de él, algo que no comprendía y lo hacía irreconocible. Jamás había amado a alguien, no así de fuerte. Y sí, estaba relacionando sus sentimientos con enamoramiento porque no había otra explicación sensata para esa atracción, esa perdición, aquel embelesamiento que ella le producía.

—Aran —susurró leyendo esa reticencia a acercarse hacia ella—, basta de pensar tanto.

Lo hizo sonreír, sus ojos se achicaron. Apoyó un codo en el respaldo del asiento de Sara para acercarse un poco más hacia ella, la mano en el mentón elevó su rostro un poco para que ella lo mirara a los ojos.

—¿Segura de que esto es lo que quieres? ¿Justamente ahora? —cuestionó—. Estamos en el medio de algo demasiado grande, la cabeza me duele solo de pensarlo.

—Justamente por eso no quiero dejarte ir.

Ella llevó sus manos a la nuca de Aran y apoyó su frente en la de él, ambos cerraron sus ojos sintiendo lo rápido que iban sus respiraciones.

—Jamás pensé que sentiría algo así por alguien —murmuró ella, fueron pensamientos dichos en voz alta.

Aran la alejó unos centímetros pensando en todo aquello que le habían dicho en un primer momento. Todos y cada una de las personas habían descripto a Sara totalmente enamorada de Steve Pine; a Aran no le molestaba que ella haya sentido algo por él, pero le resultaba curioso que ni siquiera quiera admitirlo. Con todo lo que estaba pasando, tal vez, eso era lo que menos quería recordar.

—Steve...

Ella suspiró frustrada al instante, cortando cualquier palabra que le continuaba a esa.

—Aran, pase lo que pase y digan lo que digan —remarcó cada palabra con sus ojos fijos en él, la confianza se sentía en su voz a leguas—, tienes que saber que lo que estoy sintiendo es mucho más fuerte que cualquier sentimiento que haya podido sentir en toda mi existencia. —Se acercó un poco más, apenas dejando espacio entre sus narices y observó sus labios—. A partir de este momento, mis sentimientos no serán nada más que puros y honestos hacia ti ¿puedes prometerme que recordarás esto, que me creerás? ¿Me lo prometes?

Algo cosquilleaba en la espalda de Aran, algo que por un momento le alcanzó para dudar antes de responder pero no sabía a qué debía tenerle dudas ¿a sus sentimientos? Aran sabía leer a las personas, tal vez no tan bien ni con tanta experiencia como otros detectives, pero definitivamente podría jurar aquí y ahora que ella estaba diciendo la verdad.

Y que, si la oscuridad que dejaron atrás realmente existía, ella era el extremo opuesto.

Sara Miller era luz. Pura, cálida y reconfortante.

—Te lo prometo.

La distancia fue acortándose, poco a poco, pareció que los segundos se hacían más largos de lo que duraban. Aran contuvo la respiración justo al último instante, su corazón flaqueó y el dolor del pecho estalló en cientos de fuegos artificiales que bajaron por su estómago al momento en que sus labios se tocaron. Un pequeño movimiento de labios que llevó a una respuesta, luego a otra. Se contestaron con ternura, con ligereza, como si alguno de ellos pudiera romperse, como si se estudiaran, se descubrieran, se disfrutaran.

Y entonces los sentimientos de ambos pasaron de suave brisa a tornado y el beso cual barco en plena marea embravecida alteró su rumbo incapaz de ser controlado.


✦ ✦ ✦


(1) Lo que no te mata, te hace desear estar muerto: Principio de la canción "Drown" de Bring Me The Horizon.

(2) Aretha Franklin: Fue una cantante estadounidense de soul, R&B y góspel. Apodada «Lady Soul» o «Queen of soul», fue la máxima exponente de aquel género, y una de las más grandes transmisoras de góspel de todos los tiempos, así como una de las artistas más influyentes en la música contemporánea. Dos canciones bastantes reconocidas al día de hoy son, por ejemplo, "Respect" y "I say a little prayer".

(3) Cause you know that I can't do this on my own: Traducción al español "porque sabes que no puedo hacer esto por mi cuenta". Parte de la canción "Drown" de BMTH.

• 𝑷𝑳𝑨𝒀𝑳𝑰𝑺𝑻 • 16. ᴅʀᴏᴡɴ - ʙʀɪɴɢ ᴍᴇ ᴛʜᴇ ʜᴏʀɪᴢᴏɴ •

• 𝑽𝑶𝑻𝑨 • 𝑪𝑶𝑴𝑬𝑵𝑻𝑨 • 𝑪𝑶𝑴𝑷𝑨𝑹𝑻𝑬 •

• 𝑰𝑵𝑺𝑻𝑨𝑮𝑹𝑨𝑴 • ʜᴀᴄʜᴇᴇꜱᴄʀɪʙᴇ •

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¡Primer día de maratón navideña! Mañana y pasado tendrán otro capítulo, no olviden seguirme en instagram que todas estas noticias siempre las publico por allí.

Además, ¡PRIMER BESOOOOOOOO! ¿Les gustó? Me encantaría leer sus reacciones.

PD: La canción mencionada está en multimedia. Dejé un video con la letra en español.

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